The Celebration Tour 2023 de Madonna sobre la muerte y la vida. Abrazar el “yo” del pasado; proyectarlo al futuro. Un inicio de gira resplandeciente para la mujer que esculpió a imagen y semejanza de la estrella pop.
Mi vida está rodeada de muerte,
Madonna, O2 de Londres, 2023.
El 24 de junio, la diva del pop por antonomasia, Madonna, se desplomó en el suelo de su piso en Nueva York, a causa de una infección bacteriana grave. Guy Oseary, su representante, anunció que “su salud está mejorando, sin embargo, todavía está bajo cuidado médico. Tendremos que pausar todos los compromisos, lo que incluye la gira The Celebration Tour”. Y el fandom de la Madonna entró en histeria colectiva, esperando lo peor. Tras cinco días en cuidados intensivos, la reina del pop recuperó la consciencia, despertó entubada, rodeada de sus seis hijos, en una escena que sin duda debe haberle aterrado, como a cualquier mortal.
Madonna es estudiante de la Kabbalah desde mediados de los noventa. Esta rama mística del judaísmo que tanto la ha enriquecido (el soberbio Ray of Light es ejemplo) sostiene que en las experiencias cercanas a la muerte, el cuerpo físico ya no es una perturbación; las personas sienten que pertenecen a algo distinto de lo que identifican como su cuerpo. Nuestros deseos individuales (comida, sexo, familia) y sociales (dinero, honor, control, conocimiento) se desvanecen y aceptamos una retirada, dejando de recibir, sentir, vivir y disfrutar. Dicha sensación de liberación de lo corpóreo marca el cambio a un nuevo estado que no es muerte, espiritualidad ni eternidad. Lo que sentimos en tales estados es limitado y minúsculo comparado con las sensaciones de eternidad y plenitud que podemos experimentar mucho más vívidamente estando vivos en este mundo. Así las cosas, al final nada importa tanto como creemos, solo el amor.
Tres meses pasaron ¹, Madonna volvía al ruedo y… ¡vaya si mereció la pena la espera! The Celebration Tour es la duodécima gira musical de la reina del pop, confeccionada para conmemorar sus cuarenta años de carrera musical. Producida por Live Nation, arrancó el 14 de octubre de este año en el O2 de Londres y continuará con casi ochenta conciertos más. Es una astuta evaluación de su impacto musical, cultural y social; he aquí el testamento de una travesía artística de cuatro décadas, un homenaje a la ciudad de Nueva York, a la comunidad LGBTIQ+, a su(s) yo(es) del pasado, a la música… y a la muerte como impulsora de vida.
¹ El 10 de julio Madonna subió un comunicado agradeciendo el cariño de sus fans quienes habían ideado la campaña mundial Play “Survival” (Bedtime Stories, 1994). Se confirmó que la gira iniciaría ahora en Europa en octubre de 2023, y que la etapa americana sería pospuesta hasta navidad.
El formato.
La iconoclasta artista lleva desde 2019 intentando montar y dirigir un biopic musical (congelado, por ahora) y sus energías se redirigieron a construir algo similar, pero sobre el escenario. Madonna ha tejido un show deslumbrante que tiene éxito a nivel de espectáculo, arte escénico, reflexión y garra política. The Celebration Tour tiene mucha más narrativa que los anteriores: comenzando con su huida a Nueva York en 1978, da cuenta de la historia de su vida y obra a través de la música, la danza, el diseño y el activismo social. Celebration NO es un concierto, es más bien un musical; la mujer que inventó la gramática de los directos ha modernizado su espectáculo para una gira retrospectiva en la que interpreta éxitos de su de carrera en formato Broadway, es decir: en “actos” que forman una misma narrativa. El guion presenta un leitmotiv intrigante: Madonnas del pasado visitan a la del presente en sus momentos vitales más duros (pasar hambre, ser excomulgada, ser cancelada culturalmente y enfrentarse a la guerra).
