Cada mes de febrero desde 2019, coincide con un nuevo aniversario del fallecimiento del dramaturgo y actor andaluz, Salvador Távora; como también, se puede conmemorar la fecha del estreno de una de sus obras más célebres, Quejío. Pieza que cumple en 2022, cincuenta años.
Lo cual me ha dado pie para entrevistar a personas del círculo cercano de Salvador Távora, quienes conocen de primera mano, cómo creaba y cómo era en tanto ser humano. Una figura que puso en el mapa a Andalucía en innumerables partes del mundo; pero sin embargo, aún hay gente en esta región que no sabe quién fue, y lo que hizo que recogiese tantos reconocimientos.
A Salvador Távora se le podría comparar con personajes ilustres como el cineasta Luis Buñuel o el pintor Joaquín Sorolla. Un hombre que confeccionó en sus obras una ontología de Andalucía, que no ha podido ganar la batalla por el relato, contra esa idea de tierra de “cachondeo”, siesta, “tablao de turistas”, etc…, él reivindicaba que dicha región hay gente trabajadora, que se deja la piel por sacar a los suyos adelante…
Sin más que añadir, les dejo con la conversación que tuve con Pilar Távora (hija de Salvador Távora), José Luis Palomino (técnico y miembro de la cooperativa que gestiona al Teatro Távora) y Lilyane Drillon (una de las cofundadoras de La Cuadra):
-Es lindo hacer conmemoraciones como las que se han estado programando a lo largo de este mes de febrero en el Teatro Távora, por el cincuenta aniversario de “Quejío”. Al mismo tiempo, si no se habla del presente parece que no nos paramos a reconocer en qué punto estamos, sino quedarnos en un “qué bonito fue el pasado”.
Pilar Távora: Es verdad que si no te sitúas en el presente proyectando hacia el futuro, parece que el legado queda como un objeto de museo. Desde luego mi padre ya falleció, aunque de algún modo él sigue estando presente.
Se habrá muerto físicamente, pero lo que ha hecho en vida está en nosotros, está en este teatro… La cuestión es reconocer la utilidad que ha tenido su labor social.
– En 2017 se le hizo una entrevista a Salvador Távora en el programa “Encuentros” de Canal Sur. Él decía algo parecido como: “El teatro posee un beneficio social, no hemos de estar pensando en su rentabilidad económica”.
Lilyane Drillon: Esto va de educación.
José Luis Palomino: Salvo la obra social de la Iglesia, mantener con dinero público a este estamento no vale para nada. Y a la vez, se deja de lado otra serie de cosas que son “tan inservibles” como el teatro ¿La educación para qué sirve?
Lilyane Drillon: Cuanto más idiota es la gente, ésta es más manejable.
-Otra de las cosas que me llamaron la atención de los testimonios de Salvador Távaro. Es que no es que fuese una persona que se sentía orgullosa de su pasado, más bien lo percibí que a pesar de haber afrontado todo ello, fue capaz de confeccionar una ontología de Andalucía.
Pilar Távora: Mi padre no tuvo una formación académica, pero era una persona muy culta: leía muchísimo.
Lilyane Drillon: Se equivocan los que confunden lo que se enseña, con la inteligencia. Además Salvador, tenía una mente muy peculiar: al cabo de tantos años, cada uno de sus espectáculos me seguían sorprendiendo.
En “Crónicas de una Muerte Anunciada” (una de las obras que tiene un punto de partida literario), leyó una cosa y vio algo que uno no ha visto. En el estreno de esa obra en México, le dijo Gabriel García Márquez a Salvador: “Por fin he encontrado alguien más loco que yo”.
Tómese en cuenta que “Crónicas de una Muerte Anunciada” está basada en una historia real, que para escribir esa novela se tuvo que alejar, un estar “afuera” para poderlo escribir. Y dijo: “Esta es la primera vez que he vuelto a encontrar a mi amigo”.
Esa fue la primera vez de las obras literarias que hizo Salvador, que teníamos al autor vivo. Porque él ya había hecho sus versiones de “Bodas de Sangre” o de “Las Bacantes”.
Pilar Távora: Nosotros estamos hablando de un genio, de una persona que no es repetible. Aunque se trate de mi padre.
-”Quejío” se estrenó en Madrid el 15 de febrero de 1972 ¿No les programaban a ustedes en Andalucía, o qué fue lo que sucedió?
Lilyane Drillon: En 1972 cuando se hace “Quejío”, se estrena en Madrid dado que aquí había muy pocas infraestructuras (aunque “Quejío” era un espectáculo que cabía en un garaje, un porche o donde fuera). No obstante, es un hecho que en Madrid y en Cataluña había una burguesía que era la que iba al teatro.
