En términos generales, armonía es el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo. Y su resultado final siempre connota belleza.
Es decir, la armonía es la técnica empleada para conseguir la belleza.
Pero, ¿qué es la belleza? Cualidad de un ser vivo o cosa material o inmaterial capaz de provocar en quien los contempla o los escucha un placer sensorial, intelectual o espiritual.
Por la misma definición de belleza, cuando incluimos la subjetividad de alguien que contempla o escucha, ya estamos influyendo en la finalidad del término y por consiguiente en la armonía.
Por tanto, la armonía para conseguir esa belleza siempre será algo subjetivo.
Pero, ¿qué ocurre cuando millones de personas coinciden en la belleza de un tema musical o en la belleza de tal o cual modelo o actriz? Aquí habría que introducir el término, subjetividad colectiva.
¿Qué es la subjetividad colectiva?: Es la imagen proyectada por un grupo de personas que se considera como verdadera interpretación de la realidad. En nuestro caso de la belleza.
Teniendo sobre la mesa todos estos términos, podemos concluir que nuestros cerebros están manipulados desde esa subjetividad colectiva y consideramos la belleza y armonía como algo nuestro y lo interiorizamos como algo que nos pertenece. Nuestro grupo favorito, nuestra canción favorita, el cuerpo y la cara de ese actor o actriz, el último modelo de ropa de tal o cual diseñador, no son más que una sucesión de sonidos y de imágenes que nos sugestionan y nos hacen creer que somos felices por pertenecer a un colectivo que considera lo mismo que nosotros.
El ser humano es un ser social y una gran parte de sus acciones van encaminadas a satisfacer sus necesidades de pertenencia a un grupo. La subjetividad colectiva no es más que la herramienta que decide por nosotros y con la cual nos sentimos felices por pertenecer a ese ente colectivo. La moda, fumar, beber alcohol, la música, el cine, la arquitectura, los contenidos audiovisuales en general, etc están íntimamente relacionados con ese momento de placer colectivo que buscamos.
Influir en esa subjetividad colectiva es el mayor reto de cualquier corporación, grupo político, o entidad en general que nos haga considerar algo como bello y con armonía. Y así, encaminar su estrategia de ventas, o de intención de voto, etc como la más atractiva para el mayor grupo de personas posible.