Seleccionar página

Gerard Fieret fue un gran outsider de la cultura europea, más que eso: fue un completo marginado. Su creación artística, fotográfica y poética, siempre se vio acechada por los problemas psiquiátricos, por una forma de ser huraña, por un estilo de vida agrio, solitario, seco, sarmentoso, hermético. Hoy, en este Odradek de los viernes, os transcribo las notas de mi libreta, tal cual están, con las que he intentado iniciar una aproximación a este personaje como forma de poder intentar comprender un poco de su poesía.

Me ha llegado el libro Los hombrecitos Hasselblad, del poeta y fotógrafo (o al revés: fotógrafo y poeta) holandés Gerard Fieret, publicado por Kriller 71. Como acostumbra esta editorial, a la cuidada edición hay que añadirle el valor de ser bilingüe (los poemas aparecen también en holandés) e incluir un interesantísimo e imprescindible prólogo sobre este Fieret desconocido.

Además, el libro presenta unas cuantas fotos realizadas por el autor que se combinan con unos cuantos textos que se han denominado “textos encontrados”. Pero, ¿quién era este Fieret?

Fieret, Gerard Fieret, nació en 1924 en La Haya y falleció en el mismo lugar en 2009. Según nos aclara Nanne Timmer en el prólogo del poemario, Fieret fue más conocido por su fotografía que por sus poemas, a pesar de poseer una extensísima producción poética, con varios libros publicados y, al parecer, cientos de textos dispersos. El libro de Kriler 71 reúne 30 poemas y 9 textos que son otras 30 puertas que dan a 30 habitaciones oscuras que se ubican en la cabeza del autor.

Fieret escribió gran parte de sus poemas en posavasos: en el Gemeentemuseum de La Haya hay una colección de miles de posavasos de Fieret. Cuando me entero de esto, visito la página web del museo, encuentro algunas fotos de Fieret, pero ni rastro de los posavasos. Al final, será en Ebay en donde los localice. Un coleccionista particular vende una más que atractiva colección de 25 posavasos pintada por Fieret al precio de 2.600 dólares. Los posavasos pintados de Fieret suelen proceder del bar De Posthoorn, sito en La Haya.

En la introducción de la antología se nos advierte que uno podía encontrarse con Fieret por las calles de La Haya. Era un tipo conocido, popular, siempre atareado en la faena de dar de comer a las palomas, de ahí su mote de hombrepájaro. Igual te saludaba afablemente que te rociaba de improperios, según el Fieret que hubiera brotado ese día. Se puede leer en el prólogo al poemario:

El desdoblamiento psíquico, la experiencia humana y el viaje existencial son ingredientes constantes en una obra no exenta de delirio. Su lenguaje es fresco, el humor y la ironía son marcas muy propias de su estilo vital, al igual que en su fotografía”.

Entiendo que hay cierta bipolaridad en Fieret, ¿pero acaso no hay una cierta bipolaridad en cualquier escritor, más aún en un poeta? Ya lo mantenía Octavio Paz en su ensayo El arco y la lira (Fondo de cultura económica), hacer poesía es algo relacionado con ir más allá, alcanzar la otra orilla en donde se encuentra la otredad

De Posthoorn, sito en La Haya.

Tal vez Fieret ya habitaba la otredad, escribía poemas y hacía fotos, y dibujos, desde la otra orilla.

Cuando murió, era más conocido por sus fotos que por sus poemas. Sus fotografías se vendían por 10.000 dólares mientras Fieret agonizaba en la soledad congelada de un cuartucho en donde solía dormir en una silla, rodeado de basura, ratones y palomas, tal y como se nos informa en el preámbulo al poemario. Fieret tenía mucho de Diógenes, pero también habitaba la desesperación del artista incomprendido.

Manía persecutoria: sentía que lo seguían, espiaban, para robarle su obra fotográfica. Eso lo volvía huraño, agresivo, inestable.

Tras su muerte, se descubrió que Fieret ocultaba dos bidones repletos de negativos, perdidos entre el maremagno de porquería, entre la escombrera de lo que fue su casa. En 2016 y 2017 una exposición sobre Fieret lo dio a conocer en París, Turín y en la propia La Haya: ahora, como fotógrafo, Fieret de renombre internacional.

La fama y el éxito, aún póstumos, están bien, pero el poeta costarricense Laureano Albán siempre me ha insistido que mejor es experimentarlo en vida, recibir algo de vuelta tras tanto sufrimiento dedicado a la poesía (en efecto, juntaletras instagrameros, escribir poesía es vivir en el sufrimiento, perennemente instalados en el dolor); como me decía, si te alcanza el éxito que sea en vida, para poder disfrutar un poco de la juerga aquí y ahora.

Fieret no pudo… O tal vez lo hizo a su manera.

Países Bajos: invasión de la Alemania nazi. 1940: el austriaco Arthur Seyss-Inquart es nombrado Comisario del Reich para los territorios ocupados de Holanda. Un auténtico desgraciado. Lo colgaron en Núremberg, pero antes combatió la resistencia Orange y organizó las sacas de trabajo esclavo tomadas entre los ciudadanos holandeses y, entre ellos, Gerard Fieret de camino (junto a otros cien mil jóvenes) a campos alemanes para un total de quinientos mil trabajadores forzados.

