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¿El hogar se puede encontrar en una localización geográfica concreta, o bien lo que hay detrás son unas condiciones materiales y sociales determinadas que se adecúan a todas nuestras necesidades en tanto seres humanos? ¿En dónde reside la diferencia entre ocupar un espacio, de habitar un espacio? ¿Hasta qué punto identificar cuál es nuestro lugar en el mundo, supone saber quiénes  somos?  ¿Nuestra “patria”, nuestra “familia”, etc.…, nos remite a nuestras raíces, o en realidad sólo son elementos que han constituido nuestro punto de partida en este mundo? Este tipo de preguntas que comparto con ustedes, son abordadas de un modo u otro en Migrare de Cía. Maduixa.

A lo largo de esta pieza de esta compañía valenciana, uno se pregunta si sus personajes encontraran un lugar seguro, al menos para descansar  un rato, de las consecuencias que les están suponiendo ir de un sitio a otro. Parecen seres que se están exiliando de su lugar de procedencia. No sé sabe si ellas están huyendo de un contexto que les ha hecho asumir, que en cualquier otro lugar que el de donde provienen, puede ser mejor o por el contrario, simplemente han sido desterradas.

Sí es que esta pieza nos ofrece una multitud de imágenes que nos permiten relacionarla con la migración por asuntos de guerra, de una crisis generada por el cambio climático, y demás cosas por el estilo, que nos remitirían a que sea lo que fuere que les haya hecho iniciar su migración, están entre compañeras que se cuidarán. Ellas conservan un instinto de supervivencia que al transcurso de su travesía, va desplegando sus posibilidades, por más que cada una de estas mujeres no sepan lo lejos que son capaces de llegar en lo colectivo y en lo individual.

Foto. Rafa Núñez Ollero

Foto. Rafa Núñez Ollero

 

En medio de su tránsito ellas son vistas como la alteridad, las “extrajeras”, las “desarraigadas”, y en los casos más extremos, como lo abyecto. Ello se evidencia en los momentos de catarsis en los que a ellas nos les queda más remedio, que superar cada uno de los desafíos que se les ponen por delante; no obstante, aunque parezca que han salido airosas de semejantes experiencias, es un hecho innegable que les quedarán cicatrices, de todas esas desventuras que habrán tenido que sortear.

Migrare es fácil leerla en los tiempo que corren, como una serie de escenas que nos recuerdan a lo que nos comunican en las noticias todos los días. A las cuales más que indiferencia, nos confirman que nosotros desde nuestras rutinarias vidas, apenas tenemos acceso a intervenir para que las consecuencias que les producen a las personas que padecen semejantes situaciones, se vean amortiguadas. A dónde quiero llegar con todo esto, es que  a nosotros los espectadores, se nos ponía en la tesitura de dejarnos conmover por lo que están pasando este grupo de mujeres, u observarnos a nosotros mismos una vez más, desentendiéndonos de lo que se está representando en el escenario, como una forma de sobrevivir en un mundo en el que se ha perfilado como pragmático el insensibilizarse, con la finalidad seguir adelante con los proyectos a los que nos debemos.

Este trabajo de Cía. Maduixa nos emplaza, a nosotros los espectadores, a una situación en donde todo se queda magnificado Esto es: Si se ve a estas intérpretes desde la distancia, uno está siendo testigo de cómo un grupo de personas están siendo deshumanizadas, y encima no es algo que esté pasando a miles de kilómetros de nuestros lugares de residencia; sino más bien, lo estamos presenciando a unos metros de donde estamos sentados en el patio de butacas. Claro que sabemos que esto es una representación, pero por ser artes escénicas estamos hablando de que ante nosotros, hay seres humanos que están abordando un conflicto que están invirtiendo toda su empresa en resolverlo. Lo que me hace pensar, que este trabajo siendo expuesto a través de un formato cine o de una serie de televisión, quizás sería considerado como un trabajo más que se confundiría con los cientos que se han hecho sobre este tema.

Foto. Rafa Núñez Ollero

Foto. Rafa Núñez Ollero

 

En lo que se refiere a la puesta en escena y la interpretación de esta pieza, cabe destacar: las bailarinas se desenvolvían en un escenario en el que no hay escenografía, hacía que los juegos de luces y sonidos estuvieran  muy inteligentemente ligados, con las interpretaciones de estas profesionales. De tal forma, que favorecía que el mensaje de esta pieza sea universal, no algo que les pasa a ese grupo en específico de mujeres. Ello se enriqueció, de sacarle partido a las diversas alturas y volúmenes que salían a relucir, del uso de los zancos que portaron durante la mayor parte de la representación de Migrare. Apuesta que con la que desplegaron un amplio repertorio que habrá emergido, de sus exhaustivas investigaciones con el uso coreográfico e interpretativo de los zancos.

Así dieron paso a una amalgama de composiciones escénicas, que fueron de lo extra cotidiano a lo meramente físico. Esos momentos más coreográficos, estaban para que la estructura de la pieza tenga ritmo y las escenas más dramáticas no pierdan su contenido (no insistiendo en lo mismo durante toda la pieza, para que su mensaje no se diluya).  Asimismo, esta creación fue planteada de esta manera, para escenificarnos que lo que vivían los personajes de Migrare, se iba intercalando con situaciones de hermandad y de introspección a lo largo del desarrollo de la obra.

En definitiva, Migrare es un trabajo diáfano, de temática atemporal y hecho con muchísimo mimo. No obstante, tengo la sensación de que al ver al mismo desde las gradas del Teatro Romano de Itálica (Santiponce, provincia de Sevilla), ello  me dejó con la curiosidad de qué aspecto tendría esta pieza siendo representada en la caja negra de una teatro. Que aunque sea cierto que contemplar este espectáculo desde lejos ayudaba a que sea percibido desde su globalidad,  a veces resultaban imperceptibles matices que nos iban incorporando en la interpretación estas profesionales que integran Cía. Maduixa.

 

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