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Este estreno, por una parte, nos brinda la oportunidad de salir saciados de ver danza por el mero hecho de verla. Al mismo tiempo que nos da un toque de atención sobre que ser seguidor de esta noble disciplina, nos exige pensar sobre el por qué la danza no es objeto de entretenimiento.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Cuanto más veo danza y pienso sobre esta disciplina, no para de fascinarme las innumerables posibilidades que hay disponibles en los creadores para componer una pieza. Lo curioso es que ello lo he percibido como más evidente, en el momento que me he encontrado con trabajos en los que su estética y una parte importante de sus movimientos, no difieren demasiado de lo “convencional”. Siendo que precisamente en éstos, es donde se identifica con mayor facilidad el qué tanto se están integrando las diversas tendencias que conviven en la actualidad (yendo más allá de manifestaciones coyunturales o accidentales).

Ahora bien, cuando me acerco a las dos últimas piezas de Manuela Nogales, Poéticas en la Sombra y Noche Transfigurada, entiendo que ambas poseen “huellas” de todo lo que ha ido recorriendo en su amplísima trayectoria profesional; lo cual se enlaza con destacar con lo que ella ha sido capaz de traducir a través de su lenguaje para apropiárselo. Hasta tales puntos que en el caso de esta bailarina, creadora y docente vizcaína asentada en Sevilla,  todo lo que ha ido recogiendo a lo largo de estos años se podrían traducir como influencias.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Justo de ello es lo que permite que una disciplina madure y se perfeccione, haciendo que las figuras que han despuntado se hayan perfilado donde se han perfilado por su potencial de generar un antes y un después, más que por ser sujetos irrepetibles ¿Para qué preocuparnos en hacer algo inédito, si ello no abre paso a otros creadores? En cuanto pongo en diálogo Poéticas en  la Sombra  con Noche Transfigurada, me resulta edificante ir descifrando el cómo Manuela Nogales ha ido encontrando una manera de ir consolidando una nuevo ciclo en su carrera profesional, sin tener por qué hacerlo.

Así, aparecen  temas como el ir recomponiéndose como sujeto uno vez alcanzada una edad avanzada (recuérdese que una de las principales inspiraciones de Poéticas en la Sombra, fue recurrir al arte japonés del “kintsugi”), o el repensar la situación de la mujer en el mundo de las artes, desde una época que cada vez las pone más en valor, pero los cimientos que han sostenido hasta ahora a estas disciplinas fueron configurados bajo las lógicas  de una sociedad patriarcal. Lo anterior lo expongo gracias a la entrevista que me concedió Manuela Nogales a principios de esta temporada y publicamos en ACHTUNG!, más lo que consta en la sinopsis de Noche Transfigurada; ambas cosas nos induce a nosotros los espectadores, a reencontrarnos con una idea  que aunque no sea innovadora aún se está por dársele una solución que se asiente a lo largo de la historia. Esto es: Un algo que permita que vivamos en una sociedad igualitaria bajo estructuras discursivas y materiales, que no lo han  posibilitado del todo.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Lo cual entre otras cosas, se traduce en que casi la totalidad del elenco de intérpretes de Noche Transfigurada esté compuesto de mujeres profesionales de la música y la danza. Hay quien esto lo podría leer como un acto simbólico que nos facilitaría a reflexionar sobre qué ha implicado vivir en un mundo mayoritariamente masculino, y demás cosas por el estilo. No obstante, también da margen a seguir buscando más fórmulas  que nos desliguen de lógicas binomiales en la que los dos elementos en juego se nos presentan como entidades irreconciliables y a la vez codependientes, para que se sigan desarrollando como lo han hecho a día de hoy.

Si se deja entre paréntesis todo lo que se aborda en la sinopsis de Noche Transfigurada, uno se encuentra con que los movimientos de sus intérpretes de danza son más alargados y expansivos (cosas que veíamos con menos frecuencia en trabajos anteriores de esta creadora), o qué decir de que la gama cromática de las luces escogidas y el vestuario de las intérpretes, oscilaba entre lo sobrio y los colores pastel. Eso sí, no faltaron las coreografías de cuentas endiabladas bajo una música dificilísima de captar a qué atenerse, y de una elegancia que no hay manera que no se mantenga vigente.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Lo anterior no eran más que características que avalan a un trabajo que nos ayuda, a nosotros los espectadores, a madurar y fortalecer nuestros respectivos criterios, sin que ello vaya en detrimento de que no dejen de resultarnos seductores los proyectos más experimentales, delirantes, o incluso desmelenados. Así es como se constituye y conserva la pluralidad que han de atender las artes, así es como se legitiman los diversos registros que saben pasar de largo a coyunturas que les “distraerían” en sus respectivos procesos de evolución. Y en el caso de Noche Transfigurada, esto sale a relucir.

Tan sólo me falta dar especial mención al extraordinario desempeño de las integrantes de la sevillana Orquesta de Mujeres de Almaclara-Inés Rosales, que de un modo u otro supieron dotarle a cada acción de las bailarinas más transcendencia y solidez; sin que ello implicase que ellas fuesen entendidas como seres secundarios en el reparto de roles de Noche Transfigurada. Y cómo no dejar unos comentarios al respecto de la preciosa interpretación del bailarín Manuel Cañadas, quien con su energía, y su sonrisa permanente, surtía de más combustible a sus compañeras para seguir manteniendo el hilo de un trabajo ambicioso que merecía ser defendido. De verdad, qué gusto  ver bailar a un veterano de la danza con la misma ilusión que un joven, que por fin se le ha dado su primera oportunidad de bailar en un montaje profesional.

 

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