También en Andalucía había burguesía, pero estaba presente otro lastre. Es decir: Salvador no venía del mundo del teatro, venía del mundo del cante, del toreo, el flamenco…, pero de teatro nada. Entonces, desde mi punto de vista, Sevilla es una ciudad en la que las clases sociales están muy presentes, y la “clase teatral” no reconocía a Salvador. Incluso la gente de teatro de Sevilla, nos decían que lo que hacíamos no era teatro.
-Entonces ¿Qué era “Quejío”?
Lilyane Drillon: Flamenco.
José Luis Palomino: Sí, como si fuese flamenco de tablao.
Lilyane Drillon: No oímos nada de eso, ni en Madrid, Barcelona, Francia, Yugoslavia…, en ningún otro sitio.
Pilar Távora: Los que existían en aquél entonces, “Mediodía” o “Esperpento”. Toda esa gente de la “burguesía sevillana”, que aunque eran de izquierdas negaban a La Cuadra su categoría teatral.
-Corregirme donde me equivoque, pero en aquellos tiempos eran muy pocas las personas que se podían dedicar a las artes escénicas. A menos que se tuviese un apoyo económico importante, o haber provenido de una familia pudiente. Por ello para la época, Salvador era algo único.
Lilyane Drillon: ¡Totalmente!
José Luis Palomino: Esas rémoras siguen en la actualidad, o sea a nosotros no nos permiten ser de la Asociación Escenarios de Sevilla.
-¿Por qué motivos?
José Luis Palomino: La Cuadra cuando era La Cuadra, si que estuvo en esa asociación, pero cuando se quedó sin recursos no pudo pagar las cuotas y automáticamente se fue ¿Qué pasa? Las compañías sevillanas prefieren actuar en salas que estén adscritas a la Asociación Escenarios de Sevilla porque pueden ser candidatas a tener un premio. Mientras si actúas aquí no.
Hay compañías que me lo han dicho pidiéndome disculpas, y eso es una realidad sevillana.
Por tanto, lo que vivía Salvador en persona ahora la tenemos nosotros a través del Teatro Távora. Pero nos sentimos orgullosos.
-Este teatro no lleva tres días…
Pilar Távora: No obstante, ha habido gente como Ricardo Iniesta (director del Centro TNT y de la compañía Atalaya) que han sido defensores y admiradores de mi padre. De hecho, es una de las personas de las que salen en el último documental que se hizo sobre Salvador, reconociendo todo lo que hemos estado hablando sobre cómo se le veía en Sevilla.
-Lo que estamos hablando muestra la gran complejidad que supone el cómo gestionar un legado como el que dejó Salvador Távora. Dado que esto no se limita a unas obras que están registradas en CIRAE (Centro de Investigación y Recursos de las Artes escénicas de Andalucía), y “qué bonito fue lo que hizo”.
Pilar Távora: Por eso desde hace mucho tiempo estamos intentando, que en Sevilla haya una sala dedicada al legado de Salvador: sus vídeos, sus vestuarios, su escenografía, sus escritos, etc…, mira que hay sitios vacíos en esta ciudad que, por ejemplo, pertenecen al Ayuntamiento. Y seguimos sin tener respuesta.
Lilyane Drillon: Me acuerdo que en 2005-2006 estábamos con “Carmina Burana”, de los comentarios de Juan Marcé que vino a vernos en Guanajuato (México), nos decía que era el concejal de cultura de Sevilla de entonces, nos decía que querían hacer una “decentralización cultural”. Al tiempo, Salvador se puso a ver sitios y dio con la zona donde empezó su vida laboral, en Hytasa.
A los catorce años Salvador trabajaba de aprendiz de soldador en la Fábrica Textil Hytasa.
José Luis Palomino: No sólo se escogió este sitio por estar cerca del Cerro del Águila (Sevilla).
Lilyane Drillon: La nave estaba a la venta, teníamos para construir el teatro unos quinientos mil euros. Y al final, esto costó un millón seiscientos mil euros.
-¿De dónde venían esos quinientos mil euros?
Lilyane Drillon: Algo procedió del INAEM y otra parte del Ayuntamiento de Sevilla. Entonces, disponíamos de cien mil euros cada año, al mismo tiempo, nos prometieron una subvención anual destinada a la programación, al mantenimiento, etc…, los cien mil euros al año ¡Nunca los vimos!
-¿Qué pasó?
Lilyane Drillon: Juan Marcé se fue a Madrid a trabajar en el Ministerio de Cultura, y se quedó al mando otra persona que no continúo con lo comprometido. Ya que se decía que éste tenía ideas muy “faraónicas”.
