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Los próximos 10 y 11 de febrero se representará en el Teatro Central de Sevilla, El Bosque, de la mano de Marcat Dance: Piezas como Alanda o Adama de esta compañía andaluza, nos ilustran que sus componentes no han parado de indagar en torno  a la idea de tribu, de una conexión con la Naturaleza y el medio que les rodea, para generar un imaginario en el que ellos hacen de las veces de “ventana” bajo la finalidad de que, nosotros los espectadores, nos asomemos para si quiera figurarnos en qué lugares habitan sus personajes durante la representación de sus piezas.

 

Si bien es cierto que lo anterior es propio de las artes escénicas, los integrantes de Marcat Dance lo llevan a un plano en el que o “entras en su juego”, o uno se queda desorientado dado que no se encuentra la interconexión entre lo que están interpretando, con lo que se introduce en la sinopsis de sus piezas. Ello, entre otras cosas, supone que sus trabajos nos educan la mirada, mientras nos muestran que uno como espectador puede dar parte de sí, con el fin de sacarle el máximo partido a las experiencias inmersivas que ellos nos ofrecen.

 

Según lo que me ha llegado hasta ahora de El Bosque parece todo indicar que seguirán en la misma línea trabajo ¿Ello significa que se están “acomodando”, o que quizás tienen una “crisis de creatividad”? Creo que lo más edificante y justo para con estos profesionales, es pensar que estos profesionales siguen profundizando en  investigaciones que precisa explorar por todas sus posibilidades y “senderos” disponibles… Por lo pronto, no han parado de recibir buenas críticas tras su estreno en la primavera pasada en el Festival Marbella Todo Danza. Sin más que añadir, les doy paso a un adelanto de esta pieza que se ha hecho espera para los que residimos en la ciudad de Sevilla:

El bosque, su realidad, no sirve sólo como estímulo para el movimiento, sino también para el diseño de iluminación, de vestuario y por supuesto para la composición musical. Todos los elementos están íntimamente relacionados bajo este concepto para introducir al espectador en un viaje sensorial, un viaje que le permita perderse dentro de él.

Como expresa José Pablo Polo, compositor musical e intérprete: Probablemente escuchar sea, de entre todas nuestras facultades, la más traidora. Mientras el conjunto de cosas que podemos ver y tocar se nos presentan como una certeza, o como algo presente sobre lo que configuramos nuestra realidad, el sonido es algo efímero, transitorio, un recuerdo de algo lejano. Adentrarse en un bosque es enfrentarse a esta incertidumbre, dialogar con una serie de sonidos que nos perturban debido al desconocimiento del origen de su fuente emisora. Esta inmersión hacia lo desconocido es el punto de partida de la composición musical para El Bosque: una orquestación en tiempo real de un paisaje sonoro de naturaleza eléctrica, casi bioluminiscente, que conduce al espectador por senderos que palpitan, laberintos que resuenan con el peso de la gravedad de un sueño profundo del que no podemos despertar.

 

 

El Bosque de Mario Bermúdez/Marcat Dance desvela los frutos de contar con un equipo de profesionales extraordinario

 

 

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