Chicharrón Flamenco Circo no es una compañía más. Germán J. López Galván, su creador, ha sabido darle una identidad propia a esta fusión entre la pasión jonda del flamenco y la destreza plástica del circo. Tras su paso por el Festival Circada con su anterior espectáculo Sin Ojana, vuelve a Sevilla con su nuevo espectáculo Empaque una propuesta original y valiente, que empieza a abrirse camino en el panorama escénico. Hablamos con su creador, Germán, para conocer más sobre el proceso creativo y la evolución de su proyecto.
¿De dónde nace la propuesta de fusionar el circo, en este caso los malabares, con el flamenco?
Yo vengo de un barrio periférico de Córdoba, donde el flamenco está muy presente. Mi familia no es flamenca, pero yo lo he ido buscando. Inicialmente estudié Magisterio en Educación Social y allí apareció el circo como un deporte alternativo y como herramienta de intervención social. Así empecé, haciendo circo social. Me formé en Europa y después volví a Sevilla, donde trabajaba con circo en contextos sociales, pero siempre sentía un pellizco artístico.
Ahí nació la posibilidad de fusionar malabares con flamenco, y así surgió Chicharrón: un personaje, bailaor flamenco y malabarista. Empecé en espacios alternativos, luego quise dar un paso más y crear un nuevo espectáculo. Durante cinco años trabajé con mujeres gitanas, y quería homenajearlas. De ahí nace ese personaje que baila y hace malabares: Chicharrón. El primer espectáculo se llamó Sin Ojana, y funcionó muy bien: gané el primer premio Panorama en Circada, luego llegaron otros 13 premios y llevamos más de 250 funciones. Ahora presentamos Empaque, el nuevo espectáculo.
¿Cómo ha sido el proceso creativo de Empaque?
El proceso creativo de Sin Ojana y el de Empaque han sido muy diferentes. En el primero era esencial crear el personaje de Chicharrón y un contexto flamenco en el que encajara. Sin embargo, Empaque ha supuesto un salto técnico y artístico mucho mayor. He trabajado la técnica del malabarismo y la del flamenco de manera paralela, rodeándome de profesionales fantásticos. Ha sido un proceso de mucha investigación y muy exigente. El objetivo era marcar un sello propio de flamenco y circo, y siento que lo he conseguido. Hoy me siento tan malabarista como flamenco.
¿Qué te ha aportado la directora, Ana Donoso, en la creación del espectáculo?
Cuando decidí cambiar de registro, sabía que necesitaba rodearme de gente que me ayudara a asumir el riesgo, sobre todo en la asunción de un lenguaje más contemporáneo y plástico. Ana Donoso y su universo artístico siempre me habían interesado. Ella me ayudó a generar ese cambio, a alejarme del registro anterior. El proceso ha sido largo, casi tres años, y Ana llegó después de un año de investigación. Me ayudó a ampliar el prisma artístico de la pieza. En total, han colaborado más de 15 artistas, entre ellos Nacho Terceño, su pareja, quien también ha participado en la revisión de los textos
¿Cuál ha sido el mayor desafío técnico de la propuesta?
Han sido muchos. Quizá los más potentes han sido acompasar el cante con los malabares, el rebote a compás, usar la bata de cola mientras hago malabares y la integración del títere, además de la voz mientras hago malabares. Todos han sido retos enormes, en los que he tenido que investigar mucho. El número del rebote ha sido mi verdadera kryptonita. Por otro lado, la bata de cola se ha convertido en el elemento integrador. Si esto fuera una canción, cada parte del espectáculo sería una estrofa, con su propia lectura y su propio reto.
¿Hacia dónde va el proyecto de Chicharrón Flamenco Circo?
Ahora mismo estoy bajando el balón a tierra, disfrutando del momento. Estuvimos en el festival Fetén, donde recibimos el Primer premio a mejor espectáculo de noche, y hace poco en la Fira Trapezi, con una acogida brutal. Ahora estamos en Circada y luego iremos a Palma del Río. Me siento feliz porque el espectáculo tiene calidad y está siendo bien aceptado. Esto me da fuerza para seguir. En el futuro quiero trabajar con más gente, crear una propuesta coral de flamenco y circo. Ese es mi próximo deseo: compartir escena con otros artistas.
Con Empaque, Chicharrón no solo empaca malabares, bata de cola y duende, sino también una filosofía: la del arte que nace de las periferias, crece con pasión y brilla con autenticidad.
 
 