El mensaje: la vida después de la muerte.
El estatus de Madonna como máxima superviviente del pop está asegurado desde hace años; asistimos a la falibilidad de la mujer detrás de la diva (y no un cyborg) en una historia que huele a mitología. Resulta conmovedor ver los obstáculos que una niña huérfana a los cinco años tuvo que superar para reinar: la pobreza y el riesgo de una famélica bailarina en la gran ciudad; la censura feroz en un mundo misógino y reductista; la siempre presente amenaza de caer en la irrelevancia y/u obsolescencia. La muerte está presente en muchas formas durante el show, pero como catalizador de la vida. La muerte, expuesta desde las perspectivas cristiana, judía, esotérica, psicológica, filosófica y hasta cuáquera.
Hay mucho corazón aquí. Si las giras de Madonna se apoyaban en la robótica en su precisión y coreografías acrobáticas, aquí se la ve tan encantada de regresar a los tinglados que su aura resulta más cálida. Sus movimientos, siempre fluidos, ahora se apoyan más en gestos que en acrobacias. Su baile, un poco más limitado ahora (no es un problema, dado el vigor de sus bailarines y/o la escala y el ingenio del arte escénico), pero se compensa con franqueza e ingenio: anécdotas, sentido del humor, apasionado alegato por las vidas (y las muertes) de los niños en Gaza.
Una reina y su corte
Bob the Drag Queen, ganador de RuPaul: Drag Race, es el narrador que ubica al espectador en el tiempo y el espacio: Personifica a la Madonna tipo María Antonieta y hace una genuflexión a la comunidad LGBTIQ+, sus hijos putativos. El tono del concierto suena, para muchos, a despedida; mientras otros ven un mero ejercicio de introspección. El caso es que el escenario donde explota esta extravagancia mide 400 metros cuadrados y está inspirado en el trazado urbano de Manhattan (Uptown, Downtown, Midtown, East Side y West Side). Del centro del escenario sale una plataforma circular de tres niveles que, dependiendo de las necesidades, es tarta de bodas de los Premios MTV de 1984, disco gay o confesionario de iglesia.
Atrezzo, tecnología
La Celebration Tour es mastodóntica, claro. La invitación es viajar en el tiempo al Nueva York de los ochenta (CBGB’s, Paradise Garden, Sound Factory, Danceteria, Funhouse), la América de los noventa, y el resto del mundo presente y futuro. Se reutilizan escenas y atrezzo de giras pasadas porque también se han reencauchado coreografías de otrora. Calles, discotecas, iglesias, rings de boxeo, el desierto, una tarta de bodas, todo cabe. Las luces, los visuales y el sonido, impecable como cabe esperar de una artista de semejante calado. Por primera vez en una gira de Madonna no hay banda en directo; según el director musical Stuart Price, esto es así para que las grabaciones originales brillen. La diva se da el lujo de cantar sobre una maqueta de sonido más bien regular de 1982 (“Burning Up”), todo por la narrativa.
El vestuario: trajes y joyas.
Los fans de Madonna se divertirán con una interminable lista de outfits de las cuatro décadas celebradas. Trabajando con los diseñadores Eyo Yohannes y Rita Melssen, la de Michigan también contó con Jean Paul Gaultier (nueva versión de ese famoso sujetador de cono). Están el frac con toques punk de Dilara Fındıkoğlu (inspirado en una chaqueta de archivo) sombreros cowboy de Ruslan Baginskiy, botas de Miu Miu cowboy y el mono plateado de Versace para el tramo futurista del show. «La moda siempre ha formado parte de su narrativa, así que nos inspiramos en su pasado estilístico y mantuvimos esos mismos temas en el vestuario»; dice Yohannes. El vestuario es una maravilla, una declaración de intenciones y una demostración de lo mucho que esta mujer ha aportado a la moda. Celebration también recopila esos accesorios religiosos que definieron estilo y crearon escuela a manos de una Material Girl que ha resignificado símbolos como la cruz (cortesía de Almarow), el rosario (de House of Emmanuele), el aura de la virgen María (de Malakai) y las lágrimas de la Virgen de los Dolores (el collar Necklace of Tears, de Vêtements/Balenciaga). Después de todo, no debe ser fácil que te bauticen con un nombre como el suyo.
