Anoche, arropada por un público lleno de amigos y en uno de sus hogares, Sevilla, la artista presentó este proyecto que se estrenó hace poco y que comienza ahora su gira
Me pongo a Piazzolla para escribir esto. Con un toque, el toque que yo tengo dado, elijo el álbum de Kronos Quartet “Five Tango Sensations” y rememoro lo de anoche. Cómo sonaba ese bandoneón de Marcelo Mercadante, con el violín de Olvido Lanza y un contundente Jesús Lavilla al piano.
Y sale, radiante, Maribel, con las gafas de sol, Martirio: “me siento tan nerviosa como cuando canté por primera vez en la Plaza San Andrés hace 41 años”. Esta noche su corazón mira al Sur, desde el tango o desde donde sea, todo lo habla a solas con su corazón. Total, “el tango es como el masculino de la copla”, declara. Y de ahí, nos lleva a historias que son de verdad.
Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento.
(Suspiro) Naranjo en flor.
Uno de los tangos que nos brinda se lo enseñó uno de sus amigos de entre el público, Guillermo McGill. La bien pagá está en primera persona. Kiko Veneno vino a verla en Mercedes blanco y con su manager de Huelva. También estaba otro cómplice de la España que trasnocha, Chipi La Canalla. La canción que más disfrutó cantando fue “Chiquilín de Bachín”, que le dedicó a otro presentísimo, su Raúl Rodríguez, su compañero fiel, también a la guitarra.
Chiquilín,
dame un ramo de voz,
así salgo a vender
mis vergüenzas en flor.
Tengo que confesar que esta mujer ha sido una cuidadora en todos mis desengaños amorosos. Una torta a tiempo para la culpa. Es consciente, muy sabia, coherente y honesta. Transmite la calidez de un alma anhelante, un carácter indiscutible y una bondad firme. Elige en sus narraciones a mujeres con una capacidad enorme para amar que no encuentran dónde volcarse y deciden esparcirse en esas canciones. Imagino que es una forma gráfica de comulgar con la generosidad de la profesión artística y lo que supone entregarse al público.
Pero la sorna, el desenfado y la irreverencia de los sentidos de esta mujer es lo que, creo, conquistó al mundo. Ella ha sabido hablar de las excepciones. Eso es lo que nos hace compañía. La imperfección, el darse cuenta que en este mundo cabe de todo y está bien eso de abrazar nuestros propios defectos y los de los demás. Ella está del lado de los perdedores. Qué mujer hecha y derecha no ha contado calorías, ha necesitado una pastilla pa ponerse a funcionar o se ha topado con un “madurito interesante”. Existen, igual que los “piantaos”. Lo saben toas mis vecinas. Si hay realidades crudas, esta mujer, en particular, las cocina.
La vertiente más teatral y fascinante de la artista brilló en escena con “Balada para un loco”. La recitó y dibujó las escenas más hermosas como si lo cotidiano se antojara mágico, escénico y te cayera el peso del mundo al verlas:
Medio melón en la cabeza
Las rayas de la camisa pintadas en la piel
Dos medias suelas clavadas en los pies
Y una banderita de taxi libre levantada en cada mano
En esta tarde gris, como una niña ella, como una niña tú y yo que escribo sobre ella. Letras que son cuentos . Las que ella suscribe están escogidas con mimo. Cada uno, con su “pipijerbe”, se enamora cuando quiere y las veces que quiera. Cuantas más mejor, que ya podrás escuchar las de Martirio cuando se te rompa el corazón. Que el alma también palpita. No se rompe, aunque se quiebra. Las miradas que ha leído y de las que ha bebido traslucen y, desde esa colección de anteojos oscuros que la caracterizan, nos ve y nos acaricia con su verdor terrible. Como una flor que deshoja el viento. No me quieras tanto.




Maravillosa crónica. Begoña. Millón de gracias por todo tu escrito hondo y sentido, para personas como tú vivo y canto. Ojalà pueda hablar contigo y conocerte. Abrazo largo. Martirio