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Por Cristina Rodríguez

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Ver Dexter al principio era fácil: cae la noche, camiseta oscura, cuchillo en mano, víctima sobre la mesa, y vuelve a amanecer. Después, Dexter Morgan (Michael C. Hall) se dedica todo el día a su trabajo como forense experto en análisis de salpicaduras de sangre, mientras que debajo de sus guantes de látex, sus manos siguen manchadas de sangre por culpa de sus andanzas de la noche anterior. Así, desde que Showtime estrenó en 2006 esta serie, el asesino en serie de Miami centraba sus episodios en un crimen cada temporada, alrededor del cual bailaban las historias de sus personajes. Con este patrón, Dexter era una especie de caza incesante del ratón y el gato en la que uno sabe que el forense es listo y no se dejará atrapar, pero la duda de qué pasaría si queda sembrada.

Ver Dexter a partir de la sexta temporada se hizo un poco más difícil. Incluso hubo quien catalogó esta temporada como destinada al olvido, especialmente si se compara con el momento culmen de Dexter: la cuarta temporada y Trinity. Cierto es que la sexta dejó todo un bajón de audiencias y decepción en gran parte de los espectadores, pero era necesario rescatar la historia y ella misma supo enmarañarse a más no poder, deja los crímenes a un lado, se centra en los personajes, y la combinación resultante de todo esto es un final, como mínimo, para quedarse con la boca abierta.

El estreno de la séptima temporada no fue para menos: después del gran descubrimiento en Debra Morgan (Jennifer Carpenter), la serie prometía, porque no la dejaba indiferente a ella, y mucho menos a los espectadores. Así fue que en el primer capítulo rompió sus records de audiencia mientras parecía que Dexter iba encontrando el equilibrio que necesitaba para calmar por primera vez en su vida a su oscuro pasajero. Pero los hermanos de la familia Morgan parecen actuar como una balanza, así que si el asesino goza de calma, su hermana se destruye poco a poco, con un secreto que a la vez, la va matando y la une mucho más a su hermano que en las temporadas anteriores, quizá demasiado.

La séptima temporada ha estado cargada de tensión. Es extraño que Dexter no actúe si lo necesita, pero esta vez era necesario. Es extraño también que Dexter se salte su código, porque cuando lo hace, todo sale mal, ya lo enseñó en su momento más esplendoroso. Pero un Dexter que no se deja llevar por su oscuro pasajero es un Dexter que está cada vez más cerca de ser humano, que es capaz de sentir y de compartir sus secretos. Así, la séptima temporada de Dexter se ha centrado en que el personaje se conozca a sí mismo, en contar verdades sobre su padre adoptivo y su familia biológica y, sobre todo, en poder amar. Pero esta vez no es un amor que el asesino no siente ni entiende, como pasó con Rita (Julie Benz), es un amor pasional sin razón, con Hannah McKay (Yvonne Strahovski), una mujer que lo conoce de madrugada, mientras ella está envuelta en plástico y él agarra un cuchillo dispuesto a mancharse de sangre.

Aun así, los guionistas han parecido no olvidarse de que la serie trata sobre un asesino, y para dejar un buen sabor de boca, dejaron explotar toda la tensión en el último capítulo, dándole otra vuelta a la familia Morgan y dejando la duda de si en la octava y última temporada podrá alcanzar la paz interior sin tener, aparentemente, un cazador detrás de él que descubra su verdadera identidad.

Sea como sea, esperemos que diciembre de 2013 traiga el final que un asesino en serie merece.

@noventaytres

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