Tras la representación de Las Desqueridas la actriz y sicodramatista andaluza, Myriam Osuna, facilitó un foro entre las personas que hemos integrado el público. En el mismo, pusimos en común nuestras impresiones y preguntas a Carlota Berzal y María Cazenave, quienes nos ilustraron sobre aquello que hizo posible a esta creación.
A continuación, Myriam Osuna dinamizó un ejercicio en el que todos los allí presentes “regalábamos” a quienes componen a La Decadensia, el cómo “bailaríamos” lo que nos indujo esta obra de danza-teatro. Así, el diálogo que ellas introdujeron con Las Desqueridas, de un modo u otro, se perpetuará “sedimentándose” en nuestro interior. Ya que esta pieza interpela a todo aquél que sigue lidiando con las contradicciones que se generan en uno, una vez que nos vemos en medio de una vorágine en la que se combina el rechazo y la incomprensión de los otros, con el acompañamiento de nuestras amistades más estrechas.
Como se pueden imaginar, Las Desqueridas nos exponen que el que se aferra a modelos de relación “vampíricos”, no es cosa de “masoquistas” o personas con bajo autoestima, sino que es posible que detrás de todo ello está nuestro afán de afirmarnos como sujetos, compartiendo nuestras vidas con quienes nos han seducido. Y justo en este proceso, aprendemos a ajustar nuestras acciones y pensamientos en consonancia a lo que nos vamos encontrando en nuestro camino. Claro que muchas personas con las que nos hemos cruzado en vida se “acomodarán” en las primeras impresiones de uno (como si uno no hubiera dado de su parte, por no estancarse en el pasado); no obstante, lo anterior forma parte del precio de socializar con personas que precisan confirmar sus propios relatos para seguir adelante en su día a día. Cosa que, por otra parte, todos hacemos en mayor o menor medida.
Sin embargo, “caricaturizar” a nuestros allegados pasa por suspender todo esfuerzo de dialogo y negociación. Lo cual es más grave si se trata de una de nuestras personas más allegadas. Esto es: no es por casualidad que Carlota Berzal y María Cazenave hayan iniciado esta pieza escenificando una serie de desacuerdos sobre los contenidos de la misma. Lo cual emplazó a la representación de Las Desqueridas a un “limbo”, en donde no se sabía qué partes del texto han sucedido de verdad entre ellas durante el montaje; qué está sucediendo en realidad en el pase en el que uno está asistiendo (tómese en cuenta que, sobre todo al principio de la obra, ellas buscan la “aprobación” del público preguntando si tienen razón o no en sus discusiones); cómo es posible que una pieza que está cerrada en su dramaturgia e interpretación, ellas consiguieron que pareciera que lo que estaba poniéndose en escena, estaba pasando aquí y ahora. Eso sí, desde un multiverso de lo más barroco y bizarro; etc…
A dónde quiero llegar con todo esto, es que estas profesionales de esta compañía andaluza, dieron con las “dosis” necesarias para que en esta pieza quepa un esquema que nos remite a una tragicomedia musical, vertebrada por canciones y coreografías en un principio inconexas, con unos contenidos que a cualquiera le haría a replantearse quién es uno y cuál es lugar que hemos de ocupar en el mundo, o dicho de otro modo: no se ”diluyeron” ninguno de sus contenidos, a pesar de las “travesuras” y su modo tan “desmelenado” de abordar a los mismos. Pues, Carlota Berzal y María Cazenave se valen de esta pieza para hacer una catarsis de varios de los episodios de sus respectivas biografías.
En esta línea, Las Desqueridas persiguieron que cada uno de los que integramos al público nos sintamos identificados con varias de las cosas que nos cuentan, y si no es el caso, al menos hace de las veces de “puente”, para que comprendamos mejor a quienes no nos hemos tomado en serio. He allí lo equilibrada que está esta pieza. En tanto y cuanto que no pretende dar lecciones, puesto que configura a su alrededor un espacio seguro en el que uno, por un rato, se da cuenta que no está “defectuoso”, sólo tiene mucho que trabajar para alcanzar la mejor versión de sí mismo. No obstante, tengo la intuición de que si uno no está “hermanado” con alguien en este tránsito, resultará más difícil afirmarse como sujeto, porque nosotros somos lo que somos con y a partir de vincularnos con los demás.
Mientras tanto, Carlota Berzal y María Cazenave están reapropiándose del producto de sus propias heridas, para que en el proceso de sus correspondientes cicatrizaciones, ellas no se queden “desangradas”. De lo contrario, será lo que hicieron con ellas lo que protagonizará sus biografías. Por tanto, defiendo que una de las cosas más potentes de esta obra es que ellas nos están representando, performáticamente, que los hechos del pasado no se pueden cambiar, pero el cómo los gestionamos, si está en nuestras manos.



