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Por Diego E. Barros

A veces basta con una sola frase. Por eso los grandes como McCarthy no necesitan más que unas cuantas palabras en boca de sus personajes para que el lector alcance a saber si se encuentra entre un héroe o un cretino. Hace tiempo que las cosas dejaron de ser blancas o negras pese a que muchos insistan en seguir arreglando el mundo desde la cómoda barra del bar. Eso hace que también sea más difícil descubrir a los cretinos que sin embargo viven su mejor momento. No es que ahora haya más que antes, sino que ya no tienen reparo en esconder su condición. Decía Flaubert que no hay un cretino que no haya soñado ser un gran hombre, ni un burro que, al contemplarse en el arroyo junto al que pasaba, no se mirara con placer, encontrándose aires de caballo.

El cretinismo (al menos en su segunda acepción del diccionario de la RAE) vive su época dorada que consiste en que uno puede presumir de ello pues cuenta con una cohorte de aduladores dispuestos a tomar como argumentos racionales lo que son solo excreciones encefálicas disparadas ante un micrófono. Estamos rodeados de caballos deseosos de mirarse con aparente despreocupación en los arroyos de la Historia. Está por ejemplo Aznar, patrón supremo del cretinismo patrio: «me cuesta mucho ganarme honradamente la vida y pago hasta el último de mis impuestos», dijo hace poco un tipo que tiene cubiertas una serie de necesidades básicas: pensión vitalicia, oficina y seguridad a cargo de todos nosotros. Tiene que ser la del ex presidente una existencia dramática pues lo peor que le puede pasar a quien ha ejercido el poder es alejarse de él. Lo primero es inventarse una vida y a la de Aznar ya solo le queda por incluir un par de milagros.

Una de las grandes fallas del periodismo moderno es la dejación que ha hecho a la hora de señalar cretinos. Se compra cualquier discurso, se monta en un titular y listo. La vicepresidenta Soraya SS ha montado en cólera esta semana en los pasillos del Congreso aprovechando la aparición de los micrófonos: «en mi puta (sic) vida he cobrado un sobre». Hombre vicepresidenta, entre usted y yo, debe ser la única española que no lo ha hecho. Suerte que hay un sumario por ahí que dice lo contrario y todos hemos podido volver tranquilamente a lo nuestro pues no conviene marcharse a la cama con estas incertidumbres. Soraya SS ha cobrado en sobres (se llaman gastos de representación) y solo ha faltado Mariano para remachar «como buena española de bien», con la misma naturalidad con la que dijo que estaba «muy contento» tras recibir los últimos datos del paro. Hubo una época maravillosa de mi vida en la que cobraba en sobres. Ganaba tanta pasta que no sabía qué hacer con ella por lo que como joven que era y pobre que sigo siendo, acabé por malgastarla. Yo entiendo a Soraya SS. A nadie le gusta que le recuerden ciertas cosas. Yo se lo recordé a mi jefe de entonces y este tuvo una salida antológica: “no vengas mucho por aquí, ya sabes, por si hay una inspección”.

En esta loca carrera por ver quién es el más cretino se está haciendo fuerte el delegado del Gobierno en Melilla. Ayer enseñó las “armas” usadas por los inmigrantes que “están intentando forzar su entrada a Europa, utilizando cualquier elemento que esté en su mano para conseguir su objetivo”. Palos y cuerdas para saltar la valla de alambre. Se olvidó el delegado de señalar la más peligrosa de todas: el hambre. No sé adónde vamos a llegar.

@diegoebarros

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