En su icónico libro Afrofuturism: the World of Sci-Fi and Fantasy Culture, Ytasha Womack recuerda una época en que los personajes de ciencia ficción “negros o morenos” (sic) eran casi invisibles en la cultura popular, confiesa que cuando era niña, fantaseaba con ser la princesa Leia de «Star Wars». Pues bien, hasta 1958, el cine de ciencia ficción no dio un papel relevante a una afroamericana: Nichelle Nichols hizo historia como la teniente Uhura de Star Trek. Mientras tanto, Sun Ra seguía en su paracosmos jazzy y sideral. En los 70, el mesías George Clinton y sus discípulos (Parliament Funkadelic) construyeron una narrativa que envió al afroamericano al espacio, los llamó a multiplicarse y luchar, enorgullecerse de sus raíces y magia para impedir que el sagrado funk perdiera la batalla.
El afrofuturismo mira hacia atrás y hacia adelante parar intentar dar información sobre la identidad. Se pregunta qué fue; qué pasaría si.
Alondra Nelson.
La música afro a menudo ha funcionado como estrategia de protesta, así como portal de desarrollo de ideas sobre nuevos futuros para los pueblos afrodescendientes. En la Biblia, el profeta Ezequiel vio la nave de la que muchos afrofuturistas cantan, escriben, teorizan (Sun Ra, George Clinton, Erykah Badu, Ibaaku, Outkast, Janelle Monae, etc.). En su visión, Ezequiel levantó la vista, vio ese plano extraño y lo llamó “rueda” porque parecía tal. Ezequiel vio que esa cosa era tan alta que parecía terrible, y gritó: «¡Oh, rueda!» (Ez 10:13).
Desde un punto de vista conceptual, asociar e invocar al Espíritu Santo como objeto volador es un principio fundamental que nutrió las visiones afrofuturistas que los músicos afroamericanos han proyectado desde mediados del siglo XX y principios del XXI. Tales imágenes y lógica estaban tan profundamente arraigadas en la cultura afroamericana que Elijah Muhammad, líder la Nación del Islam en 1934, predicó sobre «la nave nodriza», basado en la visión de Ezequiel. Y de ahí, su potente imagen pasó a la Nación del Cinco por Ciento, en la que creyó y se ha inspirado buena parte del Olimpo del hip hop y el rap desde entonces.
Después de Sun Ra y su vorágine saturnina, el afrofuturismo se hizo popular en los principales medios de comunicación con la llegada de George Clinton, un productor y vocalista inconformista. Uno de sus bajistas estrella, Bootsy Collins, se inició tocando con James Brown y más tarde se unió a P-Funk, hipnotizando al público con su «bajo espacial» de diseño único. Como reacción a un entorno urbano cada vez más tenso de la década de 1970 en el que las comunidades afroamericanas enfrentaron el final del optimismo de la era de los derechos civiles, esta imaginación extravagante (y excepcional sentido de lo funky) fue justa y alegre. Inspirado en Star Trek, Hendrix y Sun Ra, el jefazo de las bandas Parliament – Funkadelic George Clinton incluyó funk, rock, space rock, space funk y un espectáculo enormemente teatral que incluía una plataforma de iluminación llamada The Mothership, que tenía la forma de un platillo volador, para explorar nuevos mundos de asombro musical. Las canciones del álbum Mothership Connection están ambientadas en un universo futuro donde los astronautas negros (Afronauts) interactúan con mundos alienígenas, como George los describe » capaces de funkatizar galaxias».
Un letrista es un poeta. Un poeta -uno de los buenos- es un flanêur, un observador crítico de su tiempo y espacio; sus reflexiones y mensajes nos ayudan a construir una realidad más asertiva, y en el glorioso caso del P-funk, más alegre, a pesar del dolor. George Clinton ayudó a cambiar el siglo XX. Su contribución (y la del “P-funk” o “Funk Mob”) a la cultura popular y, específicamente, al Afrofuturismo, es incontestable. Su aparente locura representó un salto cualitativo en el momento en que su amada comunidad afroamericana más lo necesitaba. Con las manos de un patriarca, o un gurú intergaláctico pirado, llevó el gueto hasta la Casa Blanca (el empoderamiento); el espacio exterior (la trascendencia) y después al fondo del mar (la resiliencia). Fue Moisés guiando a su pueblo a través del desierto hasta llegar al sitio que les pertenece, por el que deben soñar y luchar. Del compromiso y el sinsentido, Clinton hizo arte: “envolví mi denuncia política en humor y teatralidad, fue mi forma de protegerme.”[1]
[1] Clinton, George et Greenman, Ben. (2017) Brothas Be, Yo Like George, Ain’t That Funkin’ Kinda Hard on You? Atria, p. 134.