Cronología de un musical sobre casi morir… y volver a la vida.
PRÓLOGO
“Nothing Really Matters” es su declaración de amor a quien la quiera escuchar, incluida la muerte. Arquetipo Madre. Minimalista, mesiánica, sola en el escenario y con una corona/halo de brillantes, canta Nada importa tanto, lo que necesitamos es el amor. No hay nada como la luz para que la oscuridad se aleje.
ACTO I
Flashback hacia 1978. La ambición rubia nunca se habría convertido en estrella de no ser por su “familia” queer escogida del Nueva York de la era Reagan. Sus bailarines acompañantes eran en su mayoría negros, latinos, queers y trans; la exuberancia irradiada era hermosa y sincera. Suenan “Everybody”, “Into the Groove” y aparece en escena la primera (¿avatar?) “Myself”: la Madonna de 21 años vestida a lo New Romantics. “Esta chica soy yo, hace cuarenta años: era tímida, pero tuvo mucho valor. Hoy, aquí, quiero decirle que la amo” y se funden en un tierno abrazo. Trascurren más escenas de fiesta loca (incluido su amante Basquiat) y la bola de discoteca que giraba durante “Holiday” cae al suelo para dar paso a “Live to Tell”. La diva baja al limbo entre pantallas desplegables que enseñan retratos de amigos y colegas de profesión fallecidos por complicaciones con el SIDA. La fiesta terminó, vemos a su mejor amigo y ex compañero de habitación, Martin Burgoyne, muerto a los 23 años, y Madonna vuela dentro una caja de cristal entre otras seiscientas almas con similar destino: Robert Mapplethorpe, Alvin Ailey, Tina Chow, Cristopher Flyn, Cookie Mueller., Freddy Mercury, entre otros. Tanta juventud, tanta belleza, tanto talento. El SIDA o esa crisis global de la que ella fue una de las primeras y más notorias figuras públicas en defender. El estadio, convertido en un mausoleo con miles de luces de móvil flotando como luciérnagas.
Doliente, Madonna, es consciente de que la Iglesia nos ha dado la espalda, y responde cantando “Like a Prayer” entre confesionarios, campanas, botafumeiros y bailarines crucificados boca abajo a quienes devuelve al paraíso. David Banda, tercer hijo de la cantante, aparece vestido como Prince; la frase “I Would Die For You” deslumbra en las pantallas y la voz del genio de Minneapolis nos dice: “estamos aquí reunidos para entender esta cosa llamada VIDA. He venido a deciros que hay algo llamado Más Allá”. Épico.
ACTO II
En el segundo acto, Madonna se adentra en el placer como respuesta al rechazo. Con la intención de captar el tono sexual y de liberación que expresan las canciones, nació la idea de utilizar el ring de boxeo. Los boxeadores de la gira Girlie Show nos recuerdan por qué se convirtió en luchadora. Quizás el punto político más fuerte que pueda plantear ahora sea sobre la discriminación por edad. Se recrea esa actuación de 1990 sobre una cama (masturbación femenina) que causó su excomunión de la iglesia católica (Juan Pablo II la calificó como “uno de los espectáculos más satánicos de la historia de la humanidad”). Aparece la segunda avatar (de nombre “Myself”), que simula masturbar a la cantante del presente tras lo cual se acuestan a dormir, en posición fetal, cóncava y convexa. Hermosas las dos, larga vida al metaverso.
