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Los próximos 5 y 6 de marzo se representará en el Teatro Central de Sevilla Sonoma. La última obra de Marcos Morau/La Veronal. Una pieza que lleva cosechando aplausos y excelentes críticas a donde va.

Un creador cuyos conocimientos  artísticos no se limitan a la danza, Marcos Morau se forma en fotografía y en dramaturgia. En 2005 crea La Veronal, colectivo formado por artistas procedentes de la danza, el cine, la literatura y la fotografía. La finalidad de su equipo artístico reside directamente en una constante búsqueda de nuevos soportes expresivos y referencias culturales – cine, literatura y fotografía principalmente- que apuestan por un lenguaje narrativo con la intención de formar espacios artísticos globales.

Estas palabras procedentes de la web danza.es, nos avisan de que Marcos Morau es un creador ambicioso que ha ido recogiendo los frutos de sus trabajos con galardones como: En 2013  obtuvo el Premio Time Out al mejor creador del año, el considerado Premio SebastiàGasch (otorgado por la fundación FAD de las Artes y el Diseño) y el Premio Nacional de Danza 2013 en la especialidad de Coreografía. Con sus creaciones ha conseguido ganar premios en todos los certámenes coreográficos nacionales e internacionales a los que se ha presentado: Certamen Coreográfico Internacional de Hannover, Certamen Coreográfico de Copenhague, Concurso Coreográfico de Madrid, Masdanza/Festival Internacional de Danza de Canarias, Mejor espectáculo en FiraTàrrega, Valencia Crea, Bienal Internacional de Jóvenes Creadores de Europa…

Por tanto, les estoy hablando de uno de los creadores que más peso ha ido adquiriendo en el transcurso de los últimos años, en la escena contemporánea de España. Y se me antoja valorar esta extraordinaria oportunidad de ver uno de sus trabajos. Sin olvidar, que Sonoma procede de retomar una serie de ideas que ya fueron desarrolladas en el 2016, para el Ballet de Lorraine,  Le Surréalisme au service de la révolution, a partir de la figura de Buñuel, acerca de la Calanda rural y el París cosmopolita, entre la disciplina jesuítica y la libertad surrealista. Ahora, todo ese microcosmos se desarrolla y se amplía en Sonoma, para su proyecto con La Veronal.

Foto: Marina Rodríguez

Foto: Marina Rodríguez

 

Buñuel no ha sido nunca tan actual. Pudo ver perfectamente lo que nos deparaba el futuro cuando encontró en el ruido de los tambores de Calanda y todo el Bajo Aragón, ese grito dirigido sin rodeos a las vísceras. Porque Buñuel ya estuvo aquí, escuchando cómo suena el abismo que se abre cuando es libre la imaginación humana, pero no es libre el hombre.

Sonoma significa ‘valle de la Luna’, en lengua indígena. Según el mito, la Luna viene a acurrucarse en sus llanuras cada noche. Y allí los gritos, los alaridos y las detonaciones de los tambores conforman un pulso hipnótico, como el de una nana infantil que, lejos de sobreestimularnos, nos acompaña y nos calma.

Sonoma es entonces el grito del hombre al límite de su existencia, del que sale el aullido primitivo del cuerpo, el pulso de la humanidad por sobrevivir y por sentirse viva. Por existir, aunque sea al límite de la realidad, o por encima de ella.

Una propuesta dándonos señales que está por llegar de gran belleza visual, y que abordará la condición humana.

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