Por Lorena G. White
Hace diez años que Love Actually se estrenó y todavía hoy, Navidad tras Navidad, sigue siendo un referente en el cine de esta época. Proeza de Richard Curtis, que ha sido laureado este año con otra de sus películas de amor poco convencional (Una cuestión de tiempo, 2013), la película es el claro ejemplo del esfuerzo por mostrar al espectador un sentimiento del que, mal que nos pese, jamás nadie puede librarse: el amor. Por ello Love Actually no es la típica comedia romántica, ya que su director supo desde el primer momento que quería enseñar el amor en todas sus vertientes y en todas sus facetas, algo que la hace única e indiscutiblemente, un símbolo del cine romántico más allá del “chico conoce a chica”.
Curtis sabe manejar magistralmente las dosis justas de comedia, valiéndose del Rey de este género, el actor Hugh Grant, que interpreta nada más y nada menos que a un Primer Ministro británico que está más pendiente de un flechazo, que de la política patria; o de Colin Firth, que años después de este estreno cautivaría a medio mundo en su papel de Mr. Darcy (Orgullo y prejuicio, 2005), personaje-emblema romántico donde los haya. Junto a ellos, un elenco de actores que para sí quisieran muchos directores, que interpretan el amor y reinterpretan el género de la comedia romántica de manera magistral.
Y es que todas las claves de una comedia romántica, todos sus matices, todas sus dosis de humor y de drama, están en Love Actually, la cual parece un álbum de recortes hecho a base de trocitos de lo mejor del género. Y aunque está más que probado, por supuesto, que en esto del cine cada espectador define lo que una película representa para sí mismo según sus gustos, ahí es donde reside la clave de este festival de historias cruzadas, de personajes memorables, de declaraciones novelescas y del amor en todas sus vertientes: en que puede acoger entre sus espectadores a cualquier persona, independientemente de si es un político o una vieja gloria venida a menos, si es padre o no, si cree en el amor o no, si es hombre o mujer, joven o adulto.
Love Actually sigue siendo, diez años después, generosa con todo aquel que quiera abrir el corazón a éste símbolo que ya es generacional, que lejos de ser la típica historia de amor navideña, se convierte en todo un mantra de que el amor hacia una pareja, hacia un hijo, entre razas, entre posiciones sociales… Puede mover montañas.
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