En [Estudio para cuerno y cuerpo] todo precisaba de que no se saltase ninguno paso. De lo contrario, nosotros los espectadores, hubiéramos visto una suerte de “viñetas” y melodías más o menos enlazadas, no el origen y la razón de ser de lo que invocaron Tania Garrido y Silberius de Ura en escena.
Lo cual, entre otras cosas, lleva consigo que entendamos que lo que muchas veces hemos relacionado con los extremos de un mismo espectro de estados corporales, de arquetipos y demás cuestiones que forman parte de nuestro imaginario compartido, no son más que una selección entre incontables posibilidades de algo que habita en nuestro interior, en el legado que nos han dejado nuestros ancestros… Así, estos profesionales, nos hicieron “recordar” (por llamarlo de alguna manera) que lo que acostumbramos habitar en nuestro cotidiano no es una síntesis, sino en realidad, aquello que, por una serie de contingencias históricas y biográficas, nos remite a nuestra forma limitada de ser y estar en el mundo.
Por tanto, las cosas que afloraban a la “superficie” habían sido desarrolladas hasta sus últimas consecuencias, desvelando que lo que hemos ubicado como “contrarios”, son fases de un ciclo cuyas articulaciones no están al alcance de nuestra imaginación. He allí que la danza de Tania Garrido hacía de las veces de catalizador, en tanto y cuanto que nos impulsaba en lo sensorial y en lo intelectual a un estadio en el que todo estaba a nuestro alcance en cuestión de segundos, o quizás, deberíamos invertir una vida entera para comprobarlo.
No había una “cuarta pared” entre estos profesionales y nosotros los espectadores, sino una especie de “portal” que nos permitía distinguir el cómo se manifiestan los seres de dimensiones paralelas a la nuestra. Sí, aquellas en las que los que constituye su mundo se organiza de otro modo al nuestro, pero por algún motivo, hay puntos en donde convergemos y hasta nos podemos confundir y comunicar los unos con los otros. Probablemente, haya muchas cosas de su dimensión que no las consigamos comprender o si quiera empezar a estudiar, pero todo parece apuntar que nuestras respectivas dimensiones se sostienen entre sí. En esta línea, me reafirmo en la idea de que una buena pieza de artes escénicas son las que nos hacen dejar entre paréntesis que estamos asistiendo a una representación, tal y como sucede con una buena obra literaria.
Estudio para cuerno y cuerpo está tan bien montada que, a la hora defender su discurso, estos profesionales consiguieron el equilibrio entre el proyectarse hacía el infinito navegando por dichos estados corporales y arquetipos, y no interpretar una “sesión avanzada de improvisación”, es decir: era tal la escucha entre Tania Garrido y Silberius de Ura que sentía que lo que pasaba en escena estaba sucediendo aquí y ahora, como también, que no podía suceder otra cosa. Y justo esto es lo que toda pieza debe aspirar. Ya que es fácil, bajo estos parámetros, caer en el efectismo, en lo predecible o, en el peor de los casos, desenvolverse como si no se tuviese un horizonte al cual dirigirse.
Es más, ello es signo de que los profesionales en juego respetan el acto escénico y a su público, en la medida de que están asumiendo de que debe quedar expuesto el cómo operan las condiciones de posibilidad que se han dado, por encima de dar a respuestas a todo lo que han hecho alusión, en especial, si se trata de obra no narrativa. Este es un trabajo en donde uno va aprendiendo a verlo, puesto que éste no ha sido confeccionado para “complacer” las miradas de una supuesta mayoría. Piénsese que, en Estudio para cuerno y cuerpo, a nosotros los espectadores se nos ofrece el tiempo suficiente para reconducir el deseo de lo que nos “apetecería” que sucediese, lo cual ayuda a que de verdad nos sumerjamos a en lo que se nos está planteando en escena, no nos “entretengamos”.