Considero que analizar S 62° 58′, W 60° 39′ se presta para retomar preguntas como: ¿Hasta qué punto representar una obra dentro de una obra, va más allá de poner sobre la mesa un tema en concreto? ¿Cómo distinguir el material que será finalmente incluido en la representación de la obra en juego, con el que nos ha sido útil durante su correspondiente proceso de montaje? ¿Qué ha de quedar implícito y explícito en el desarrollo de los contenidos de una obra?.
Antes de precipitarme a emitir cualquier definición, cabe aclarar que la respuesta se ha de adecuar al qué, al por qué y al cómo se hace lo que se hace en cada obra. Es decir: se trata de un tema de graduaciones, más que de una medida que se ha de “regular” con el objetivo de dar con uno canon. No obstante, ello no ha de eximir a quien se empeñe en poner sobre un escenario una forma de abordar unos contenidos, que se adecuarían más a atender sus propias necesidades personales y profesionales, dejando en un segundo plano cuál será el resultado final que le llegará al público.
En paralelo, se ha de tomar en cuenta que esta pieza de Franck Chartier/ Peeping Tom es «escurridiza», ya que ésta juega con la idea de que, a día de hoy, las fórmulas que hemos utilizado para distinguir lo que llamamos ficción de lo «real», se han diluido. Por tanto, o bien intentamos «reformar» epistemológicamente nuestras premisas, o quizás ya nos estamos moviendo en un terreno en el que no se han hecho «mapas» (por así decirlo). Es más, a lo largo de la representación de S 62° 58′, W 60° 39′ se bromea con que, llegados a este punto, es posible plantear que todos (intérpretes, personajes, director, programadores y espectadores) estamos «naufragando» en medio de una obra de artes escénicas eterna. Y justo este tipo de preguntas formarían parte de una «ilusión compartida» que nos sirve mientras esperamos a la muerte. Entonces, ¿hay algún tipo de respuestas que nos resultarían satisfactorias bajo estos presupuestos, o es que pasar por una fase nihilista (tal y como lo expuso Friedrich Nietzche) es una transición ineludible, para dar pie a que cada uno encuentre su propio sendero?
Mientras tanto, nosotros los espectadores, estábamos alucinando con los fastuosos medios con los que cuentan, sus espectaculares intérpretes, y cómo no, con una dinámica en la que no había manera de saber por dónde iba a continuar esta pieza. Y en parte, eso nos mantuvo “atrapados” en los que sea que se nos estaba representando en escena: personalmente, yo disfruté mucho de esta obra. Sin embargo, hay varias cosas que pertenecen a la estructura y a la totalidad de los contenidos de S 62° 58′, W 60° 39′, que pienso que merece la pena que sean reevaluados, antes de que se vuelva a representar. Puesto que tengo la sensación de que los integrantes de esta compañía belga, no se han dado el tiempo suficiente para seleccionar qué era lo necesario para expresar lo que han querido expresar.
Por ejemplo, no había necesidad de que cada uno de sus personajes tuviesen un monólogo entorno a temas que tampoco los diferenciaban de un modo sustancial, y menos de que todos sean de una similar extensión. Ya que más que una redundancia, ello desorienta a los que hemos integrado al público en relación a dónde hemos de mantener el foco de la obra, como también, hace dudar qué es exactamente lo que la vertebra. Asimismo, no hace falta llevar al máximo de sus capacidades a los intérpretes, porque quien conoce, mínimamente, a Peeping Tom sabe que ellos forman parte de la élite. Por esto y otras cosas más, lamento afirmar que presentaron al público algo desdibujado donde pudo haber algo legendario.