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Hace pocos meses Anna Pedroche y Jesús Javier Pedroche impulsaron 8×5 Project. Iniciativa que, entre otras cosas, procura habilitar espacios para que creaciones de danza contemporánea y performance se programen en los sitios en los cuales se establezcan. Mientras tanto, dan lugar a pensar sobre qué supone que una pieza escénica precisa volverse a interpretar para que esté presente, estando o no en las condiciones materiales en la que fue concebida y diseñada. Sin olvidar, que las mismas han de ser adaptadas a 360 grados en relación al público.

 

Hasta ahora y al menos hasta el final de esta temporada 2023-2024, tienen como sede la galería de arte Modus Operandi (dirigida por Laura Darriba) en la que se exponen pinturas, esculturas y demás obras de artes plásticas de artistas que ya están dentro del circuito profesional madrileño. Lo curioso es que dentro de sus instalaciones se localiza el Corral de Lope, en el que se programan piezas de artes escénicas de pequeño formato. Así que, digamos, era cuestión de tiempo para que los de 8×5 Project y Modus Operandi colaborasen con el afán de ampliar las posibilidades de la programación escénica de Madrid.

Por lo pronto, recordarles que los próximos 3 de febrero y 4 de febrero se representará (en el marco de 8×5 Project) Moda no soy de Mado Dallery. Sin más que añadir, les doy paso a mis comentarios y reflexiones de Pies de Gallina Ana F. Melero y Luna Sánchez:

Una de las cosas que hacen valiosa a esta obra es que los roles que desempeñan sus intérpretes, nos están definidos por unas personalidades que están en medio de unas “experiencias vitales”, sino más bien, que se aúnan y entran en diálogo para que el conjunto supere a la suma de las partes, es decir: Ana F. Melero y Luna Sánchez han montado un trabajo desde un lugar en el que el marco conceptual de la pieza es lo que induce a que, los integramos el público, nos sintamos interpelados. Así, las incontables imágenes que lo componen, son una suerte de esculturas en movimiento que representaría, con mayor o menor intensidad, aquello que nosotros estemos predispuestos a recoger. Cosa que, dicho sea de paso, también sale a relucir en Quiral 1,5m de La Basal (pieza que ha sido interpretada por Rocío Barriga y por la propia Luna Sánchez).

 

Foto: Lukasz Michalak

 

Como si ello fuese poco, estas profesionales andaluzas, “juegan” con la percepción de los espectadores, siendo que Xerach (quien, junto a Lucía Bocanegra, también se encargó del ambiente sonoro de Pies de Gallina), de vez en cuando suelta cosas como: “pero, esto no iba a ser una pieza sobre el amor”. Lo cual más que confundir, nos mantiene mucho más receptivos a detalles contenidos en cada uno de sus elementos.  Sin lugar a dudas, que Ana F. Melero y Luna Sánchez tienen claro qué quisieron abordar en el desarrollo de Pies de Gallina. Ahora bien, llegar a este punto es muy complicado, pues, se precisa que de los cuerpos de los intérpretes sean los que emitan el “drama” en cuestión, no que el mismo provenga de un amago de “caldeamiento” porque alguien ha dicho unas líneas o haya puesto este u otro gesto facial.

Asimismo, justifica el que no todas las imágenes que la componen, tienen por qué representar algo en concreto, sino más bien, un “cavar” más y más hacía el dominio de unas corporalidades en las que uno se va cerciorando de que ellas han constituido una comunión que se manifiesta entre arrebatos, un sostener al otro, abrazarse como si fuera el último abrazo, un apoyarse en otro para sentirse seguro, etc.…  Así, Ana F. Melero y Luna Sánchez consiguieron que Pies de Gallina se independice de lo que le dio lugar, para que, de verdad, haya danza no una “imitación” con el cuerpo de unas ideas más o menos elaboradas. Lo anterior, denota su madurez como creadoras y bailarinas, porque, al fin al cabo, esas ideas hay que permitir que se diluyan pensando en que el trabajo fluya por sí mismo.

 

Foto: María Claudia Quiroz Rodríguez

 

 

Pies de Gallina es una pieza tan hermosa y potente que recomiendo a quien sea que tenga la oportunidad de verla o de volverla a ver, que se olvide de que hay dos personas bailando algo inspirado en las expresiones “tener la piel de gallina” y “tener los pies de plomo”, con el fin de contemplar como dos cuerpos se expanden y contraen, se retuercen y se relajan, se posan en el suelo y salen disparados por todo el espacio… Y el haber alcanzado este punto sin estar haciendo “una sesión avanzada de improvisación”, no sólo demuestra su respeto para con la danza y los espectadores, sino que además, que han entendido que el marco conceptual de una creación es el carril por donde uno se dirige a su propio horizonte, e identificar el cómo se recorre, reside en el arte de la interpretación.

En definitiva, Pies de Gallina es una absoluta delicia, y hubiera estado dispuesto a verles a ellas moverse así, durante una hora más. Encima, recuérdese que Ana F. Melero y Luna Sánchez hicieron un esfuerzo extra por adaptarla al reducido espacio que había entre ellas y nosotros los espectadores. Estoy seguro que Pies de Gallina luciría más desde una perspectiva tal, que uno observe cómo se va moldeando el espacio escénico con cada uno de sus movimientos. Aunque hay que reconocer, que estas condiciones materiales contribuyeron a que nos fijemos en el grado de intimidad que comparten estas profesionales en escena, lo cual ha sido un privilegio y de lo más conmovedor.

 

 

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