Pilar Távora: Este teatro se construye en base a unas promesas económicas, sabíamos que algo lo tenía que aportar la compañía, pero sin lo que nos iba a dar el Ayuntamiento esto no saldría adelante.
Lilyane Drillon: La Cuadra en 2007 seguía haciendo giras, y ponía el dinero que ganaba en el teatro.
Pilar Távora: Es más, esto coincidió en la época en que se representaba “Carmen” que era el espectáculo mayor y que generaba más costes a la compañía.
Lilyane Drillon: Habían en esa obra treinta cinco profesionales (entre artistas y técnicos).
Pilar Távora: El teatro se hace para que este espectáculo deje de estar en gira, y se pudiese ver.
Lilyane Drillon: De todas formas, en muchas ocasiones los arquitectos hacen los teatros sin conocer lo que es un teatro. Cuando Salvador se decidió a hacer este teatro asumió un reto, recuerdo que se firmó el contrato en diciembre de 2006 y esto era un taller mecánico, similar a los de esta zona de Hytasa.
Este teatro se inauguró en abril de 2007. Y durante los meses invertidos para habilitarlo, Salvador estaba aquí desde las ocho de la mañana para supervisar lo que se estaba haciendo. En paralelo, trabajamos con un amigo en común que es arquitecto, estuvimos diseñando varios proyectos para disponer las gradas. Por ejemplo: en un principio había una grada central muy grande, pero el escenario quedaba muy pequeño, luego hubo otro en el que diseñaron dos gradas laterales enormes y en frente, cuatro o cinco filas. Recuerdo que dije que eso era una tontería, porque la mayoría de los espectáculos están montados de manera frontal al público, por ello hay que hacer un equilibrio, y así quedó como está actualmente.
Los asientos los encargamos a un tipo de Utrera (provincia de Sevilla), los focos son los que habíamos utilizado a lo largo de la historia de la compañía.
José Luis Palomino: Estos focos de arriba, son de 1985.
Lilyane Drillon: Y también los hay de 1988, porque con la pieza “Alhucema” compramos varios y una mesa con treinta o sesenta canales, nada más. Siendo que en aquella época los teatros no tenían casi nada y uno tenía que traerse sus cosas.
-Con esa capacidad de resolución que ustedes han tenido, fueron montando esto.
José Luis Palomino: La Cuadra siempre ha sido una compañía de gira, y se ha tenido siempre una nave donde se iban montando los espectáculos…
Lilyane Drillon: Sin embargo, la nave la tuvimos desde 1983, porque el primer espectáculo que montamos fue en 1985, “Piel de Toro”. Antes no teníamos ni oficina: la oficina era la casa de Salvador, y la mía.
De hecho, donde menos actuábamos era en Sevilla o Andalucía.
-Ustedes se han enfrentado a unos desafíos, en los cuales se entregaban a esta causa aunque les costase “sudor y sangre”.
José Luis Palomino: Esta compañía se ha enfrentado a dos etapas: una es la que corresponde a los que han comentado Lulyane, incluido eso de que fue un error de que La Cuadra haya dejado la gira de “Carmen”. Un época en la que Salvador Távora, una persona que solía llevar las cosas con un estilo “alemán”. Es decir: si había una cosa que no se podía hacer no se hacía, y si no, se buscaba la manera de hacerlo de forma leal y legal.
Pilar Távora: Mi padre es de esas personas que no compraría un coche hasta tener el dinero en la cuenta del banco: nunca se metió en nada a plazos. Para que comprendas el por qué se metió en esto y veas su mentalidad. De todas formas, esto era una cosa que se iba de su manera de hacer las cosas.
Lilyane Drillon: Desde que se abre el teatro él creó “Flamenco para Traviata”, “Alberti” o “Andalucía entre la Historia y la Leyenda”. Pero en realidad fue una agonía que duró hasta 2014.
José Luis Palomino: Yo en esa época no estaba, dado que dejé La Cuadra en 2006. Aunque llegué a trabajar para Salvador para unos encargos, como también, por lazos familiares no dejaba de estar presente en este proyecto.
La siguiente etapa después de la euforia de que Salvador tiene un teatro en su barrio, hasta llegar a ver consumirse a ese hombre año tras año… Eso es algo que lo tengo aquí metido.
Lilyane Drillon: Un día Salvador preguntó “¿Cómo es que nos ha pasado esto?”
José Luis Palomino: Esto fue un empeño loco, aunque detrás de todo ello había un engaño. Hubo teatros en Sevilla como La Imperdible que le dieron un terreno, pero él no quería préstamos. Es decir: Él no monta un teatro para que el Ayuntamiento se lo quite después de haber pasado unos treinta años.