El P-funk es sinónimo de encontrarse a uno mismo, ADN diseñado para el autoconocimiento. Así fue como mejoró la autoestima y panorama de millones de ciudadanos. Y por eso, le adoramos, lo que es merecidísimo. Aunque su Musa es la realidad, su pluma cambió la de varias generaciones; con ella dibujó lugares mágicos (Original Galaxy Ghetto, Atlantis, Funkadelia, The Dog Star) y personajes fantásticos (Star Child, Dr. Funkenstein y su madre, Sir Nose D’Voidoffunk, Rumpofsteelskin, Mr. Wiggles, Dr. FeelGood, Loodie Poo Da Pimp, Oil Jones, Fraud Dogg, etc). Todos ellos contienen la riqueza de un panteón griego porque cumplen exactamente la misma función: aleccionar, advertir, premiar, inspirar, ejemplificar sobre el ser humano y la sociedad. La P-funk es una enciclopedia amorosamente escrita para un pueblo por siglos maltratado, secuestrado en su Motherland, África, abusado por el eurocentrismo de la cruz y la espada, quemado vivo por cobardes encapuchados del Nuevo Mundo. Su comunidad necesitaba con urgencia referentes como la extraordinaria mente del Dr. Funkenstein (entre otras) que despertó cuando éste comenzaba sus andanzas en aquella barbería de Plainfield, New Jersey; allí creó un grito de guerra, le hizo una peineta a la mediocridad.
Los álbumes conceptuales sci-fi del P-funk ejecutan la misión de las catedrales europeas: quien no supiera leer o no quisiera hacerlo, encontraba en ellos una profusión de detalles históricos, religiosos y sociopolíticos para entender los siglos pasado y presente. ¡Y lo hacía bailando! Lecciones para la comunidad afroamericana, Clinton escribió decenas, adelantándose a su tiempo. “Jimmy’s Got a Little Bit of Bitch in Him” exige respeto a un hombre que es un poco puta, “Quickie” a las chicas sexualmente activas sin complejos, “We Hurt Too” a los hombres que lloramos, “Cosmic Slop” a las madres que se prostituyen para sacar a su familia adelante, solas. Estas parábolas trascendieron el gueto hasta otras capas de la sociedad: frikis, party monsters, transexuales, religiosos, snobs, catedráticos, niños/as.
Algo fascinante sobre el P-funk es la interconectividad en sus letras, aunque las canciones estén separadas por años o incluso décadas. George es un maestro en la minería y revisión de conceptos pasados y su vinculación/reutilización, en función del contexto o los tiempos actuales. Sus letras son generosas y sin tapujos: hablan de los demonios, los exteriores y los de su(s) ego(s); usan tropos tan difíciles como oximorones, obscenidades, giros lingüísticos what-the-fuck, escritura automática, gramática ingeniosamente tergiversada. Orgulloso afrodescendiente, hizo uso extensivo de la jerga y el ebonics:[2] sus armas de hechicería lingüística. Clinton & Cía.. no escribieron solo canciones; escribieron odas, plegarias, manifiestos, trabalenguas, chorradas, filosofía, nanas, eslóganes, fábulas y parábolas caninas. El P-funk usó una especia de lógica-sin-sentido nada lineal que al final se fusiona en un mensaje, blandiendo una letanía de chaparrones de pensamiento inconexo. Hizo uso del humor y el mito para crear una imagen carnavalesca de ciencia ficción y una filosofía cosmológica.
Dr. Funkenstein diseñó toda una mitología de alienígenas, seres clonados, villanos metahumanos, pirámides, naves espaciales, pistolas de rayos láser, afronautas y atmósferas cósmicas. Todo esto son las ramas de un mismo árbol, una naturaleza robusta que lleva décadas produciendo frutos. El mundo está en deuda con Dr. Funkenstein y debe rendirle sus respetos. Que este artículo no sea el último. Hagámoslo funky. Feet: don’t fail me now (pies: no me falléis ahora).
[2] Variedad lingüística diastrática de las comunidades descendientes de esclavos africanos. Se habla especialmente en África occidental, el caribe y Norteamérica.