«Tosca abucheada«. Así titulaba Carlos Tarín su crítica al estreno en el Teatro de la Maestranza de Sevilla de la famosa ópera de Puccini con dirección de Rafael R. Villalobos. En ese estreno hubo abucheos, berridos e insultos por parte del público. Lo sé porque estuve allí.
Ante esas reacciones pienso que hay algunas explicaciones. Una de ellas es que un público español surgido de cuarenta años de dictadura ha dejado una huella que le incapacita para poseer una sensibilidad que valore la gran música. Son bastantes años de sinrazón y cretinismo que no desaparecen fácilmente. Habría que hacer toda una ardua labor educativa. Empezar por algo más básico como «El patio de mi casa es muy singular, cuando llueve se moja como los demás. Agáchate y vuélvete a agachar…». Y seguir avanzando para que después de muchos años podamos ofrecer a Puccini, Mozart, Wagner o Sibelius.
La capacidad intelectual, emocional o sensitiva del ciudadano español ha quedado tan mermada que todavía no ha alcanzado el nivel de desarrollo del ciudadano europeo. Y esa fase de subdesarrollo se manifiesta a diario en su comportamiento cotidiano. En los estadios, en las calles, en las plazas, en las aclamaciones públicas, en los conciertos, en los toros, en las concentraciones.
El presupuesto español en Cultura y Ciencia es infinitamente inferior a la media europea. Como ejemplo ilustrativo. El presupuesto para una temporada del Theatre de la Bastille de Paris equivale a todo lo destinado en España a las Artes Escénicas de todo el año. De las treinta producciones que se ofrecen cada temporada en el National Theatre del Reino Unido, en España se dan sólo cuatro o cinco de pequeño formato. Una ciudad como Turín, en Italia, comparable por su dimensión con Sevilla esta temporada se han ofrecido veinte montajes. Once de producción propia y nueve coproducciones. Con obras como «Ricardo III» y «La tempestad» de W. Shakespeare, «El crisol» («Las brujas de Salem) de Arthur Miller, «Seis personajes en busca de autor» de Pirandello o «El matrimonio de Boston» de David Mamet. Con un presupuesto de ocho millones de euros. Sin embargo, en el Teatro Lope de Vega de Sevilla no se ha ofrecido ninguna producción propia. Sólo dos coproducciones. Con un presupuesto anual de ochocientos mil euros.
Sólo el teatro musical en España (ópera y musicales) ofrece producciones comparables a las europeas en calidad e inversión. Porque los elencos españoles son comparables a los de otros países por su gran nivel. Porque se puede importar lo que constituye la puesta en escena, pero los intérpretes son nacionales. Nos podemos sentir muy orgullosos de la preparación y la gran formación de nuestros repartos.
Por ilustrarlo con un ejemplo. En la producción española del musical Matilda dirigida por David Serrano en el teatro Nuevo Apolo de Madrid, uno de los componentes del reparto, Javier Santos se ha incorporado al teatro musical español después de estar durante doce años formando parte de los musicales más importantes de Londres. En cuanto a músicos de concierto existen en Andalucía pianistas a nivel internacional como Juan Pérez Floristán o Javier Perianes formados fuera de nuestras fronteras. Aunque los músicos que componen la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla son todos extranjeros.
Por supuesto que existe en nuestro país una parte de la población que es culta, preparada, políglota que es comparable a lo más elevado de la sociedad de nuestro entorno cultural. El problema no está en las personas, sino en los Gobiernos que no consideran la Educación y la Cultura esenciales para el perfecto funcionamiento de un país.
Eso está muy claro en los Presupuestos Generales del Estado y en los espacios que la prensa y todos los medios de difusión perfilan a la cultura, política y deportes como los absolutos protagonistas. Y eso, año tras año crea un caldo de cultivo que genera una sociedad inerte, vacía, sin criterio, sin aspiraciones, sin ilusión, sin futuro. ¿Dónde están los Falla, Albéniz, Granados, Buñuel, Lorca, Picasso de nuestra época contemporánea?
Sin embargo, hay esperanza. En el preestreno de la ópera Tosca en el teatro de la Maestranza el público asistente compuesto por jóvenes menores de treinta años que llenaba el teatro y que sólo habían pagado 10 euros la representación, fue seguida con el mayor interés y atención. En completo silencio y aplaudiendo con gran entusiasmo. Lo que demuestra que nuestra juventud es mucho más sana y evidencia un gran respeto y compromiso con el hecho artístico.