Salvador quería que este teatro sea suyo y de sus allegados, para que no haya posibilidad de que se pierda. Lo que me lleva a la siguiente fase, en la que ya había estado el teatro parado dos años (del 2014 al 2016) sin programación ni nada. Pues, se decide crear una plataforma, “Salvar al Teatro Távora” con gente como Paco Casero, Pepe García del Teatro Lebrijano, Lilyane, un montón de gente.
Lilyane Drillon: Se hizo un maratón de tres días con las gradas casi llenas, de manera ininterrumpida: La gente vino a actuar aquí gratis.
José Luis Palomino: Había gente como Isabel Vázquez, la compañía Atalaya, otros de Almería, etc… Se hacía de comer para la gente, se habilitó la nave para que la gente durmiese.
No se sabía qué iba a pasar con este teatro, no se sabía a quién se le iba a ceder. Salvador quería que el Ayuntamiento se hiciese cargo.
Lilyane Drillon: Cuando nosotros vimos que nos estábamos desmoronándonos, me acuerdo que fuimos a la Junta de Andalucía para proponerles que se queden con el teatro, y la Junta decía que ya tenían un teatro público en Sevilla (el Teatro Central).
-¿Por qué sería incompatible tener un teatro con una programación del máximo nivel, con tener un teatro que está totalmente involucrado con parte del legado de alguien, que debería ser entendido como el patrimonio cultural de esta región?
José Luis Palomino: Claro, pero al mismo tiempo te construyen la “Factoría Cultural” (espacio gestionado por el ICAS –Instituto de las Artes y la Cultura de Sevilla-) en el Polígono Sur, que ha llevado cinco años el esqueleto y ha costado no sé cuántos millones de euros: Estas son cosas que no se entienden.
Después de lo de “Salvar al Teatro Távora”, vino un señor de nombre David Pino, para decirnos que el Ayuntamiento nos propone lo siguiente: “¿Tenéis los medios de producción? ¿Tenéis brazos para trabajar? ¿Queréis cobrar? Pues si queréis cobrar no vais a poder hacerlo. Entonces, crear una cooperativa”. Y justo se hizo una.
Salvador se mostró satisfecho y me lo hizo saber. No obstante, estuvimos programando como año y medio sin papeles, ni autorización de nadie, ni cobrando.
Nosotros hemos empezado a cobrar ahora, porque el teatro ha ido para arriba entre el público y que nos han llegado ciertas ayudas. Por ejemplo, han venido en el año pasado las del 2019 de la Junta de Andalucía ¡La Junta de ahora!
-¿Supongo que en aquellas épocas Salvador Távora todavía era considerado de un “estrato” sustancialmente más bajo que los del mundo teatral?
Lilyane Drillon: Con esa gente había muchos premios, mucho “Salvador ven para tomarte una foto conmigo”, y ya.
José Luis Palomino: Todo eso está en la hemeroteca, y la suerte es que existís los periodistas. Hay un vídeo grabado donde sale Juan Espadas (en aquella época todavía no era alcalde de Sevilla), donde de su boca salió lo más grande ¡Y nada, incluso cuando fue alcalde!
También pasó con el señor Jefe del Distrito, José Manuel Flores. Salvador decía que no era posible que fuesen tan cínicos.
Pilar Távora: Aquí se comprometieron muchos responsables políticos. Y aún así, hemos intentado hablar con gente del Ayuntamiento, hace poco estuve hablando con Antonio Muñoz (actual alcalde de Sevilla), y sabían cuál ha sido la situación ¡Y no han hecho nada! Sólo se han querido informar la Junta, aunque cueste decirlo.
José Luis Palomino: En el Lope de Vega hay una “herradura” que rodea el patio de butacas, allí hay muchas fotos de compañías y de actores, y no hay ni una sola foto de La Cuadra o de Salvador Távora.
Se decide que este teatro no se lo van a llevar, esto se iba a subastarse…
Lilyane Drillon: Era la única cosa del patrimonio de La Cuadra que no estaba hipotecado, eso fue lo que salvó al teatro. Ya que teníamos deudas con la Seguridad Social, con Hacienda, etc…
José Luis Palomino: Salvador se encargaba de que sus trabajadores tuviesen un sueldo de 1300 euros con su Seguridad Social, pagando los impuestos al día…
Salvador tenía: dos naves y el teatro, y todo poquito poco se fue perdiendo para poder salvar el teatro ¡Este teatro fue pagado con el sudor de su frente!
Pilar Távora: Hace poco Concha Távora habló con el administrador concursal, quien le pidió la relación de los trabajadores porque mi padre les dejó dicho que lo primero que se pagaba en cuanto lo del teatro se solucionara, fuera lo que corresponde a sus trabajadores.
Y han estado cobrando hasta la Navidad pasada.
