Leo Bassi nos “mareó” tanto que, era difícil dilucidar con cuántos personajes contó durante el desarrollo de esta obra (incluso nos hacía dudar si uno de éstos era él mismo). Desde luego que Yo, Mussolini es un trabajo desconcertante, que a poco que uno como espectador sea honrado, cae en la cuenta de que él “no hizo lo que le daba la gana, porque era fascista” (como bien apostilló varias veces a lo largo de la representación de esta obra); sino en realidad, porque no le debe nada a nadie en ningún sentido.
Por tanto, a Yo, Mussolini no cabe calificarla desde los parámetros de “buena” o “mala” obra. Yo me decanto a señalar que, nace del impulso de este profesional por demostrar que eso de que “quien no conoce la historia estará condenado a repetirla”, no son palabras vacías o demasiado “vulgarizadas”; puesto ello en diálogo con su total autonomía. Dicha combinación propició que, quien haya ido a “echarse unas risas”, se las habrá echado; a la vez que se habrá quedado con un sabor de boca un tanto agridulce. Asimismo, quien se haya afanado en encontrar “fallos” en cosas de esta obra que responden a su dramaturgia, o al “virtuosismo artístico” con el que se espera que se ejecuten cada una de las acciones en juego, les aseguró que habrá salido saciado con la idea de que “una vez más supo leer la obra”.
Los perfiles que les he dibujado tan sólo son dos de los posibles de los que habremos interpretado, los que hemos integrado al público. Quizás haya quien sostenga que ello es síntoma de las “inconsistencias” de Yo, Mussolini. Aún así, considero que si uno tiene la voluntad de sacarle partido a este trabajo, se lo saca. Dado que Leo Bassi nos ofreció un amplio repertorio de reflexiones y pautas sobre un tema de suma actualidad, siendo que lo que compete a la historia no sólo “son cosas que pertenecen al pasado”; sino que además, están aquellas que ayudan a descifrar cuáles fueron las condiciones materiales que dieron lugar a que sucediese lo que sucedió.
Leo Bassi en Yo, Mussolini se dedicó a mostrar las peligrosas consecuencias de actuar como si el fascismo se limitase a ser una cosa de “mesianismos seculares”. Ya que los sujetos que lo protagonizaron y lideraron en la primera mitad del siglo XX, eran “aliados útiles” para contener una posible expansión del comunismo. Para semejante empresa, Leo Bassi pasó de lo grotesco a lo insumiso, pero siempre conservando lucidez. Ello denotaba que lo que realmente estaba haciendo con nosotros los espectadores, es jugar con nuestras mentes y caldearnos para la siguiente escena.
Por eso esta pieza rehuyó de adoptar una estructura lineal y narrativa, empezando porque lo primero que se encomendó era que, nosotros los espectadores, nos desembarazásemos de nuestros “mecanismos de defensa”, evitando que nos aferrásemos a una suerte de “sesgos de confirmación”. Mientras tanto, Leo Bassi nos contaba distintos hitos históricos que de un modo u otro, desmentían la vocación “pacificadora y democrática” de los Estados Unidos cuando se desató la Guerra Civil Española tras el golpe de estado del bando de los sublevados, o qué decir de las invasiones o ataques a las correspondientes soberanías de Francia, Gran Bretaña y otros tantos países por parte de las llamadas “Potencias del Eje”. El caso, es que nos recordó que lo que marcó un antes y un después para que Estados Unidos entrase en la Segunda Guerra Mundial, fue el ataque al puerto de Pearl Harbor (Estados Unidos) por parte del ejército japonés, y lo demás, digamos, “le vino bien” para auto justificarse en las siguientes fechas sobre sus actos en la escena internacional.
Hemos de reconocer que los acontecimientos históricos que hemos erigido como “puntos de inflexión”, son importantes. De cualquier forma, Leo Bassi tuvo el acierto y la perspicacia de detenerse en el contexto de los que nos estaba exponiendo. Es decir: en lo que nos permite constituir una ontología del presente, con el fin de cerciorarnos que todo lo que ha sucedido se ha desenvuelto dentro de un marco en el que se estaban germinando innumerables posibilidades. He allí que lo que se subraya en las fuentes que consultamos, se debe a que son herederas de un lectura muy concreta de la historia. Una lectura que se proyecta hacía el futuro influyendo en nuestro presente, para ganar “la batalla por el relato”, la “guerra cultural”…, que precisamente, son contiendas con las cuales canalizar los próximos acontecimientos hacia una dirección y una versión determinadas.