#Venezuela en Achtung! | Por José Puglisi
La teoría del filósofo británico John Stuart Mill sobre la tiranía de las mayorías ha sido demostrada, de nuevo, por la reciente elección presidencial de Venezuela. Según el anunciado del pensador, grupos mayoritarios pueden utilizar estructuras democráticas para perjudicar u oprimir a las minorías particulares. Si se observan los últimos 14 años de la “revolución bolivariana”, no resultará difícil encontrar ejemplos reales, como: la persecución de la clase media y alta, ataques violentos contra la oposición, arremetidas contra el sector privado, entre otros abusos que durarán seis años más por culpa de la mayoría de los electores venezolanos.
Para los incrédulos que consideran que la teoría de la tiranía de las mayorías es inviable por las garantías constitucionales, sólo una respuesta: hagan memoria. ¿Qué fue lo primero que ordenó Hugo Chávez al llegar al poder en 1999?, pues sí, cambiar la Constitución Nacional. Sin embargo, eso no fue todo. En 2007, el Presidente también solicitó por medio de un referéndum constitucional la modificación de 69 artículos de la Carta Magna. Entre los cambios aparece, y no casualmente, la posibilidad de que los políticos puedas postularse indefinidamente. Una pieza vital para su permanencia en el poder, pero una clara violación a la alternancia política que promueve la democracia.
La separación de poderes, por su parte, es otra de las garantías diseñadas por los Estados para evitar la tiranía de las mayorías. De nuevo, el caso venezolano rompe con la regla y se percibe una clara relación política entre el poder Ejecutivo, con el Judicial, el Legislativo, el Ciudadano y, por supuesto, con el Electoral. Durante los últimos 14 años, se ha observado cómo Hugo Chávez ha sido capaz de controlar estos cinco poderes y de presionarlos a voluntad.
El problema radica en que el modelo venezolano, así como el implementado en Cuba, toma las instituciones y procesos democráticos para ocultar sus gobiernos autoritarios. ¿Cómo puede considerarse democracia a un sistema donde no existe alternancia política, se oprimen a los partidos opositores, se concentra el poder en una sola persona e ideología, se viola la libertad de expresión, se cometen crímenes contra los Derechos Humanos y se amenaza con una “guerra civil” si se pierden las elecciones?
Por absurdo que parezca, más de ocho millones de personas han votado a favor de que este modelo permanezca dentro del país. Es decir, la mayoría de los venezolanos quiere un gobierno opresor, que sea incapaz de controlar la tasa de criminalidad (19.000 asesinatos anuales), la impunidad (el 90% de los crímenes quedan sin condena), con un descontrol de los servicios básicos (las fallas eléctricas y de agua potable han sido constantes en todo el país durante los últimos 5 años) y que, además, amenace a cualquiera que desee promover un cambio. Como ya ha dicho Hugo Chávez: “Esta es una revolución pacífica, pero armada”.
Como la ‘tiránica´ mayoría de Venezuela ha elegido este modelo de país, resulta obvio que el Gobierno no cambiará su actual rumbo. Prueba de esto, son las declaraciones del vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, quien aseguró que: “Si no les gusta la inseguridad, que se vayan del país. Ojalá el mundo tuviera más presidentes como Chávez”. Puro amor socialista que deberán seguir soportando los venezolanos, y los demás países de la región, por seis largos años. Sin embargo, parece inútil quejarse o demostrar con lógica el problema de la continuidad en el poder de Hugo Chávez; al final de todo, esa ha sido la decisión de la mayoría.
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