Lilyane Drillon: Él hacía lo mismo desde que yo entré en la compañía en 1972, para que todo fuese lo más legal posible. Incluso llegó a pelearse con los flamencos en particular, porque querían que le dieran el sueldo entero, y no se le retuviera nada para la Seguridad Social.
Lilyane Drillon: De todas formas, Salvador ha pecado de ser modesto.
Pilar Távora: Creo que él seguía siendo una persona humilde, a pesar de ver cómo eran recibidas sus obras en todo el mundo.
Él tenía cuatro cosas y el “traje del rey”, que siempre se ponía el mismo para recibir sus premios y otros eventos así.
Lilyane Drillon: Salvador siempre vivió en Cerro del Águila.
Él no era un “cortesano”, las cosas hubieran ido muy diferentes si lo hubiese sido. No le hacía “la pelota” a nadie.
José Luis Palomino: Existió una cierta envidia con todo lo que él era, incluyendo que esta compañía fue la que más facturó en 1998 de Andalucía; como también, la que tuvo más eventos internacionales.
Todo lo que vivió Salvador en vida, lo seguimos viendo nosotros. Es decir: esta sala no es “cortesana” de nadie, el año pasado fue el primero que recibimos una subvención, o sea que hemos estado ocho años sin tener que callarnos la boca delante de nadie. Sin olvidar, cuando recibimos la subvención el ICAS fue lo más (quince mil euros). Lo cual supuso un año entero de programar y cobrar aunque sea un poco. Hay salas que reciben ciento setenta dos mil euros en un año.
-Si a Salvador Távora le fue bien, supongo que al resto de los profesionales de este sector les habrá ido mejor porque él ha creado un público que querría ir más al teatro.
Pilar Távora: Eso sería lo lógico, pero así no funcionan las cosas aquí en Sevilla. Salvo la actriz Nuria Espert, quien decía eso de mi padre.
Los hay que intentan que mi padre sea igual de mediocre que otros. Los que le han dado el valor, son los que no necesitan dárselo. Nuria Espert lo dice en un documental dedicado a mi padre: “Sin Salvador, nosotros no hubiésemos podido salir de aquí. Salvador nos abrió las puertas a todos del mundo”.
-Aún hay personas en Sevilla que no saben quién fue Salvador Távora, cosa que no pasa con Picasso aunque no mencionen que tuvo una etapa “azul”, otra “clásica”, o la “cubista”.
José Luis Palomino: Lilyane es confundadora de La Cuadra que es francesa; la cooperativa que nos ha donado el préstamo del dinero para el teatro es catalana. O sea, La Cuadra sin estas personas de fuera, no hubiese existido.
La compañía ha hecho no sé cuántos miles de representaciones en la historia de La Cuadra, y en Andalucía habrán unas setecientas veinte seis.
Lilyane Drillon: En Andalucía se hicieron de 1972 a 1975 veinticuatro actuaciones de “Quejío”, de las veinte cuatro diez fueron en Sevilla en diversos sitios. En Madrid en ese tiempo hicimos docientas cuarenta tres actuaciones, de ellas en el Teatro Capsa, fueron ciento cuarenta tres actuaciones. Y en Cataluña hicimos veintiséis.
-Tengo la percepción de que hay un interés que llega a lo político, donde una figura como Salvador Távora “no es posible” y hay que taparlo o ignorarlo.
Pilar Távora: Al final a Salvador lo han reconocido a la fuerza. Lo intentaron anular, y la Medalla de Oro a las Bellas Artes es lo que lo “salvó” para que no pudieran con él. Es que incluso se dio una copa para celebrar lo de esta Medalla de Oro de las Bellas Artes, y la gente del teatro de Sevilla no vino.
Lo que sí es verdad, que los medios siempre se han portado muy bien con él.
Lilyane Drillon: Es que no se le perdona el éxito que tuvo, por su origen: su vida no estaba “destinada” a pisar el terreno que otros ocupaban.
-Lo inquietante no es que a uno se le vea con desconfianza porque de primeras vienes de dónde vienes, lo peor es que ya pasado muchos años hay quien lo ve como “el de aquél estrato”.
Pilar Távora: Ninguna compañía de Andalucía hasta hoy, se puede comparar con La Cuadra.
Lilyane Drillon: ¿Qué grupo de teatro de aquí ha ido tres veces a actuar a Australia, a Japón, Hong Kong, Argentina, Brasil, México, Colombia o Estados Unidos? De hecho, llegamos a actuar en Nueva York el día 12 de septiembre de 2001, el día después del atentado terrorista a las Torres Gemelas. No se cobró entrada, fue una noche especial.
