Seleccionar página

Por Bárbara Bécares

La Cuenca Minera está de luto. Luto y solidaridad. Vuelven los tristes recuerdos. Con esos seis mineros que han muerto, una vez más, por el grisú. Ese grisú que tantas vidas se ha llevado por delante. El enemigo de los mineros y de los habitantes de estas regiones construidas sobre yacimientos de carbón. Y es que casi todos por aquí tenemos o hemos tenido un familiar, amigo o vecino que a diario baja a la mina. Y muchos también conocemos a algunos que no han podido volver.

¿Sabéis que antiguamente los mineros bajaban a los pozos con un canario en una jaula, porque el animalillo es un buen detector de grisú? Este pájaro es más sensible a este letal gas que el humano, así que si el animal se moría o presentaba algún síntoma de desvanecimiento, los mineros sabían que había peligro cerca.

Hoy, en el año 2013, un momento de la historia en que la humanidad ya casi está pisando Marte y en el que los mineros han pasado de obreros revolucionarios expuestos a contraer muchas enfermedades respiratorias a ser considerados como “privilegiados”, el grisú sigue siendo difícil de detectar, aunque haya máquinas más modernas que ese pobre canario sacrificado.

La Cuenca Minera también está consternada. Porque recuerda cómo hace poco más de un año, la marcha minera, que se recorrió media Península Ibérica hasta llegar a Madrid con los pies llenos de ampollas para protestar por sus derechos y por un nuevo plan ya firmado con los oídos tapados, se encontró con que la alcaldesa de la capital no quería darles alojamiento (tuvo que ceder porque la medida fue bastante impopular) y con que muchos periódicos abrían portadas destacando los privilegios de los mineros de hoy.

Para los habitantes de la región minera eso fue casi un insulto. ¡Claro que hay privilegiados!Muchos han sido los que han robado, los que se han aprovechado de la situación, sobre todo del dinero que llegó de Europa para rescatar la región, porque vivimos en un país donde el caradurismo se estila más que ver fútbol. Pero también han sido muchos los que han bajado a las oscuras galerías a sacar carbón, exponiéndose a ser unos enfermos crónicos de silicosis o peor aún, morir por un inesperado escape de ese gas llamado grisú. Y muchas son las familias las que han esperado día a día el regreso del minero a casa.

Pero ¡qué sabrán ellos! ¡Cómo explicar a alguien de fuera de la Cuenca Minera el orgullo que sentimos por ser de aquí! Es como una especie de relación de amor y odio. De ni contigo ni sin tí. La mina ha traído mucho daño a estas poblaciones, mucho dolor, mucha tristeza. Pero también ha sido durante años la principal fuente de ingresos. Y una forma de vida. Y ahora, que nos la quitan, porque el carbón sale más rentable explotando a trabajadores de países emergentes, sabemos que vamos a tenerlo difícil para sobrevivir económicamente.

Recordaba esta mañana un hijo, nieto y bisnieto de minero en el muro de su Facebook que “mucho lamenté la hipoteca de nuestro futuro y de las Cuencas con esas prejubilaciones y promesas políticas que a medias quedaron,pero ¡qué bien me sentí cuando supe que mi padre no tendría que bajar más a aquel oscuro agujero, en ese turno de noche!¡qué bien me sentí cuando iba a clase y sabía que nadie vendría a por mí o por algún compañero para sacarlo de aquella aula y darle la peor noticia de su vida!”.

La mina ha hecho siempre, también hace dos días, de nuevo, muchísimas putadas a las Cuencas Mineras. Pero es parte de su historia. Ha formado el carácter de sus gentes, que han vivido la dureza del carbón como forma de subsistencia y que han conocido el verdadero carácter revolucionario de unos mineros  que desataron una ‘revolución de octubre’ allá por 1934; unos mineros que valieron como trampolín a los actuales sindicatos comunistas durante el franquismo; unos mineros que murieron y siguen muriendo, en el Siglo XXI, ganando dinero para mantener a sus familias.

Pero cómo explicarles a los de fuera, a los que tachan a un minero de ‘privilegiado’, el nudo que se nos pone en la garganta cuando escuchamos el ‘Santa Bárbara Bendita’, el himno de los mineros, que relata las muertes de ‘compañeros’ en el ‘Pozo de María Luisa’. Una canción que aprovechamos para cantar bien alto en cualquier situación que nos lo permita. Porque relata algo que todos por aquí hemos conocido. Relata nuestra historia. Aunque ese nudo no es ni comparable con saber que a día de hoy, en 2013, aún hay padres que no van a volver a casa. Que se han quedado atrapados en la galería negra.

música cine libros series discos entrevistas | Achtung! Revista | reportajes cultura viajes tendencias arte opinión


Comparte este contenido