Si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones
Kjell Askildsen
Noruega el país más feliz del mundo según el programa para el desarrollo de las Naciones Unidas. Pero la primera pregunta que deberíamos hacernos es, ¿qué es la felicidad? De acuerdo al diccionario, es el estado de grata satisfacción espiritual y física que pueda sentir una persona. En estos tiempos en los que la realidad se cae a pedazos por doquier hay una fuerza antagónica que nos quiere hacer sentir felices a fuerza. Nos enferman para vendernos medicina.
¿Cuántas personas en el mundo podrían decir que realmente viven en una grata satisfacción espiritual y física de forma estable?.
Personalmente no creo en el optimismo en sí porque es vacío y sin fundamento, niega estados de emoción que toda persona debe transitar en algún momento y son muchos más valiosos que un muro positivo cimentado en una creencia de que todo va estar bien porque sí.
A nivel político queda en evidencia cuando ciertos líderes niegan la variopinta realidad que tienen enfrente para decir que todo está bien. Que los medios mienten o que lo infelicidad está en la mente de los otros. Pero como sostengo siempre que puedo: negar la realidad es un deporte de alto riesgo que siempre termina con una explosión en la cara de los negadores accidentales o profesionales. ¿Qué tan felices serán los políticos? ¿Su falta de felicidad la compensan con los sueldos desorbitados que se asignan? El ser felices es una de las grandes metas que se pone el ser humano en su fugaz vida. Pasamos la mitad de la vida buscando la felicidad y la otra mitad buscando saber quiénes somos.
Partiendo de la premisa del inicio podríamos decir tajantemente que no, Noruega no es el país más feliz del mundo. Ahora, si se toman en cuenta los estándares – el producto interior bruto, las ayudas sociales, la esperanza de vida, la libertad, la generosidad y la percepción de la corrupción – que le han hecho acreedor del primer lugar en felicidad quizá estén en lo cierto, pero solo un resbaladizo quizá.
¿Por qué suscita tanto alboroto todo lo que pasa alrededor de los países escandinavos?
Primero, porque aunque ellos nunca se han autodenominado los países más felices del mundo, en el resto del globo donde las cosas no parecieran tan idílicas, se busca el tan ansiado modelo de civilidad progresista, justa y noble. Lo más cercano a la utopía de un modelo de bienestar infalible. Una forma de auto-convencimiento de que las cosas van bien en otro sitio que no es el tuyo. Este sentimiento se convierte gracias al marketing – que llega después y con la mitad del trabajo hecho – en un efecto aspiracional que vende la marca Nórdico-Escandinava*, en sus vertientes: Maravillas naturales del norte. La conquista social noruega. La extraordinaria tolerancia Sueca. El artificioso y nada original hygge danés. El gran sistema escolar finlandés. La valentía del pueblo islandés por dejar quebrar sus bancos.
* Técnicamente Finlandia e Islandia no deberían llamarse países Escandinavos.
Segundo, porque nadie se puede creer el cuento del país y sociedad perfecta. Están los que dicen: puede ser, los escépticos, y al final los rencorosos sociales para subrayar que no existe tal idilio.
Noruega es como ver una hermosa foto desde lejos con gran resolución pero entre más cerca se está, se van notando las fisuras, los pixeles, el photoshop. Para el recién llegado podrá perecerle de película; montañas recién pintadas, agua recién puesta en los ríos, prados cortados milimétricamente a lo Luis XIV. Servicios de primera. Personas amables. Pocos indicios de pobreza. Todo muy socialista y al mismo tiempo tremendamente capitalista. Se puede ver como una oportunidad en muchos sentidos, pero por otro lado es inaccesible por el idioma, por la cultura, por las formas en que está construida su sociedad.
Al poco tiempo de vivir en Noruega se empiezan a escuchar las quejas de los propios noruegos por los impuestos que ellos califican de exagerados. Que la tasa de consumo de antidepresivos no es muy halagüeña; ni hablar de los suicidios en invierno. De lo que no se habla casi jamás es del incesto, sea por elección o por accidente. Es normal en un país con tan pocos habitantes. Islandia por ejemplo tuvo que valerse de una aplicación de móvil para alertar a las parejas que tenían un parentesco muy cercano. Escandinavia es como ese reino de ensueño pero con sus leyendas siniestras, oscuras.
Los daneses aceptan que consumen muchos antidepresivos. Los suecos de tanto en tanto aceptan que no todo está bien con su sistema, desde el escándalo del año pasado en el que se descubrió que la policía omitió denuncias en la indagación de múltiples violaciones a jóvenes suecas en un par de festivales de música. En Noruega por ejemplo pasa lo mismo, las bajas tasas de criminalidad se entienden solo en la medida de que la policía no hace su trabajo. No es leyenda que en muchos de los casos de robo u otras situaciones que violan las leyes, en el cuestionario que se hace junto a la denuncia, la última pregunta que se hace es la siguiente: ¿En caso de que no se pueda resolver – el problema – usted quiere una compensación?
Rescatemos un suceso del año pasado en el cual hubo una ola de expulsiones. Una mujer ecuatoriana casada con un ciudadano noruego y en espera del primer hijo pide la residencia pero el gobierno se la niega con senda carta de expulsión. La razón que da la UDI, institución que se encarga de la inmigración, es que el noruego no gana lo suficiente para mantener a su esposa. Pero ella reclama que va a tener un hijo en una semana y si el hijo nace en Noruega será un ciudadano nórdico más y de esa forma no pueden negarle la residencia ni las ayudas que el gobierno da los nuevos padres. La UDI responde que si hace caso a la carta de expulsión y se va a Ecuador el niño nacerá en suelo ecuatoriano. Obviamente hubo protestas y se compartió la historia en redes sociales, resultado: final medianamente feliz porque el mal sabor de boca quedará ahí.
En Noruega es fácil darse cuenta como las personas no quieren de ninguna manera una confrontación. Una discusión sana, constructiva en cuánto a sus problemas. En palabras de un noruego, CEO de una empresa de informática en Bergen que prefiere quedar en el anonimato:
Los noruegos son naifs, no quieren ver los problemas, siempre miran para otro lado o hacen oídos sordos. No quieren saber de problemas porque no saben cómo enfrentarlos. No quieren hablar de ellos. En Noruega hay racismo, corrupción, hay trata de personas, hay mafia de drogas, mafia inmobiliaria, todo en niveles, digamos, más bajos que en otros países, pero existe y a ellos no les importa solo quieren ir a esquiar.
Pero todos los países tienen problemas y más agudos. Entonces porqué molesta a muchos que los países escandinavos sigan manteniéndose en los primeros lugares de felicidad. Algunos dicen que es por la hipocresía de estas sociedades, pero ¿Qué sociedad no es en mayor o menor medida hipócrita? La hipocresía es una cortesía que todas las sociedades se otorgan. Pese a que Noruega no es perfecta sigue siendo un buen lugar donde vivir si se tiene una mediana satisfacción espiritual y física como persona.
Si le interesa saber más sobre la realidad noruega recomiendo Kjell Askildsen, feroz y brillante escritor de relatos que cuenta con algunos de sus libros traducidos al castellano.