Lilyane Drillon: Nos contratan para actuar en el teatro de la ópera de Hamburgo con “Carmen”, y estuvimos programados quince días seguidos. En el estreno estábamos asustados, porque al pasearme por el vestíbulo me encuentro con trajes lujosos, bebiendo champán… Dijeron en la prensa local, “pasados los diez minutos el público se acostumbró al estruendo que producen”.
José Luis Palomino: Ese teatro estuvo lleno los quince días, y terminaba en pie el público.
Pilar Távora: Si Salvador hubiese sido catalán o hubiera querido desarrollar el resto de su carrera en Cataluña, no estaríamos hablando en estos términos.
Ningún teatro es rentable sin una ayuda. Lo mismo pasa en toda Europa, el dinero que recibe el cine francés del gobierno de Francia es importante, y todos reconocen ese cine en todo el mundo.
-Una de las cosas que él plantea en escritos suyos, en entrevistas que le han hecho, etc…, es eso de mostrar una “Andalucía diferente”, a la imagen de la Andalucía de siesta, “turismo de chiringuito”, “flamenco de tablao para turistas”, etc… Entonces, tengo la sensación de que aunque Salvador Távora lo llevó por bandera, la “guerra cultural” todavía él no la ha ganado.
Lilyane Drillon: Salvador escribió un texto no hace mucho tiempo, en el que se pregunta a dónde va Andalucía. Y la cosa ha regresado al estado que teníamos en 1972.
José Luis Palomino: Tu ves “Quejío” ahora y es igual que en 1972.
Pilar Távora: Ahora mismo el campo está en “pie de guerra”, la reforma agraria está por hacerse en Andalucía. Como también, los problemas estructurales de Andalucía siguen siendo los mismos.
José Luis Palomino: Con el tiempo me di cuenta que él fue un señor que defiende a Andalucía, y se podría decir que es un “segundo Blas Infante”. Aunque tendría sus cosas como todo el mundo, pero lo que le ha pasado no se lo merece.
-En “Quejío” uno de los temas que se abordan es el que tener que inmigrar, trágicamente, de la tierra que uno ama y le vio a uno nacer. Ese drama lo recuerdo en los poemas de Rosalía de Castro y poco más.
Cuando yo veo eso, pongo sobre la mesa la ontología de Andalucía que hizo Salvador Távora, dado que no se perfila a ese tipo que va a Cataluña o el País Vasco a mediados del siglo pasado, porque en Andalucía se ve que “esto no funciona”.
Pilar Távora: Él creó un discurso político que en Andalucía está “enterrado”, es imposible que ese discurso fructifique.
– “Quejío” no sólo hay un final monumental y redondo. Allí hay un algo más que un cerrar una dramaturgia, dado que se plantea que las personas del campo no han de discutir, no han de desentenderse de la tierra, y si estas personas no se mueven en común no habrá dignidad.
Lilyane Drillon: El “Quejío” de 1972 de la España de Franco tenía un público diferente, y la gente que se sentaba en la butaca (por ejemplo en Madrid), eran burgueses. Salvador tenía la capacidad de hacer que la gente fuese a dónde él quería que fuera para que el público terminase un poco “enajenado”. El final de “Quejío” era un desafío al público, incluso éste se sentía que se les agredía quedándose medio asustados.
Una vez en La Algaba (provincia de Sevilla) pasó algo muy curioso: Casi al terminar el espectáculo, cuando empiezan a tirar del bidón, apareció un chaval que se levantó de su asiento, se cruza con los intérpretes, y se pone a llorar en un pared diciendo: ”Soy un miserable, no he hecho nada”.
–¿Pensáis recuperar o “restaurar” alguna de las piezas de Salvador Távora, como se ha hecho con “Quejío” en los últimos años?
José Luis Palomino: “Quejío” se programará en este teatro hasta que el guitarrista Jaime Burgos, o Lilyane desaparezcan (que son los dos que quedan del equipo original de 1972).Porque lo que hace este guitarrista nadie es capaz de hacerlo.
Había un interés por parte de Concha Távora de reponer “Andalucía Amarga”, pero para eso se necesitaría un dinero. Vamos si a mí me dan como uno de los gestores de esto, unos cincuenta mil euros la Junta de Andalucía o el INAEM, nosotros montamos “Andalucía Amarga”.
Lilyane Drillon: La escenografía está en manos de CIRAE, pero se necesitaría hacer muchos ensayos.
De todas formas, aunque “Quejío” sea la más asequible, era de las más difíciles de montar. Dado que Salvador actuaba y él era fundamental, porque desde su sitio él marcaba el ritmo (aunque a veces se salía de lo ensayado). Esa era su forma de dirigir sobre el escenario.
José Luis Palomino: Aún así, se retomó “Quejío” porque estaba Salvador vivo y también está Concha Távora.
