Tomado en cuenta la estructura de A€RÓBICA: Gestión Corporal de Aporías Verbales y prestando especial atención a varias de las sentencias del monólogo de Silvia Balvín, está claro que estos profesionales andaluces, llevan un tiempo inmersos en un profundo proceso de reflexión y experimentación sobre el qué supone representar una pieza de artes vivas, el rol que debe desempeñar el intérprete en escena o la dificultad de dar con el formato adecuando para transmitir un mensaje determinado.
De primeras, cuesta comprender la conveniencia de que, en plena representación, uno de los intérpretes convierta a la misma en una suerte de “confesionario” en donde sacar a relucir sus inquietudes, fantasías, anhelos, inseguridades…. Y por más “contemporánea” que sea la pieza en juego, me pregunto el por qué manifestar esto de esta manera en escena (y más en concreto, si nos fijamos cuál fue la duración del monólogo en el día del estreno). Aún con todo, lo anterior fue lo que permitió articular y dotar de sentido a las partes más “bailadas” de A€RÓBICA: Gestión Corporal de Aporías Verbales, puesto que la misma hubiese pasado desapercibida a modo de “anexo” de otras creaciones de Rosa Cerdo.
Al mismo tiempo, no hemos de exigir a ningún creador/director que haga siempre cosas de “excelencia”, dado que parte de su trabajo consiste en exponerse ante un auditorio. En la medida de que tener templanza, también pasa por ser sincero con uno mismo y sus espectadores, aunque ello lleve consigo plantear un trabajo que desvele que uno está en un punto de inflexión. Por tanto, corresponde recordar que el hacer público el cómo han ido evolucionado las investigaciones propias, no supone que se vaya a emitir afirmaciones que aspiran a ser universales, sino más bien, que el poner en situación ciertas preguntas o aproximaciones fomenta a responder a cosas que, en contextos como el entrenamiento diario, el hacer acopio de referencias audiovisuales o conversaciones con gente que se tengan sintonía, no alcanzarían niveles del todo satisfactorios. En esta línea, Silvia Balvín y Alberto Almenara Sánchez, corrieron el riesgo de que esta pieza sea entendida como algo incompleto, o incluso, como una tomadura de pelo.
Seamos francos, ambos poseen capacidades de sobra en sus respectivas disciplinas para “ahorrase” semejante coyuntura, ya que les aseguro que sus “fans” se hubieran vuelto con un buen sabor de boca a sus casas, con un poco más allá de lo que han hecho hasta ahora. No obstante, ser consecuente con la línea de trabajo a la que uno se debe, amerita ponerse a buscar otras fórmulas con las cuales transitar por terrenos que todavía no están “señalizados”. He allí que la creación contemporánea de lugar a que se le asocie con la cartografía. En tanto y cuanto, que dicha ciencia procura representar algo desde un lenguaje que a todos los seres humanos les resulte accesible, pensando en que lo anterior esté al servicio de un fin que trascienda a lo instrumental.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando las herramientas a las cuales uno suele recurrir nos han conducido, aparentemente, a un callejón sin salida? Pues, quizás signifique que toque reconfigurar a nuestros “mapas”, “brújulas”, “radares”, etc… O inclusive, repensar el para qué sirven los mismos, y si éstos siguen siendo útiles para lo que uno está emprendiendo. He allí la importancia de hacer pedagogía y filosofía sobre las artes escénicas, ya que al fin al cabo uno da todos estos rodeos para comunicar algo, aunque no siempre sepa ponerlo en pocas palabras o imágenes. Y si no es el caso, al menos los profesionales implicados, tendrán más herramientas disponibles para reconducir los resultados finales de sus montajes.
Una muestra de tantas del talento y la creatividad de estos dos profesionales, lo percibí en cómo Silvia Balvín se ha ido familiarizando tanto con su calzado que, no queda duda que su movimiento no ha sido supeditado a la conservación de una estética determinada: Ello le honra y deja en claro su gran respeto para con el público. Lo mismo diría de la música de Alberto Almenara Sánchez, quien se alío con el diseño de iluminación de Benito Jiménez, para que se despliegue en escena una ambientación repleta de referencias a videoclips y a la estética de artistas que les han dirigido a materializar una síntesis de gran envergadura y calidad. Algo que ha hecho las delicias de los integrantes del público que vivimos nuestra adolescencia/juventud desde los años ochenta a los dos mil, demostrando las posibilidades escénicas que contiene este género audiovisual. De verdad, que el trabajo de todos estos profesionales es muy especial y carismático, porque le hacen a uno experimentar momentos en los que se desea conocer más de lo que se ha citado de un modo más o menos explícito, como también, percibirse como un privilegiado por haber identificado algunas de esas referencias.