A lo largo de la representación de Las Malas Noches de Amir Shrinyan estuvo muy presente un fragmento del poema Rumi de Rubaiyat:
Grité y en aquel grito ardí.
Callé y marginado y mudo ardí.
De los márgenes todos me arrojó.
Al centro fui y en el centro ardí.
Este texto teatral de Albert Tola nos pone en la difícil tesitura de descifrar si el testimonio del personaje protagonista, Amir Shrinyan, sobre el por qué pedía asilo político en un lugar de Europa, es verosímil (en la obra, no se revela en qué país está ambientada). Dado que tanto su autor como su director, Carlos Rodríguez Alonso, nos advierten de que esta pieza está basada en un conglomerado de historias de jóvenes que huyeron de países de Oriente Medio en busca de una vida mejor, con el aliciente, de que saben que sus respectivas integridades están juego, por ejemplo, si son homosexuales. Y una vez que ellos solicitan el “asilo político”, no han faltado funcionarios de los Estados europeos que se han valido de métodos que, presuntamente, violarían los derechos de los mismos.
Llegados a este punto, no soy el primero en abordar si es loable o no condicionar la concesión del estatus de “refugiado político” a una persona en función de sus inclinaciones afectivo-sexuales, si, precisamente, su vida está en peligro sea por una acusación arbitraria al respecto bajo un régimen lgtbifóbico o cualquier otra cosa por el estilo. Por tanto, es inevitable preguntarse: ¿Si no se ponen ciertos límites estaríamos haciendo un “efecto llamada”? Desde luego, no hay soluciones «mágicas» ni que sean reconfortantes, pero de ningún modo ello es lo mismo a buscar “cuartadas” detrás de postulados que dan indicios de racismo, xenofobia, clasismo, etc.…
De hecho, el fragmento del poema que les he citado ilustra muy bien la tragedia por la que pasa el personaje protagonista de Las Malas Noches de Amir Shrinyan, puesto que él no para de probar distintas opciones para subsistir en la gran ciudad europea en la que vaga sin rumbo fijo. Él pasa por fases en la que se puede ejemplificar el por qué las personas con cierto nivel adquisitivo o las que disfrutan de una “influencia política” (por llamarlo de algún modo) se pueden permitir elegir qué hacer o, al menos, se desenvuelven en un terreno en donde quedarían amortiguadas las consecuencias de correr el riesgo de terminar en la exclusión social, el sinhograrismo…
Amir Shrinyan se resguarda en pensiones, en el piso de un amigo abogado o en lugares abandonados. El caso es que está totalmente expuesto a un sinfín de vaivenes en donde es una tarea casi imposible mantenerse cuerdo y regular las emociones. Luego no faltará quién justifique las discriminaciones que padeció por las “pintas” que le envolvían o porque es conocido que quien pasa por acusados episodios de «soledad no deseada», tiende a hablar mucho y rápido cuando se le presta una oportunidad; como también, ser interpretado como una “persona necesitada”, es decir: se trata de comportamientos provenientes de no evaluar la calidad humana del sujeto en juego, lo que puede aportar éste a través de sus conocimientos o cosa que se le parezca, dado que en estos casos lo que prima es algo de naturaleza estética.
Lo más duro de esta pieza, es que, nosotros los espectadores, nos vamos enterando de lo que está pasando al mismo tiempo que su protagonista. Así, cabe que haya quien se “encariñe” y empatice con Amir Shrinyan, y otros se dispongan a analizar las problemáticas que se desvelan en distintos ámbitos. A dónde quiero llegar, es que es una obra capaz de tener en vilo a todo tipo de espectadores, al no tomar nada por hecho. Este grado de honradez avala al marco conceptual que la sustenta, porque no cae en “amarillismos” ni dinámicas lacrimógenas. Muestra de que estos profesionales respetan a la inteligencia de sus espectadores.
Todo estaba tan bien hilado, la interpretación de sus actores fue tan creíble…, que era como si los que integramos el público se nos hubiese concedido la potestad de ver el pasado a tiempo real. Al fin al cabo, estamos viendo a seres humanos a pocos metros de nuestros asientos, lidiar con los conflictos de sus personajes. Sin lugar a dudas, esta obra me ha dado todo lo que busco cuando pretendo sumergirme en aquello que caracteriza a la condición humana.