Hay quien tiene la convicción de que seguir los mandatos de los modelos tradicionales de vida de nuestra cultura occidental, nos ahorrará, entre otras cosas, pasar por la incertidumbre que supone estar vagando por la “nada”. Tal y como si ello fuese una “condena”, no algo que todavía correspondería desarrollar en tanto alternativa.
Así, cumplir con lo que se ha erigido como “tradicional” lleva consigo rendir cuentas a una ontología, en la que “lo malo” es lo carente de “bien”. Por tanto, nos desenvolvemos en el interior de un espectro que no contempla que lo que se ha hecho hegemónico pueda quedar en suspensión, y en otros casos, sea susceptible de ser superado dialécticamente, haciéndonos correr el riesgo de ser abocados a la insatisfacción, al destierro…
Si nos aproximamos a Segismundo y Rosaura de La vida es sueño de Calderón de la Barca (punto de partida de esta creación escénica) desde esta óptica, pues, estaremos en medio de un marco en el que cabe poner en duda todo lo que ha rodeado y constituido a nuestro imaginario del mundo, conduciéndonos, irremediablemente, a preguntarnos quiénes somos y el sentido de nuestro nacimiento. Llegados a este punto, éste no tiene por qué estar al servicio de la reproducción sistemática de lo que se espera de nosotros, sino en realidad, como una oportunidad que podría ser encauzada a emprender un proyecto de vida, o quizás, un acto performativo cuyas implicaciones cuestionarían a esta lectura binaria y limitante de estar en el mundo.
Detrás de las consignas y acciones más “conservadoras” y “reaccionarias” hacía lo anterior, reside el temor a que lo que nos ha dado “seguridad”, se nos presente como una especie de “jaula de zoológico” que siempre ha estado abierta, pero por fe a las garantías que nos han promocionado los valores tradicionales de occidente, solemos regresar a ella como si fuese nuestro lugar de residencia, no un sitio al que podríamos ir de “visita”. He allí que personajes como Rosaura y Segismundo lidien con tantas situaciones, pensamientos y emociones, aparentemente, contradictorias. Sin lugar a dudas, no hay manera de desligarse de los condicionantes de estar en medio de semejantes tesituras, pero si uno saca de dentro de sí la valentía y la lucidez que derrochan Segismundo y Rosaura en La Vida es sueño, uno se habrá estado preparando para cuando la fortuna no sea tan desfavorable.
En esta línea, María Muñoz nos plantea una creación que está en permanente diálogo con dicha obra literaria, junto a un texto que escribió el cineasta Pasolini al respecto. Eso sí, esta profesional se enfrenta a un desdoblamiento de su persona, interpretando monólogos y coreografías con el fin de gestionar a través de sí, los entresijos que nos introduce La vida es sueño, esto es: ¿Saben de esos momentos en los que de tanto pronunciar una misma sentencia o idea ello se termina “diluyendo” o, por el contrario, se desvela que ello no está llamado a “fundar” ningún movimiento “vanguardista”? Entonces, uno entiende que, a día de hoy, no se dispone de las herramientas más adecuadas para sacarle el máximo partido a lo que se nos ha puesto de frente. No obstante, el dar con la fórmula para empezar a “bailarlo” (en todos los sentidos), nos adentra en un lugar en el que nos vamos familiarizando con lo que en un inicio nos resultaba ajeno o desconocido.
Ahora donde antes leíamos restricciones, nos topamos con articulaciones a dimensiones en las que estaría fuera de lugar “resolver” lo que nos ocupa, ya que nuestros instintos nos dirigen a habitarlo de lleno. O dicho de otro modo: este es uno de tantos contextos en donde uno se termina aproximando a la filosofía, más que al aprendizaje de conclusiones “filosóficas” de otros. Piénsese que “bailar” sobre algo, implica, entre otras cosas, situarse bajo parámetros epistemológicos a los que las ciencias formales, las ciencias sociales o las ciencias naturales pasan de largo. Y aún así, uno alcanza ampliar su integridad como individuo, tras dicho tránsito.
Encima, María Muñoz estaba tan entregada a esta empresa que, su danza se sublimó a escalas en las que afirmar que interpretó acorde a la “corrección técnica”, se queda como algo vago e insustancial: parece mentira que esta obra haya procedido de un arduo trabajo de un excelente grupo de profesionales, y no de algo que brotó de la Naturaleza. Sinceramente, De haber nacido me parece de las obras más exquisitas, maduras y elegantes que he visto hasta la fecha.