Se representó en el Teatro Central (Sevilla), Tout Finira Bien, de la mano de Christine Cloux y Jorge Picó. Una pieza que tuvimos el lujo de presenciar los que residimos en Sevilla, proveniente de la selección que se ha hecho en el programa Circula! Que desde el 2015 nos está trayendo trabajos que, lamentablemente, no terminan siendo programados con facilidad en nuestros teatros.
En Tout Finira Bien se nos hace un recorrido por varios de los hitos de la carrera de la bailarina, creadora y docente suiza Christine Cloux, lo cual se podría encajar con varias experiencias y reflexiones comunes con otros profesionales que han llegado a cierta edad estando en activo. Por tanto, a lo largo de la representación va perdiendo relevancia qué es y qué no es autobiográfico de la vida de esta profesional, porque Tout Finira bien parte de un caso particular para abordar un tema universalizable.
Y como estamos hablando de la trayectoria profesional de una bailarina, pues, es de lo más intuitivo y necesario que la susodicha no sólo lo interprete en persona; sino que además, las coreografías que nos despliega sobre la tarima, escenifican cada fase del discurso que nos va desplegando a lo largo de la representación de esta pieza que llegó el día 1 de diciembre del presente año a Sevilla. Ahora bien, ello iba cogiendo forma y coherencia gracias a las bien calculadas intervenciones del actor valenciano Jorge Picó, quien entre una cosa y otra, ayudaba a dilucidar el qué exactamente estaba sucediendo en escena. Siendo que Christine Cloux pasaba por diversos estados físicos y emocionales para representar de una manera muy concentrada.
De esta manera, salen a relucir temas que nos son conocidos pero por un motivo u otro, no son muy recurrentes dentro de nuestro imaginario colectivo. Esto es: se habla de la instrumentalización de los intérpretes de lo escénico por parte de los directores, como si ellos fuesen unos “juguetes” que pueden ser zarandeados a su antojo. O qué decir de que cuando a una mujer de lo escénico que ha llegado a cierta edad, va cobrando más peso su edad al margen de la calidad de su trabajo, o de qué se trate su nuevo estreno, etc…, así la experiencia no se relaciona tanto por haber adquirido unos amplios conocimientos tras haber adquirido un bagaje, sino como algo que desata varias “suspicacias” que se dan en paralelo a sus desempeño profesional.
En esta obra se pasa del drama a un humor que roza lo ácido, porque de ningún modo se nos permite a nosotros los espectadores, distraernos con cosas que dejarían estos temas otra vez en un segundo plano. Ello es síntoma, de que, Tout Finira bien no procura ser un manifiesto porque se centra en visibilizar estas realidades que les he enumerado sin caer en victimismos, ni melodramas. He ahí, que esta pieza la considere un trabajo ejemplar para que muchos profesionales veteranos de lo escénicos, puedan reorganizar en qué lugar se encuentran después de tantos años y reflexiones relacionados con su profesión.
Lo anterior, me deriva a reivindicar a los profesionales más veteranos como personas a las cuales conviene escuchar, no tanto como “los venerables ancianos de la tribu”, sino como personas que han sido testigos y protagonistas de una realidad que nos ha atravesado y nos ha hecho ser tal y cómo somos. Y los más jóvenes en ocasiones se les pasa por desapercibido, que ellos llegan al mundo de lo escénico en un punto muy concreto de la historia, una historia que es lo que es porque personas como Christine Cloux la han moldeado con sus éxitos, sus lesiones, sus errores, sus golpes de suerte, dejándose la piel ensayando con una barra de danza, su condición de mujer, etc…
Claro que es un gusto ver a jóvenes intérpretes y creadores hacerse con sus respectivos huecos en los circuitos profesionales, pero no hemos nunca de olvidar que un profesional veterano no es un ser que se acerca cada día a su “fecha de caducidad”, sino que como mucho, esa persona estará planteándose el cómo quiere materializar su retiro como intérprete. O dicho de otra manera, nadie caduca sino que fallece. Y si hay profesionales que han decidido estar sobre un escenario hasta que el cuerpo no dé más, o limitarse a dirigir hasta que la cosa empiece a perder sentido. Eso es similar a cómo se plantea en Tout Finira bien: se tratará de una de las muertes por las que pasa un bailarín.
En esta línea, las intervenciones de Jorge Picó abrían de una forma aparentemente inocente, temas que permitían a Christine Cloux ser humanizada, no dejándola ante el público como un individuo que está dispuesto a ilustrarnos con su virtuosa danza. Dado que se incidió en que una persona que ha aprendido a ganar versatilidad y desensibilizarse, para mantenerse en pie en una profesión que es tan hermosa como dura de ejercer. Ella es un ser humano que siente, que piensa sobre que es quién es porque baila, enseña y crea danza. No es un objeto de consumo, previamente seleccionado entre varias similares para satisfacer nuestros caprichos o seguir “cultivando nuestros espíritus”.
Asimismo, las intervenciones de Jorge Picó equilibraban y aportaba diferentes volúmenes a un trabajo que pudo habérsenos hecho monótono para nosotros los espectadores. Es decir: si él no daba pie a “cambios de tercio” (si se me permite la expresión) o él no hubiese interactuado con Christine Cloux, no hubiésemos podido confirmar que ella no está “atrapada” en sus pensamientos y emociones, ella está enmarcada en esta realidad que compartimos todos los seres humanos. Así, Jorge Picó asumió de forma impecable un papel que favoreció a que Christine Cloux sea expuesta desde todas sus facetas.
Lo anterior, de ninguna manera eclipsó los portentosos solos de Christine Cloux, pues tuvimos el privilegio de ver una profesional capaz de cambiar de registros en cuestión de minutos, justificándolo con elegancia y precisión. Mientras nos iba escenificando un discurso que pasaba de un lenguaje a otro, como si fuese de lo más natural del mundo ¡Magistral!
Tout Finira bien supo constituir una dramaturgia complejísima, para que estuviese la misma a la par del tema que la ha hecho posible. Lo que me lleva a afirmar, que pocos ejemplos me he encontrado en los que confrontar semejante reto no se haya quedado en buenas intenciones que precisan unas cuantas vueltas más, para alcanzar al nivel de consistencia que, por ejemplo, posee Tout Finira Bien.
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