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Foto Javier Vaca

Un cambio de última hora nos dejó sin la Nik West que lo da todo en el escenario. Nik West la tormenta que se convirtió en chubasco.

Problemas derivados de las obras de reforma que se están realizando en la Sala Clamores obligaron a los organizadores a trasladar el concierto a Tempo Club. El cambio de ubicación se comunicó solo a través de las redes sociales, canal que resultó claramente insuficiente.

La artista americana acostumbrada a trabajar en grandes escenarios (no olvidemos que acompaño como bajista a su buen amigo Prince) sabe desenvolverse también en salas pequeñas pero el Tempo Club no es una opción adecuada. Con un aforo (según fuentes consultadas) de apenas 80 personas frente a las 240 de la Clamores, no reunía las condiciones necesarias.

Prince la animó a “ser única” y Nik West se hizo única. Se convirtió con tan solo 25 años (ahora tiene 28) en uno de los mejores bajistas del momento, la nueva “thunder-thumbs”, creó una imagen propia y se rodeó de una banda increíble: Hubie Wang (guitarrista) con el que comparte el liderazgo, RJ Norwood Jr (batería), Clifton Williams (teclado y voz) y las solistas Amber Sauer y Demmann Crawford. Su forma de entender el sonido y de trasmitirlo a través de una puesta en escena difícil de olvidar, la convirtieron según palabras del crítico musical Alex Henderson (Billboard) en «una artista del siglo XXI cuyo talento no deja nada que desear» y esa era la Nik que todos esperábamos.

Tras más de una hora de retraso y envueltos en un abucheo general, por fin asomó en escena RJ Norwood Jr quién a golpe de rítmicos baquetazos, recibió al resto de la banda que se acomodó como pudo en el escueto escenario. La música siguió creciendo en intensidad y matices para recibir a una  Nik inusualmente sería. Nos dio la sensación, aunque nunca lo sabremos, de que la artista pensó en suspender, pero ya que no lo hizo debería de habernos regalado una de sus inmensas sonrisas y habernos sumergido en su electrizante música sin más.

Con su característico penacho y enfundada en un mono azul eléctrico nos presentó de la mano de su bajo asesino su nuevo single Purple Unicorn pura fusión de funk, rhythm & blues y rock, sin pausa y con un sonido más metálico nos regaló Say Something tema que abre su segundo trabajo del mismo nombre. La música se desbocó y a toda velocidad se desparramó en su Forbidden Fruit, tema que fue trasformando su género hasta convertirse en una fruta prohibida de marcados ritmos latinos. Bottles and Canes recondujo al camino dando un toque más soul y We got the funk nos hizo querer y necesitar aquel funk que reivindicaba de George Clintón en los 80.

A pesar de la fuerza que cobraba la música, ni público, ni artista (algo más relajada y sonriente) conseguían fusionarse, la mala visibilidad más allá de la tercera o cuarta fila y la falta de ganas y espacio hicieron que el público apenas se moviera y que coreasen sin demasiada energía sus increíbles versiones  del Come Together de los Beatles y del clásico Kiss de Prince introducido por su mágico bajo, y al que se fueron sumando los golpes de batería y la guitarra de Wang.

El Club se comió nuestra vitalidad y la suya en los apenas 60 minutos que la artista nos dedicó. Mal por los organizadores, que según nuestra opinión debieron de suspender el concierto o buscar un espacio más adecuado, y mal por Nik que olvido lo que debe ser sagrado para un artista: su público.

A pesar de ello “te seguiremos la pista” como hacia Lenny Kravitz y esperaremos al próximo concierto para revivir la magia de la artista de Phoenix que se dejó seducir por el bajo tras escuchar Wanna Be Startin Something de Michael Jackson.

Foto Javier Vaca

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