Tenemos la pauta de retomar las obras de Salvador no va tanto por tener el dinero para hacer sus obras, sino más bien, de que esté montada una escuela donde se enseñe su lenguaje. De hecho, ya tenemos unas cosas habladas con la ESAD de Sevilla para activar esta escuela después de la pandemia.
-Lo que más me impactó de “Quejío”, fue la presencia que tenía esa mujer que está casi toda la obra observando lo que sucede en escena. La cual se levanta dos o tres veces, le pone un pañuelo húmedo a uno de los intérpretes…
Lilyane Drillon: Ese personaje nació de cuando Salvador empezó a ensayar “Quejío” (diciembre de 1971 en el local de Paco Lira, en la C/ Santo Domingo de Sevilla), ese lugar estaba compuesto de pabellones que recibía gente de la cultura, políticos como Alfonso Guerra.., un poco clandestino. Total, Salvador pescó de no sé dónde al guitarrista, quien era un gitano que no sabía leer nada de solfeo, pero era fantástico.
Aún así, este guitarrista era una persona muy perturbada por lo vivido en la Guerra Civil Española, pero se expresaba con su guitarra. Entonces con él, empezó a trabajar los palos mientras estaba Juan el bailaor nuestro, zapateando para marcarle unas cosas elementales a la guitarra, y así se fue montando “Quejío”.
Al tiempo, Salvador pensó que el bailaor siempre traía su mujer a los ensayos, entonces como ella estaba siempre mirando la incorporó como un personaje más. Incluso, cuando llevamos “Quejío” a Madrid, ella estaba embarazada, con lo cual esta figura ganaba más fuerza.
Cuando representamos “Quejío” en México en 1973, las mujeres mexicanas estaban más “revoltosas” que las españolas, y le decían a Salvador que el papel que le han asignado a esa mujer es muy pasivo. Salvador respondió: “Claro que hace, ella es el pilar de la casa, la persona que permite que los hombres puedan hacer otras cosas”.
Pilar Távora: Hay que tener en cuenta que mi padre era un hombre de su época. Dentro de su “revolución artística”, las mujeres para él han sido un soporte que le daban la seguridad que él necesitaba.
Lilyane Drillon: Él podía viajar sin preocuparse, porque sabía que en Sevilla había un lugar donde resguardarse.
Pilar Távora: Esto tiene más que ver con que él era una persona con sus debilidades emocionales, y necesitaba a las mujeres para que sean su soporte.
Además el olor que aparece en los espectáculos de Salvador era la alhucema, el cual teníamos desde pequeñas en nuestras casa, para acompañar a los braseros de las mesa camilla. Mi madre ponía las camisetas a calentar en el brasero y éstas olían a alhucema.
Mi padre no ponía nada porque sí…
-Ese personaje contribuía a vertebrar la obra, porque entre otras cosas, ello ayudaba a percibir el dolor que sentían los otros personajes dado que tenían a esa mujer ocupándose de los quehaceres de la casa, los niños, etc…, y éstos no le pueden dar más, porque esas manos no dan para más.
Desde mi punto de vista, si esa mujer no estuviese allí, no digo que la obra no tuviese su contenido. Ello ayuda a que “Quejío” sea una obra universal, que cualquiera que sea el registro que sea el suyo, pueda conectar con su mensaje.
Lilyane Drillon: Cuando presentamos “Quejío” en Cataluña (incluyendo pueblos donde sólo había catalanes), había muchos espectadores que pensaban que los andaluces con su flamenco y esas cosas, les producía rechazo. Y a pesar de todo, decía que les había llegado.
Justo son estas cosas las que enfadaban a Salvador, cuando le decían que su trabajo era sólo flamenco. Le preguntaba ¿Qué es “Quejío”? y él no sabía responder qué es.
Pilar Távora: Mi padre inventó un lenguaje.
Lilyane Drillon: Salvador jugaba en sus espectáculos con los “tópicos andaluces”, y él decía: “Detrás de cada tópico, había una verdad”.
Pilar Távora: Ello ahonda en la identidad andaluza, mientras hace que otros ahonden en las suyas propias.
-La tauromaquia tuvo también mucho peso en la obra de Salvador Távora. De hecho, cuando he leído alguno de sus textos sobre este tema, he preferido dejar por un momento mi postura personal al respecto esta tradición, porque me encontré con una forma muy diferente de hablar de la misma.
Lilyane Drillon: En lo que respecta al toreo hay una ambigüedad que no es muy sana. Es decir: Uno no puede negar cosas que han existido, tampoco significa que uno reconozca que eso está bien. Pero ello ha sido fuente de algo.
Hay una hipocresía muy grande, porque la cosa no va de matar a un animal como se hace en los mataderos. De hecho, los toros que son destinados a las corridas de toros, tienen una vida mucho mejor que los que van al matadero.