El antes y el después de Syss-Inquart:

Fieret buscó esconderse, pero no lo quisieron ocultar en ningún sitio y acabó en una fábrica de motores de avión para Junkers cercana a Estrasburgo y luego, castigado, fue trasladado a la fábrica de Junkers en Leipzig y, después, a otra en Luftenshal. Fieret no era disciplinado y recibía estos traslados a modo de correctivo. Siempre podría haber sido muchísimo peor. Fieret afirma con dureza:

Un descuido y la vida te castiga de inmediato”.

Y fue castigado: hartos de él, lo deportaron para cavar trincheras en el hielo de la región de Mosel, cerca de Luxemburgo y Coblenza. Desde allí, Fieret logró escapar, esconderse con un campesino en la localidad de Waseweiler hasta la liberación de Holanda por parte de los Estados Unidos.

Fieret, poeta desdoblado, en blanco y negro y en color:

Dos notas literarias me vienen a la cabeza al leer esta parte de la biografía de Fieret: la novela de Hugo Claus sobre la ocupación nazi de Bélgica, El asombro (Anagrama) y el premio Goncourt, El orden del día (Tusquets), de Éric Vuillard, como reflexión a lo de las fábricas de mano de obra esclava de Junkers.

Enlace a mi crítica del libro de Hugo Claus:

http://laficciongramatical.blogspot.com/2013/11/el-asombro-hugo-claus.html

Enlace a una reseña que hice de El orden del día:

http://proscritos.com/eric-vuillard-y-el-orden-del-dia-sobre-el-desorden-de-la-historia/

Entonces, ¿quiénes son estos hombrecitos Hasselblad que dan título a la antología de Kriller 71?

Si he entendido bien a Fieret, y a veces no es sencillo comprenderlo, existían, según él, dos mundos en el campo de la fotografía; uno de ellos lo conformaban los artistas reconocidos o, tal y como los llama, “ejércitos de incultos asociales”, entregados en cuerpo y alma a robarle sus poesías y sus fotos mediante todo tipo de artimañas y, otro grupo, el que se obsesionaba con la técnica fotográfica, empeñado en que Fieret pareciera un aficionado, que llamaba “los hombrecitos Hasselblad”.

Apunte: Hasselblad; Hasselblad Imacon, concretamente, es la marca que fabrica una de las mejores cámaras del mundo. Son suecos. Estas cámaras tomaron las fotos lunares de la expedición del Programa Apolo.

Bien, algo he comprendido ya de Fieret: marginalidad y marginación, bipolaridad, manía persecutoria, Diógenes, obsesión por las palomas, fotografía y poemas, soledad a raudales, incomprensión, flaneurismo holandés, deportaciones nazis, mano de obra esclava, traumas, personalidad psicótica, nihilismo, anarquismo social, basura, suciedad, negativos en bidones. Desarraigo.

¿Qué nos encontramos en los poemas que conforman la antología de Kriller 71?

Fieret es un poeta que no ha encontrado, ni encontrará, su sitio; artísticamente hablando, eterno outsider de la cultura europea. Fisiológicamente: eterno desdoblado, más que eso, múltiple.

Poema que abre la antología. No puede ser más acertado para definir la personalidad del poeta:

Me desenrollo en mi

yo a, yo b, yo etc.

me disuelvo en la lluvia

yo a, yo b, yo etc.

 

En el país de las cuatro corrientes

continúo

yo a, yo b, yo etc.

 

Así llego en aluviones

a las imágenes extremas

del pasado

yo a, yo b, yo etc.

 

Me nombro zeus júpiter

odiseo ruido

yo a , yo b, yo etc.”.

En efecto, intención de transgredir la norma, sin respeto por la ortografía, violentando las mayúsculas, las comas, y esa repetición de yos como a, como b y como etcétera. Es Fieret reflejado en un espejo. Es Fieret múltiple reflejado en el espejo de su poesía.

Problemas de estabilidad emocional, psiquiátricos, psicológicos. El rastro en sus poemas aparece claro, como en el primer verso de la segunda composición del libro:

el óxido carcome mi cabeza”.

Es este Fieret enfermizo, sin embargo, es un poeta lúcido que tiene las cosas muy meditadas y asumidas, o al menos las cosas relacionadas con sus trastornos. Tercer poema, última estrofa:

yo puerta a

mí mismo

puerta detrás

puerta

a mí mismo.”.

Es esa puerta la que, gracias a la creación poética, conduce a Fieret a la otredad octaviopaziana; es esa puerta la que abre con sus poemas, y es por esa puerta por donde va a comprender su mundo lírico o, al menos, encontrarse con él para devolvernos su propia visión desde aquella dimensión de versos. Poema titulado yo-el otro:

yo-no el otro abre la puerta

veo el paisaje al revés

los pájaros vuelan de espaldas

no yo-el otro lo atraviesa

el cielo

debajo de sí, él ve

su ego sin gravedad

un último aletazo”.

