A poco que uno se enfrente a un lenguaje diferente al que está acostumbrado, como lo es la performance, cabe analizar lo que esté en juego con sosiego y templanza, o dicho de otra manera: no vaya a ser que se echen en falta las palabras esdrújulas cuando se está leyendo un texto en inglés.
En esta línea, I´m a beautiful slut es una creación que emplaza a las personas que estamos más familiarizadas con el teatro y la danza contemporánea en una tesitura en la que parece que la pieza se queda corta en el desarrollo de sus contenidos, que los enlaces no están bien resueltos o que hay más exhibición de imágenes que procuran “impresionar” a los integrantes del público, que una interpretación que se haya metido de lleno en el tema que le dio pie. He allí que lo primero que hay que hacer es reconocer cuáles son los gustos y el criterio de uno mismo, antes de precipitarse a afirmar: “esto es una tomadura de pelo ¿Quién se cree esta persona que está sobre el escenario?”
Tómese en cuenta que este profesional andaluz se ha limitado a desgranar hasta su última expresión una serie de elementos que, de haberlos cohesionado de una forma continua, quizás esta obra hubiera quedado excesivamente biográfica y narrativa, lo cual hubiese desviado el sentido universalizable que, por ejemplo, se nos avisó en la sinopsis. En paralelo, un único formato no vale para abordar todos los temas, sino que un profesional de lo escénico es consciente de que para que realmente se capte su mensaje tal y como lo pretende (o sea, parte de la razón de ser de las artes escénicas), se ha de estar dispuesto a explorar cuál es el que más se adecúa al para qué se hace lo que hace, no el que “mejor le viene a uno”. Claro, que uno es más ducho en unas cosas sobre otras. No obstante, salir a un escenario a representar algo supone asumir riesgos, no está para verificar “lo bien que uno va en lo suyo”.
Por tanto, Miguel Alanis tuvo la entereza suficiente para emprender un proyecto que puso por encima unos determinados contenidos, que todo lo que nos puede ofrecer como profesional de lo escénico, esto es: para ser valorado como profesional nunca debemos mostrar todas nuestras cartas y cuáles son nuestros límites, como mucho, hemos de dejar en puntos suspensivos el qué tan lejos llegan las implicaciones de lo que se ha abordado sobre el escenario.
Ahora bien, I´m a beautiful slut nos remite a las experiencias de Miguel Alanis en un mundo que es desconocido a la mayoría de la gente, un mundo habitado por lúmpenes y personas queer que, de un modo u otro, persiguen satisfacer sus inclinaciones a través de prácticas que los llevan al límite. Aquí no se trata se aprobarlas incondicionalmente, ni caer en la tentación de deshumanizarles porque se entregan a cosas que nos atraerían sumarnos (por el motivo que fuere). El caso es que este profesional consiguió hacer emerger una serie de contenidos e imágenes sea a través de cómo interactúo con lo que conformamos al público (recuérdese, por ejemplo, el momento en que ofreció su cuerpo para que sea pintado sin reparo por alguno de nosotros), y de su intencionalidad para con su propio cuerpo y, por extensión, con su persona.
Como se pueden imaginar, esta pieza no pretende dar “lecciones” ni menospreciar a esos ambientes, sino en realidad, crear un contexto en el que nos podamos permitir reflexionar sobre el carácter performático que tiene sobre nosotros, mientras lanza la pregunta sobre hasta qué punto conviene que estas prácticas permanezcan en “espacios de resistencias”, o si la sociedad actual está preparada para normalizarlas, puesto que enfrentarlas y más aún meterse en ellas, lleva consigo tener la madurez suficiente para no terminar “enganchado” o cancelarlas del todo: Siempre y cuando en ellas prevalezca el consentimiento y uno sepa ponderar el qué tan lejos el otro está dispuesto a “seguir el hilo”, se les ha de evaluar con respeto y honradez.
Al fin al cabo, son manifestaciones de varios colectivos de unas formas de ser y estar en un mundo cis heteronormativo. Síntoma de que sus fundamentos no han conseguido “convencer” a las personas queer o a los lúmpenes de que están “equivocados” o que padecen alguna “patología”, sino que ha posibilitado que muchos que todavía no saben lo que buscan y lo que necesitan para sí mismos, se expongan a dinámicas que son violentas, no porque ellas en sí mismas lo sean, sino porque no todos están hechos para ellas. Por esta razón celebro que el FOC (Festival Cultura con Orgullo) haya reservado un lugar en su programación a piezas que vayan más allá de dar a conocer testimonios de personas del colectivo LGTBI+, proponiendo obras que se atreven a abrir debates sobre parte de las cosas que más controversias y malos entendidos ha generado. Sin dar a entender, de ninguna manera, que esto es algo que practiquen todos los miembros de dicho colectivo, ni sea del gusto de todos, porque de lo que se trata es de ampliar la idea que tenemos todos del ser humano.