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Si uno va a ver Hiraeth sin haber leído la sinopsis, se encuentra con algo que podría ir de lo que fuere. Digo esto más que nada, porque una sucesión de pequeñas coreografías, en las que en su mayoría predomina un movimiento formal, estilizado, y en lo estrictamente técnico, bien ejecutado. Da la sensación de que es un trabajo en construcción en lo que se refiere, específicamente, en la transmisión al público de un mensaje concreto.

 

Ahora bien, si después de haber visto esta pieza con atención, leemos su sinopsis, nos damos cuenta que los cambios de vestuarios, su ambiente sonoro y las proyecciones que acompañaron a sus intérpretes, provienen de una estructura que la mantiene sujeta a tierra. Aún así, les preguntaría a Carolina Márquez y a Carolina G. Jara, hasta qué punto cada una de las escenas que componen a esta creación son imprescindibles para contar lo que han querido contar; a qué viene que la mayoría de las coreografías agolpen tanto paso de danza, y apenas se haya dado margen a la respiración de sus intérpretes o a más cambios de ritmo en el interior de su dramaturgia; etc.…

 

Nunca hemos de olvidarnos que la técnica en danza, el uso de proyecciones audiovisuales, la iluminación, el ambiente sonoro, el vestuario y demás elemento que conforman una obra escénica, han de estar al servicio de contar algo. Dicho esto, ¿eso significa que la representación de esta obra de C-Art Dance, no tiene nada que ver con lo que se nos introduce en su sinopsis? No, pero pienso que Hiraeth empezará a coger vuelo tras haber hecho una profunda y meditada reflexión sobre lo que han puesto en escena en la Feria de Artes Escénicas de Palma del Río del presente año.

En el fondo, Hiraeth es una experiencia inmersiva en el que, nosotros los espectadores, se nos induce a dejar nuestras mentes en blanco debido a transitar por un sinfín de imágenes y sonidos bien entrelazados, cuyos intérpretes se despersonifican al servicio de la Totalidad. Una Totalidad que se consuma una vez que se ha superado dialécticamente las contradicciones que llevan consigo la convivencia de la Naturaleza, con el ser humano dentro de su afán de independizarse y de la tecnología que, el mismo ha confeccionado bajo la finalidad de mejorar sus condiciones de vida. Mientras domina a la Naturaleza como si el ser humano fuese el dueño de quien, paradójicamente, fue la que le vio nacer y crecer. Y todo esto hubiese estado bien encaminado, si estos profesionales  hubieran permitido que se diluya el marco conceptual que le dio lugar a Hiraeth, condicionado, como mínimo, a la dirección y composición de las coreografías y algunas de las proyecciones que constituyen a esta pieza. O dicho de otra manera: A veces dar un rodeo y abandonar ciertas cosas que se verifica que no aportan contenido, es el camino más directo a lo que realmente se quiere materializar. Porque no todo lo que conviene tener en mente ha de estar, necesariamente, representado en escena: Sea para evitar redundancias o confusiones a los espectadores.

 

Sin lugar a dudas que, los integrantes de esta compañía andaluza han dado todo lo que tienen con sus corazones en la mano: su compromiso y cariño para con esta pieza es total. Y justo eso es lo que me mantenía interesado por todo lo que hacían en escena, es más, han habido dúos, solos…, que me parecieron fantásticos y de un potencial que espera a ser desarrollado en esta creación y las siguientes que emprendan estos profesionales. He allí que me he quedado con curiosidad de conocer más del trabajo de C-Art Dance, pues, estoy convencido que en cuanto terminen de “ajustar su puntería” darán un salto cualitativo espectacular.

 

 

La Reina del Metal de Vanesa Aibar y Enric Monfort es una obra sin límites

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