Era amor, no provocación gratuita. Nadie ha hecho de la sexualidad una seña iconográfica como esta show woman, siempre ha habido una razón detrás de cada sujetador o trozo de látex; la iconoclasta protestaba contra la mojigatería y la hipocresía, planteaba lo absurdo de la dicotomía virgen-puta y ponía en primer plano el erotismo en una era en la que la sexualidad plena, al natural, era una sentencia de muerte. Sobre el escenario, con encaje y satén, su edad añade ahora una nueva dimensión a esta misión suya mientras se deleita como objeto de deseo, como un ser sexual tenga la edad que tenga, claro. Ni más faltaba.
“Justify My Love” es eso que escondemos en nuestra psique más desconocida: los deseos, la lujuria, el legítimo derecho al placer. El director de la gira, Stuart Price mejoró aún más el espectáculo, llenándolo de visuales que cortan el aliento con sofisticados simbolismos y sincretismos. “Hung Up” el temazo del despecho, suena como una peineta “aquí te quedas” para el mundo de los hipócritas. La diva, cubierta con un velo de encaje negro, se refugia en las notas que brotan del piano de su tercera hija, Mercy James, quien la acompaña en ese precioso acto de contrición que es “Bad Girl”: borracha desde las seis de la tarde, he besado los labios de un extraño, he fumado demasiados cigarrillos hoy. No me gusto cuando actúo de esta manera. Cae el telón.
ACTO III
La cuarta hija Madonna, Estere se roba el show con su vogueing y carisma en el tercer acto. “Vogue” es el incuestionable himno a la cultura ballroom, la comunidad drag, la moda y el Hollywood dorado. Bob the Drag Queen es el auténtico reconocimiento de ese vínculo de amor mutuo entre una creadora y sus feligreses. Suenan samples de “Up Down Suite”, “Break My Soul Queens Remix” (de Beyoncé) y “Walk 4 Me” de Robbie Tronco pero fuerzas del orden detienen la diversión y en “Human Nature” Madonna es arrestada, reducida, atada con cinturones de cuero, su libertad restringida. “¡Joder, no me peguéis!, ¡cuidado con mis hijos!, ¿Qué cojones os pasa?, ¡solo estábamos divirtiéndonos!, ¿por qué no aparecéis cuando más os necesitamos? ¡solo estáis para apalearnos!”. Y escupe. Aparece la tercera avatar del pasado, enfundada en un traje de látex y libera a Madonna, quien le dedica “I’m Crazy For You”. Myself entrega a Madonna una cerilla, y ésta prende fuego al escenario entero. “The Beast Within” empieza, y una lectura bíblica apocalíptica se sucede en escena, con bailarines atravesando un desierto, recreando lo inhumano e injusto de las guerras e invasiones.
La frase “Para nacer, primero hay que morir; y para morir, antes hay que despertar” de G.I. Gurdjieff se lee en pantallas. La muerte, literal o poética, entra otra vez en escena con la dupla “Die Another Day” y “Don’t Tell Me”. La cantantes y dos bailarinas, ahora vestidas de cuáqueras y/o brujas (¿Lucrecia Mott? ¡esas otras feministas!). Voy a destruir mi ego, cerrar mi cuerpo, buscar otras vías. Hay aun mucho por aprender; supongo que moriré otro día, aun no ha llegado mi momento. Las pantallas proyectan décadas de evidencias de trato despectivo desde la prensa y el patriarcado para con una post-feminista que siempre ha dicho lo que piensa; la combinación tóxica de misoginia y edadismo. Y en misiones tales, la edad no es rival, “Lo más controvertido que he hecho es quedarme”. Canta sobre un eneagrama, un árbol de la vida (la Kabbalah), imágenes de caballos, movimientos de rituales. La inspiración western de “Don’t Tell Me” ahora lo impregna todo, y el mensaje persiste: que la cama no me mire fijamente como un ternerito arrodillado, como la boca abierta de una tumba.