Es la obsesión por el desdoblamiento, por la percepción de ese otro mundo que podemos aprehender cuando somos otro yo, cuando no somos nosotros. Es Fieret un Mr. Hyde de la poesía, que solo compone versos cuando la pócima actúa con efecto desbocado sobre su Jekyll. Del poema Presente:

si no tú

soy yo

llamo a la puerta

y dejo que entre (…)

se sienta a mi lado

alguien

que no está.

Fieret es mucho más que esta poesía tiznada de locura. Fieret se muestra irónico con su situación, diríase que a veces hasta es cruel. En sus palabras siempre se puede hallar un rastro de desesperación que, sin duda, viene de la mano de la enorme soledad que tiene que soportar. Del poema Un nombre:

Del vacío que no es vacío

yo perdí mi yo

porque como el vacío quiero ser”.

Ahora, es un Fieret metafísico, sabedor que igual que ocupa diferentes planos, puede no albergarse en ninguno. Pero, al menos, es consciente de una realidad que nadie le podrá, jamás, arrebatar: “sólo soy palabras”, nos confiesa en el poema Rastro.

Fieret con sus palomas: el hombrepájaro.

Fieret explora sus incapacidades, aunque ser solo palabras no parce una enfermedad, salvo que estemos ante un Tourette de la poesía.

Aparece otra de sus tormentas, quizás por la soledad, tal vez por los duros momentos vividos, Fieret puede palparse el alma y concluir que carece de empatía. En otro poema, así lo asegura:

no puedo llorar porque

soy demasiado seco”.

Su vida es un continuo estado de agresión y de agresividad. Se encuentra, como creador, incomprendido y criticado, tal y como describe en los primeros versos de El escultor:

Envuelto por el hierro

de la intransigencia”.

Y este es un hierro muy duro, muy difícil de quebrar. En el anonimato, solo puede identificarse con una de sus personalidades, la de hombrepájaro. En el poema Los espacios de mi ojo así lo afirma:

yo hombrepajaro

nadie me conoce

nadie me oye”.

La poesía de Fieret es un tratado sobre la existencia, sobre su existencia, que cristaliza en el poema del mismo nombre, Existencia, verdadera clave de la antología y que nos ofrece toda la cosmología de Fieret, su forma de ver e interpretar la realidad, o la irrealidad y la vida, hasta consecuencias extremas. Este es el poema magistral, ese intento del autor por auto extraerse la piedra de la locura, y que tan solo, como fotógrafo que es, logra un selfie de sus interioridades más tenebrosas. Lo voy a copiar entero porque estas palabras son Fieret. Estas y no otras. Estas:

tengo que forzarla

en mis paseos nerviosos

en lo que observo

a través del viento húmedo de la noche

tiendas silenciosas escaparates mudos

el balance de nosotros mismos

en ningún lugar estoy como en el viento

húmedo de la noche y las tiendas

quisiera llorar por las calles

las trastiendas, la carne de los mataderos

y el colgar silencioso de todo lo despiezado

los botes de perfume y la ternura dulce

de las muñecas en sus escaparates

cuando regreso a casa

a través del viento húmedo de la noche”.

Este es un poema que solo puede componer un poeta monumental. Es marmóreo como un epitafio, un sólido templete de versos amargados que significan su mausoleo. En el “colgar silencioso de todo lo despiezado” radican las claves estilísticas y existenciales de un Fieret que refleja su soledad en los escaparates que ofrecen esa “ternura dulce” que jamás será para él.

Otras veces, este habitante del “viento húmedo de la noche” abraza el minimalismo, compone poemas diminutos, de apenas dos versos, en donde grita con toda su fuerza su voz:

yo pequeño en la lluvia canto

en cada gota”.

La poesía de Fieret es el trabajo de un hombre acosado por una sociedad y una realidad que lanza mordiscos, de mandíbulas afiladas. “Lobos por todas partes lobos” nos avisa al comienzo de su poesía Lobos. Aunque él se identifica con las aves: se encuentra “en la jaula de la mañana” y se siente “doble loro” (de nuevo la bi-personalidad), y en un momento determinado nos habla de “los grandes y oscuros pavos reales de la noche”.

Creo que es suficiente para, cuando haga una crítica de la poesía de Fieret, poder mostrar toda la belleza y originalidad que alberga la poesía de Fieret. Los hombrecitos Hasselblad conforman un conjunto de textos sorprendentes, se trata de otra forma de poesía, elaborada desde los umbrales, que constituye, seguro, un descubrimiento para cualquier lector.

Nota final: atención a las fotografías que ilustran la última parte del libro, un regalo de los editores, un valor añadido para el mundo de tragedia de Fieret. Tan trágico que, el propio libro, se terminó de imprimir en el día del 25 aniversario de la muerte de Kurt Covain. Y es que, entre perdedores, hermosos perdedores, se mueve el maldito juego que se denomina Arte.

Comparte este contenido