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Esta compañía asentada en Cataluña ha demostrado en After The Party que, para expresar algo no es necesario que todo sea llamado por su nombre, y si me apuráis, que sea susceptible de identificar. Tómese en cuenta que en artes escénicas es esencial que la imagen que se está exponiendo en escena, sea lo suficientemente elocuente como para que el texto, los movimientos de danza, y demás recursos sean acompañantes de lo que, realmente, se está abordando.

 

He allí la necesidad de que el creador, el director, y el intérprete en juego sepan distinguir la graduación en la que han de estar expuestos cada uno de los elementos de los cuales se valen para una representación. En esta medida, nada ha de ser escogido a la azar o por capricho, de lo contrario uno estaría comunicando una cosa diferente a lo que uno tenía en mente en un principio, o peor aún, algo difuso e inconsistente. Sin embargo, en el caso de After The Party, nosotros los espectadores, nos hemos encontrado con una pieza que nos muestra el cómo nos vemos cada uno de nosotros desde fuera, en los momentos en los que estamos en nuestro foro interno. Incluso me aventuraría a afirmar que, los solos de danza de Thomas Doone eran una representación de la representación de cómo su personaje confrontaba sus pensamientos, recuerdos, y por qué no decirlo, el qué supone “llevarse a sí mismo encima” todo el tiempo.

En esta línea, pienso que este profesional británico se ha arriesgado a que el público no le siguiese el hilo de lo que está pasando en cada instante, o que les resulte que la pieza apenas avanza. De todas formas, Thoma Doone tuvo la “prudencia” (por así decirlo) de trasladar ese diálogo interno de su personaje a distintas situaciones, horas del día, etc… Lo cual dotaba de mayor credibilidad al mismo, siendo que es una buena manera de hacer alusión a como un sujeto puede caer en un estado de ensimismamiento en cualquier momento y lugar. Hasta el punto, de reproducir/revivir conversaciones en las que, digamos, éste no hizo todo lo que le hubiese gustado, o bien ello sería un ejercicio para comprender y superar lo que le ha dejado “resonancias” en todo su ser.

 

Foto: Manuel Perez

 

Tras ver esta pieza, lamento más si cabe, el que estos ámbitos de la condición humana no se visualicen y se dignifiquen, más allá de esta caricaturesca imagen del filósofo de la Antigua Grecia sentado sobre una roca mirando hacía el infinito; el escritor romántico dando incontables vueltas por su habitación, en busca de la palabra exacta para expresar lo que desea expresar… En definitiva, cosas que estigmatizan el mero acto de pensar y estar a solas con uno mismo. Mienten aquellos que dicen que no lo hacen con frecuencia, incluso en las circunstancias en los que se ponen música o cualquier dispositivo tecnológico de fondo, éstos, como poco, se están “asomando” a dicho estado.

Por ello defiendo que una de las cosas más potentes de After The Party es que su protagonista es un ser valiente y sincero. En tanto y cuanto, que no teme mostrarse ante sí mismo como un ser vulnerable; como también, un ser que precisa estar en un espacio seguro en donde él pueda ser escuchado, sin que se le menosprecien sus pensamientos y sus actos. Por si queda alguna duda, no se trata de dar por bueno cualquier comportamiento, sino más bien, de integrar mecanismos que nos permitan rectificar nuestros fallos y saber continuar en el día a día, sin que ello lleve consigo desprestigiar a aquellas personas que se toman en serio sus propias vidas, bajo la consigna de que “pensar demasiado las cosas” suele conducirnos a algo malo.

 

Foto: Manuel Perez

 

Llegados a este punto, este personaje ha excavado tanto dentro de sí que, se ha encontrado con una suerte de “alter ego”, representado por su encantadora marioneta, que como no es de extrañar, se parece mucho a Thomas Doone. Esto es: en la misma tónica en que sus solos de danza y otras situaciones eran los “canales” por los cuales este personaje transitaba dentro de sí, emerge esta marioneta en la que su sola presencia e interacción, implica que éste ya no puede “esquivar” lo que le sucede, usando una cosa que haga de las veces de “espejo” para que el “reflejo de luz” se pose en otro lugar. No, el espejo esta frente de dicho personaje, y no se irá hasta que este individuo al menos termine de aceptar que ello forma parte de él mismo.

Como se pueden imaginar, After The Party es uno de esos trabajos que cuanto más se estudian, más cosas se pueden extraer del mismo, y, probablemente, más de las que el propio Thomas Donne pretendía. Sí es que todo está hecho con tanta sencillez, honradez, precisión y cariño, que es muy difícil no salir cautivado. De verdad, que este profesional ha conseguido materializar con este proyecto algo, que muchos no se han visto capaces de emprender, o que se han quedado cortos en el camino.

 

 

 

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