Por Diego E. Barros
Como otros ámbitos de la vida, el fútbol ha sido un juego dominado por el bipartidismo imperante donde quiera que hubiera que jugarlo. Hay campeonatos que con el paso del tiempo y el dinero europeo han caído en un atractivo caos en el que todo puede ser posible. Como buscando trasladar a la cancha las vicisitudes de sus respectivos sistemas políticos. Ahí están los torneos argentinos de los últimos años, siempre México, o el lío brasileiro, donde casi cualquiera puede salir campeón sin proponérselo.
Pocos fenómenos como el fútbol se han visto afectados por el dinero llegado de países que llaman emergentes. Tanto, que ha acabado por desestabilizar el orden establecido. Inglaterra y, sobre todo, Francia son buenos ejemplos con el desembarco de Chelsea, primero, y Manchester City, después. El PSG de los petrodólares le acaba de ganar el título al Mónaco del gas ruso, mientras que los de Pellegrini están a punto de redimir a la mitad apestada de una ciudad.
Hay épocas y lugares en los que sin embargo el orden se rompe por una extraña alineación de planetas. La española es por ejemplo la Liga más dada a la proliferación del antisistema. A principios de los ochenta fueron Real Sociedad y Athletic. En la 99-2000 el Superdépor, y a principios de los 2000 el Valencia. Han sido estos los únicos que han desafiado el bipartidismo durante la modernidad. También claro, el Atlético de Madrid. A decir verdad, el Atlético siempre ha sido el tercero en discordia pero tras un descenso a los infiernos y su bien ganada fama de pupas bien merece un puesto entre los antisistema. Este año, a falta de dos partidos, puede volver el Atleti a romper el orden establecido.
No se puede explicar el triunfo de un antisistema como el Atlético del Cholo si no es con la combinación de muchos factores. Unos dirán que es demérito de los dos grandes. Autodescartado el Madrid, el Barcelona aún puede encontrarse con una Liga que no ha querido en toda la temporada. Llevarse el premio sin buscarlo es un territorio perfectamente conocido para culés, permanezcan atentos. Yo creo que sobre todo es culpa de los de Simeone. A un antisistema todo le cuesta el doble pues las reglas del fútbol, como las de la vida, han sido diseñadas para favorecer a los peces grandes que solo tienen que abrir la boca para tragarse a los pequeños. Este año los del Cholo llevan jugando cada partido como si fuera el último de sus vidas. De momento ya se han plantado en Lisboa. Más que un equipo de fútbol, Cholo ha armado un grupo de yakuzas que disputan cada pelota como si lo que estuviera en juego no fuera ya el control del mercado de las drogas, sino el honor de su señor. Y la deshonra es algo que tiene un único precio en la Yakuza: la muerte.
En la vida resultan enternecedores los esfuerzos de los candidatos de los dos grandes, PP y PSOE, para descalificar el voto a minoritarios el próximo 25 de mayo. El candidato Cañete se esfuerza en tildar de «antisistema» incluso quienes llevan décadas barriendo las esquinas del mismo. No descartemos que en un momento dado se pidan el voto respectivamente para luego arreglar cuentas. Como el Madrid en Liga, el PSOE lleva autodescartándose de las últimas citas electorales. Así las cosas, el PP acabará llevándose un título que no merece siguiendo esa inercia que tan bien conocen en Can Barça. Llevan años pronosticándonos la muerte del bipartidismo y advirtiéndonos de la llegada del lobo hasta el punto de que hemos olvidado que este lleva desde siempre entre nosotros. PP y PSOE han acordado más del 70% de las decisiones emanadas del Parlamento Europeo y ya pueden ver los resultados.
A diferencia de en el fútbol, llevo toda mi vida votando a minoritarios antisistema por el miedo a sentir la corresponsabilidad ―y la inevitable vergüenza― del poder. Suelen decir los adalides del bipartidismo que yo o el caos. Ojalá una belleza tan caótica como la de los de Simeone.
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