Además, el toreo ha dado paso a obras de pintores, escritores…
Pilar Távora: La dehesa andaluza se mantiene gracias a la tauromaquía. Aquí hay un mundo sin que yo sea taurina, que no se pueden poner las cosas bajo parámetros de blanco o negro.
-Lo que más me interesa de todo esto, es el imaginario que constituye Salvador Távora partiendo de experiencias suyas como que él fue novillero.
Pilar Távora: Así es, eso marcó su vida. También esas experiencias están presentes en sus espectáculos, en lo que respecta a que se toman riesgos de verdad.
Lilyane Drillon: Estas experiencias para él fueron una escuela de vida. Porque como dijo Salvador, el mundo del toreo es efímero. Es decir: Un día triunfas como aquella vez que él consiguió cortar un rabo y una oreja como novillero en la plaza de la Maestranza (Sevilla). Y otro día, tienes una tarde mala.
Pilar Távora: Por otra parte, hay toreros que un momento parece que no tienen “ni media conversación”, pero te sorprenden cuando hablan de la vida y la muerte porque se convierten en sabios.
-Cuando uno se acerca a la biografía de Salvador Távora, nos encontramos con más cosas que fueron fundamentales para construir su discurso. Por ejemplo: Cuando él habla que conoció a la figura de Blas Infante tras hablar con el hijo del mismo (eso es un elemento importante para entender su visión de Andalucía).
Pilar Távora: Si. Ellos dos eran novilleros e iban a entrenar juntos. En una noche después del entrenamiento, el hijo de Blas Infante llevó a mi padre al lugar que mataron a Blas Infante. Y esa fue la primera vez que mi padre oyó hablar de Blas Infante.
Así fue forjando su ideario político, que se puso a la par con sus experiencias en la fábrica de Hytasa. Para terminar siendo una persona muy comunista.
-Tengo la sensación de que las figuras de Salvador Távora y Blas Infante, comparten esa contradicción de que hay quien los reivindican con orgullo, y otros actúan como si no hubiesen existido, quitándoles importancia.
Pilar Távora: Totalmente. De hecho, mi padre fue el primero que puso el nombre de Blas Infante sobre un escenario.
-Dijo Salvador: “El baile y el cante no se pueden academizar, porque su academia es el sufrimiento”. Si asumimos esto ¿Si sólo se tiene como recurso inculcar de modo “oral”, el compartir en fiestas populares, etc…, cómo se puede hacer un ejercicio de reflexión sobre de estas disciplinas y su completa conservación?
¿Salvador necesitaba reconocer que estaban operando unas condiciones concretas para decirle a un intérprete “te creo”?
Lilyane Drillon: Claro. Él nunca hizo espectáculos con “virtuosismos”, aunque si la persona que escogía cantaba bien, mejor. Te digo una cosa, han pasado muchas personas que cantaban mal por La Cuadra; sin embargo, se les recibía como estrellas. Y al ver que eran aplaudidos de esas maneras, se les “cruzaban los cables” y pensaban que cantaban bien.
Pilar Távora: El flamenco se ha convertido en otra cosa. Es decir: las personas que no han vivido ciertas realidades, lo convierten en otra cosa como ha pasado con Rosalía, u otras personas que son virtuosísimas como Sara Baras.
Siempre hay un núcleo minoritario, que siente de alguna manera que eso es de otra forma. No una cosa para salir a un escenario y ganarte la vida con ello. Personas como “Chocolate” o “Agujetas” eran seres totalmente enajenados, porque estaban al servicio de lo que les daba de comer. Pero con sus gargantas y sus adentros, brotaba ese dolor que ellos desconocían de dónde venía.
Eso es lo que te conmueve en flamenco. Es decir: alguien que no tiene eso dentro, no te puede conmover cantando o bailando.
Estas personas han heredado el dolor, aunque no sean conscientes. Y si conmueves a las otras personas, y esa persona no sabe el porqué se ha conmovido.
-Supongo que Salvador Távora recurría a este tipo de cantaores, porque quería que sucediera eso que mencionas, “aquí y ahora”. Él no quería ningún tipo de imitación a aquello que podrían parecer interesante, dado que él apostaba por cantaores que su “escuela fuera el dolor”.
Pilar Távora: Claro. Él prefería que el que estuviese en el escenario sepa que está dónde tiene que estar, en vez de estar pensando si la seguidilla le estaba saliendo bien.
Lilyane Drillon: Además los metía en una situación en la que ellos no estarían cómodos. Por eso “Quejío” fue tan rompedor. Es decir: Es muy diferente cantar sentado en una silla, que arrastrándote en el suelo.
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