Lo primero que hace al “volver a la vida” es honrar a su madre, muerta a los 30 años. En “Mother and Father” canta frente a una imagen gigantesca de su madre Madonna Luise Fortin, reflexiona sobre la gente que ha perdido, su casi muerte (No fucking way!) y las vidas que ha ganado (sus seis hijos). “Me propuse vivir la vida que mi madre no pudo vivir”, confiesa. Así, su versión folk acústica, guitarra en mano, de “I Will Survive” es bien merecida, y su voz suena formidable. “La Isla Bonita” es la última escena: la visión utópica de un lugar isla paradisíaco, de ensueño, para el cowboy en el balcón: su hijo. Un mundo de libertad al que canta envuelta en una bandera (la LGTBIQ+, la de Palestina o la de las Madres de Mayo). “Myself” aparece por última vez, ahora con la indumentaria de alborotadora No Fear (Che Guevara, Pussy Riots) de su álbum American Life, entre fotos de ilustres difuntas guerreras como Nina Simone y Sinèad O’Connor. Todas triunfantes.
ACTO IV
Si la primera mitad del show trazó una narrativa lineal, pasados los años 90 esta desaparece en favor del relativo caos en que se ha convertido su marca registrada moderna. “I Don’t Search, I Find” abre un viaje al futuro, algo que siempre ha parecido excitar más a la cantautora. “Vivimos entre la vida y la muerte, deseando avanzar. Al final, siempre damos la mano a nuestro destino y seguimos adelante”, se la escucha.
En el cuarto acto Madonna apuesta por el futurismo y luce un Versace perfecto para surcar el metaverso: mono ajustado con efecto cristales rotos que parece una armadura de luz divina. La ídolo pop colaboró con el diseñador de videojuegos y worldbuilder Gabriel Massan para recrear el escenario inmersivo de “Bedtime Story” o ese mundo de fantasía multidimensional. «Madonna estaba muy interesada en mis paisajes de ensueño; quería nadar, explorar y navegar a través de esos mundos diferentes»;. En quince días, la pareja parió una dimensión sui generis para que la jefa la habitara virtualmente. “Ray of Light” explota con sus ponderaciones sobre la velocidad de esta vida en la que vivimos, y sobre el sentido verdadero de la palabra hogar. Llega el final con “Rain”, su oda a dulce espera, la lluvia, la luz, la música. Baña mis penas, llévate mi dolor. Tu (vuestro) amor desciende sobre mí, como la lluvia.
EPÍLOGO
El último interludio incluye un mash-up de “Like a Virgin” con hits de Michael Jackson, y siluetas chinescas de los dos monarcas bailando tras la tela blanca. Una manera de despedirse de otro artista colosal con quien, ni fueron tan amigos ni todo lo contrario. Gracias al arte, el rey y la reina se funden en un abrazo. Ella le canta “Angel”, él se va, ella se queda.
El epílogo no podría ser más épico: Madonna, de pie sobre un escenario con forma de tarta de bodas, ve desfilar a más de treinta bailarines con sus legendarios modelitos. “Celebration”, single de su Greatest Hits de 2009 y “Music” despiden a los artistas, la Madonna vestida como una virgen… con bustier azul cerúleo y abanico español en mano. Así se despide de Europa la mujer más influyente en la historia de la música, en su flamante vuelta a los escenarios, su regreso a la vida tras cinco días en el limbo. Un espectáculo resplandeciente para la mujer que esculpió la imagen y semejanza de lo que significa ser una estrella pop.
POSTDATA
A principios de octubre de 2023, se anunció que Madonna se asoció con Ministry of Tomorrow para lanzar una línea de edición limitada de productos exclusivos disponibles tanto en línea como en algunos lugares a lo largo del recorrido de la gira. Según se informa, el 100% de las ganancias se destinará a la organización benéfica Raising Malawi de Madonna y al Centro Infantil Chema Vision. También alentó a sus fanáticos a hacer donaciones a estas organizaciones.
Precioso artículo, gracias por desprender tanto amor en este crucero que es la vida y tour de Madonna.
Wow!… Viajé, sentí y viví el concierto como si hubiera estado allí. Gracias!