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Por Diego E. Barros

Fue el venezolano Arturo Ulsar Pietri el que dejó escrito en un ensayo sobre el cuento en su país: «Lo que vino a predominar en el cuento y a marcar su huella de una manera perdurable fue la consideración del hombre como misterio en medio de datos realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad. Lo que a falta de otra palabra podrá llamarse un realismo mágico». Corría 1947 y lo hizo Ulsar Pietri sin saber que acabaría por definir no sólo buena parte de la literatura latinoamericana, sino de la imaginería del continente. Faltaba un año para que el cubano Alejo Carpentier escribiera en su prólogo a El reino de este mundo la definición de lo que él llamaba «lo real maravilloso», y que venía a ser más o menos lo mismo. Después unos editores catalanes se encargaron del resto cambiando el nombre por una onomatopeya.

Hemos aprendido desde entonces a tirar de recurso fácil para explicar todo lo que tiene que ver con la parte baja del Nuevo Mundo. Nunca hay que descartar las posibilidades que se abren ante la muerte de un líder político en Latinoamérica donde el cadáver de Chávez va camino de convertirse en un muerto que nadie sabe muy bien dónde poner. Fue mentar la posibilidad de embalsamar al finado comandante y todos corrimos a tirar de tópico sobre lo bombero de la idea, incluso desde esa Argentina tan europea. Ellos, que de embalsamar cuerpos saben un huevo.

Tomás Eloy Martínez escribe en Santa Evita sobre la desaparición de la primera señora de Perón: «Su muerte fue una tragedia colectiva. Sin la Dama de la Esperanza no podía haber esperanza. Sin la Jefa Espiritual de la Nación, la nación se acababa». Una frase repetida una y mil veces en las retransmisiones de la oficialista Telesur. Durante el largo sepelio del comandante la emoción embargó de tal manera al periodista que comunicó a la audiencia que «hasta el cielo se ha vuelto rojo». Una nota de color a diferenciar del pronóstico meteorológico ofrecido por un representante peronista con el cadáver todavía caliente de la santa argentina: «como si una gran tiniebla descendiera en todos lados». Al fin y al cabo, si por algo se había caracterizado Perón había sido por lo tenebroso de su gobierno.

Chávez finalmente no podrá ser embalsamado por la falta de previsión de sus partidarios. Las labores de embalsamamiento de Evita comenzaron unos veinte minutos después de su muerte y se alargaron unos tres años. Se encargó de ello un español, Pedro Ara, el mismo que había conservado las manos de Manuel de Falla. Su trabajo fue tan bueno que llegó a ser calificado de obra de arte y en un alarde de talento, Ara realizó tres perfectas copias de cera y vinilo casi imposibles de distinguir del original. Comenzó ahí Santa Evita una peregrinación que duraría casi dos décadas hasta que, en 1971, el cuerpo le fue entregado a Perón en la madrileña Puerta de Hierro. Justo a las 20:25, hora de la muerte de la santa, diecinueve años antes.

Los tertulianos televisivos se han explayado sobre la querencia latinoamericana por el realismo mágico y el populismo como su reverso mundano. Lo han hecho poco antes de explicarnos el poder de un tal Espíritu Santo para dotar de jefe a su Santa Madre Iglesia. Si algo tienen en común la imaginería vaticana y el chavismo es su capacidad para romper fronteras entre lo real y lo maravilloso de un plumazo. Que haya salido un papa argentino gracias a la intercesión del comandante venezolano con el espíritu es sólo una coincidencia que viene a certificar sino el potencial de Nicolás Maduro para ofrecernos de ahora en adelante tardes de gloria.

Ríos de tinta han corrido sobre el tema que ni nos hemos dado cuenta de que el realismo mágico ha aterrizado en la Europa de la seguridad jurídica vía corralito. Si algo nos caracteriza a los europeos es nuestra capacidad por racionalizar lo que los latinoamericanos atribuyen a una fuerza superior. Lo nuestro no es un rescate sino un préstamo en condiciones muy ventajosas, de la misma forma que el chándal de táctel ha sido elevado en Venezuela a la condición de unión revolucionaria.

El problema de la magia es su limitado efecto sicotrópico. No le den más vueltas, decía Anthony Blake, todo lo que han visto es producto de su imaginación. Nosotros, que esperábamos un Pontífice proabortista, progay e izquierdista; nos hemos encontrado con un colaboracionista de la dictadura de Videla. Los caminos del Señor son tan inescrutables que en su primera comparecencia ante la prensa, Bergoglio ha venido a decir «cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres», lo que me ha recordado a lo que digo yo tras el tercer gin tonic: cómo me gustaría no tener resaca mañana. La rapidez vaticana en recuperar la palabra «pobre» del vocabulario revolucionario certifica lo que dicen todos los estudios: el catolicismo tiene la misma dificultad para ganar creyentes que yo followers.

Mi abuela explicaba la desaparición del bulto con el que vine al mundo de la forma en que los gallegos entendemos la magia: una intervención de San Benitiño de Lérez. Al fin y al cabo ella era la que decía, parafraseando a Bergoglio, que la vida es esa cosa realmente maravillosa que transcurre entre un quiero y un no puedo.

@diegoebarros

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