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«El mundo de los astilleros siempre se ha asociado a la gente pobre», me dijo un día un ingeniero naval cántabro que reunió toda la historia de los astilleros de Santander y Guarnizo en un libro. De diseño austero y formato casi tesístico -relativo a tesis, si le añado los afijos- documenta todos los avatares de esta industria desde sus inicios en el siglo XVI en Guarnizo hasta los años noventa del siglo XX.

Geográficamente, los astilleros de Santander se ubican en la bahía y la van bordeando hasta alcanzar la población de El Astillero -anexa a Guarnizo- desde donde hace décadas han habitado los trabajadores del perímetro de construcción naval, en el cual sobresalen las grúas al marcar un poderoso skyline portuario mientras los atardeceres difuminan el color anaranjado del sol a la vez que coexiste el recuerdo de las resignaciones soportadas desde los años setenta, como sucedió con otros muchos astilleros españoles. De manera taxonómica aparece en dicho libro un apartado con el epígrafe titulado Personajes, que no son precisamente de ficción, sino que fueron de existencia clave en la evolución de la industria naval cántabra, en los que el mismo autor se incluye. Se presenta de tal forma que aparenta parte de una descripción literaria por lo que tiene de suspense y de jeroglífico. Como Larsen, el protagonista de El Astillero de Juan Carlos Onetti, su vivencia testimonial en la factoría naval es una metáfora del declive de la existencia. Como en nuestros tiempos, donde imperan los ERTE y muchas veces la parálisis es parte de la historia, todo parece involucionar. Nadie sabe qué está ocurriendo realmente. Al igual que la novela de Onetti todo parece tener un marcado carácter existencialista.

Puerto Madero, Buenos Aires. Foto: Eva Giménez Cotanda

Río de la Plata, Puerto Madero – Buenos Aires. Foto: Eva GC

 

El breve párrafo testimonial del libro es el siguiente:

«Perteneciente a la promoción de 1971, fecha en la que empezó a trabajar en Astander. Siempre estuvo ligado a las nuevas construcciones, durante casi quince años en producción y el resto en la Oficina Técnica. Tuvo que ser testigo del cierre de la Oficina Técnica y de la prohibición para realizar nuevas construcciones, decisiones estas que pusieron en grave peligro la propia continuidad de Astander. Fue de los pocos trabajadores de Astander que vio con claridad que el cierre de la Oficina Técnica y de la prohibición de realizar nuevas construcciones, traería serios problemas a la empresa, como así fue. Participó en la mayoría de las nuevas construcciones que Astander realizó hasta 1989.»

La crisis en el sector naval comenzó en la década de los setenta y al llegar los años ochenta era un sector totalmente en decadencia, necesitado de ayudas y financiación. Las huelgas y protestas en estos años son constantes y numerosas, y las plantillas se reducen notablemente. “Aquello fue mi triste”, prosigue el ingeniero, testigo de los despidos y del declive de la empresa pública, perteneciente entonces al INI (o Instituto Nacional de Industria) que acogía a la sociedad Astilleros Españoles, S.A., cuyos objetivos de producción, tecnología y empleo en los años sesenta eran prósperos y megalómanos, como un símbolo de poder nacional de cara al exterior. Larsen fue a trabajar a Puerto Astillero para empezar un nuevo empleo como gerente en unos astilleros en quiebra. Su vida se dota de sentido cuando piensa en la hipotética salvación del astillero, repleto de procesos judiciales que son el lastre y el obstáculo de aquello que, por el contrario, debería avanzar. Entre farsas y sueños los personajes viven entre la incomunicación, la falsificación de documentos, los procesos judiciales y la burocracia. El lugar descrito en la novela está vacío, abandonado, casi muerto, a pesar de imaginar en su despacho una empresa millonaria y viva, en el marco de una mantenida voluntad de suponer un centenar fantasma de obreros y empleados, a la vez que recuerda los atardeceres en los que un camión atracaba en los fondos.[1]

«De cuatrocientos trabajadores solo quedaron cuarenta», me dice el ingeniero naval.

Cuando oyó que llegaban, a las nueve, en la fría mañana de buen tiempo, se quitó el sombrero y el sobretodo, esperó a que hicieran ruidos y se sosegaran, y los llamó con los timbrazos inconfundibles. Primero a nadie y después a nadie; primero al Gerente Técnico y después al Gerente Administrativo.

En 1989 comienzan las privatizaciones de los astilleros en España. La Comunidad Económica Europea restringe subvenciones y se paralizan las construcciones navales. Según este ingeniero naval, esto fue una imposición de la Comunidad Europea. La idea predominante como solución a la crisis es la privatización. Los primeros en pasar por ella fueron los Astilleros de Canarias, Astican, que diez años más tarde arrastran a la privatización a los Astilleros de Santander (Astander, antes denominados en los años cincuenta Talleres del Astillero S.A.). Ahora en 1999 reviven los ERE y los recortes de plantillas en más de la mitad de sus trabajadores. De momento, debido a las prohibiciones europeas, solo se reparan y se transforman buques. En la novela de Onetti, otro personaje, Díaz Grey, sostiene lo siguiente: Nuestra manera de vivir es una farsa, capaces de admitirlo, pero no haciéndolo porque cada uno necesita, además, proteger una farsa personal. También yo, claro. Petrus es un farsante cuando le ofrece la Gerencia General y usted otro cuando acepta. Es un juego, y usted y él saben que el otro está jugando. Pero se callan y disimulan.

En los años 2000 de nuevo resurge otro problema, que es el de la competencia asiática, y así sucesivamente, hasta que aproximadamente en 2007 se vuelve de nuevo a la construcción de buques. Los tiempos actuales continúan dentro de la renovación y la reconversión, y muy recientemente la digitalización, en el marco de la crisis actual paralizante. Siglos atrás, en la época de la Carrera de Indias, los galeones reales y grandes embarcaciones de madera que partían a América se construyeron en el Real Astillero de Guarnizo, que fue el astillero más grande de España en la construcción de estos barcos.

[1] La cursiva es del texto de la novela de Juan Carlos Onetti, El astillero. Edición de Cátedra.

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