Tras la representación de Flowershead Show, Elías Aguirre propició un intercambio de impresiones con el público. Ya que el mismo apuntó que dicha pieza está en la fase final de cerrarse, por ello él reconoció que cualquier comentario le ayudaría a dar con las claves para que esté completa del todo. Tomando en cuenta que Flowershead Show de este profesional madrileño lleva apenas unas pocas semanas de ser estrenada, y aunque su gira ya ha tocado varios escenarios de distintas Comunidades Autónomas de España, la misma no ha hecho más que empezar.
Y estoy totalmente de acuerdo con Elías Aguirre, en que se nota que aún se le puede limar unas cuantas cosas. Más no significa que no esté en condiciones de ser representada y ganarse acalorados aplausos de su público (tal y como sucedió en la Sala Cero). Esto que les comento es lindo, porque habrán sido innumerables las veces en que profesionales de lo escénico, le costó decantarse en el cuándo es el momento idóneo para promover la representación de la pieza en juego (en otras ocasiones, el calendario les habrá restringido de sobremanera el margen de maniobra de cara al estreno). Supongo que esto tiene que ver con asumir que llega un punto en el que una pieza coge autonomía, después de ser expuesta al “mundo exterior”, que es lo que lleva consigo su correspondiente representación ante un público.
En consonancia, Flowershead Show es un trabajo en el que la interpretación de la música compuesta por Ed is Dead y José Pablo Polo, es aquello que fundamenta una parte importante de las decisiones que han conducido a ser una pieza tan musical. Esto de un modo otro, se articula con el hecho de que en escena nos encontramos con tres bizarros personajes, cuya despersonificación se va certificando con que se expresan y se relacionan entre sí, mediante el uso de un lenguaje que se hace traducible que es identificable con la danza contemporánea, las danzas urbanas y el teatro físico/gestual.
Así, Flowershead Show se erige como una experiencia inmersiva a la cual nos vamos orientando gracias a numerosas referencias que compartimos con estos profesionales (que coincidirán o no con ellos, en el momento de la creación de la misma). Es decir: A mí, personalmente, me remitió a varios de los pintorescos personajes de las películas de los Studios Ghibli o al videojuego Hollow Knight; o sea cosas, que al fin la cabo, estarían mediatizadas. A dónde quiero llegar con esto, es que si uno como espectador no pasa por el proceso de despersonificar a sus intérpretes y deja entre paréntesis a nuestro día a día, en algo habrán fallado estos profesionales a la hora de materializar una apuesta en la que uno de sus principales objetivos era llevarnos de “excusión”, por un mundo en el que la intervención humana no ha llegado (al menos en el caso de la pieza que aquí nos ocupa). Y justo por ello, nosotros los espectadores, deberíamos dar de nuestra parte a través de activar a nuestra imaginación, para que el proceso de recepción se consuma con éxito.
Ahora bien, si Elías Aguirre no hubiese hecho una ardua tarea en lo que se refiere a constituir un mundo en el que cada uno de sus componentes se hacen imprescindibles para que funcione esta pieza, tal y como funciona (la selección musical es uno de los mejores ejemplos); entonces este trabajo hubiera sido una excentricidad de un “soñador”, que se hubiera quedado en un buen intento. Y sólo basta señalar el nivel de entrega y solemnidad de cómo el público fue vivenciando esta pieza, (incluyendo a los más pequeños, que se hicieron con una notoria parte de los asientos) o dicho de otra manera: esta pieza nos igualaba a todos en tanto seres humanos, haciendo que nos dejásemos llevar mientras nos hacían reencontrarnos con nuestra capacidad disfrutar de cosas, de la cuales por cualquier eventualidad, las hemos dejado de lado de nuestros hábitos diarios.
El cómo los colores de sus florales gorros se sincronizaban con sus respectivos vestuarios, junto a un discreto pero bien calculado diseño de iluminación, dotaban de un aura a Elías Aguirre, David Candela y David Eusse, que concedía credibilidad a todo lo que nos reproducían con sus movimientos. Que dicho sea de paso, fueron ejecutados con tal rigor, que seguro que de allí dieron con la clave para que el ser precisos, era el juego que hacía divertido “bailarla” mientras la interpretaban. Sí “bailarla”, porque para mí “bailar” supone alcanzar un estado en el que las coreografías o lo que fuere que se interprete en el interior de una pieza, no es más que el terreno en el que uno se desenvuelve para crear en tanto intérprete, de lo contrario, uno sería un mero ejecutor, un soldado más en un desfile militar, y demás cosas por el estilo.
De verdad, Flowersheads Show me parece un espectáculo maravilloso que merece que sea visto procurando tener la mente blanco durante su representación. Para que entendamos desde el punto de vista de los espectadores, que todo de lo cual uno se nutra en tanto creador, son recursos que tarde o tempranos se les sabrá sacarle partido para comunicar una cosa u otra al público (y justo un profesional tan multidisciplinar como lo es Elías Aguirre, es una referencia a la que se puede recurrir). Siendo que si uno no posee tal entrenamiento mental y técnico tras haberse familiarizado con diversos registros, pues, más difícil será dar con el formato idóneo para que los espectadores sientan que la obra en cuestión, no pudo haber sido de otra manera .Y en esto último, Flowershead Show ha sido sobresaliente.