Ana Barriga inauguró ayer viernes su exposición MANÍ en galería Kristin Hjellegjerde de Londres y podrá visitarse hasta el ocho de febrero.
Un maní gigante con cara azul y labios rojos reside como deidad sobre un mundo vibrante de criaturas parecidas a dibujos animados. Esta es Maní, la civilización ficticia creada por la artista española Ana Barriga en la que la sociedad se centra en el maní. Para su exposición individual en la galería sita en London Bridge, la artista presenta una nueva serie de pinturas imaginativas que visualizan la vida cotidiana en la comunidad de maní. A través de estos escenarios surrealistas, Barriga se burla de las convenciones de la vida real, ofreciendo al espectador la oportunidad de reírse y cuestionar los fundamentos sobre los que se construyen las civilizaciones.
La práctica de Ana Barriga es intrínsecamente juguetona e imaginativa. Ella se describe a sí misma trabajando en un lugar compartido por artistas y niños, refiriéndose tanto al uso de juguetes y objetos decorativos como materiales de origen, como también a su proceso creativo en el que pinta, rompe, mutila y vuelve a ensamblar como un medio para liberar su imaginación y los materiales con los que trabaja. Para esta última serie, el artista recolectó objetos de mercados de pulgas para crear una especie de archivo curado de la cultura popular residual.
Estos mercados funcionan como un punto de drenaje para la ciudad. Aunque los objetos no pertenecen directamente a Londres, la ciudad los hace suyos al filtrarlos y clasificarlos en un tipo diverso de ecosistemas.
En lugar de intentar encontrar algún tipo de coherencia cultural o comprensión a través del método documental convencional, Ana Barriga ha eliminado los contextos de la vida real y ha reinventado los objetos dispares como habitantes de una sociedad fantástica basada en el concepto del maní. En las visiones surrealistas del artista, el maní aparece como todo, desde Dios hasta los civiles, desde el monumento hasta la comida. Como ejemplo, cacahuetes transportados por un tigre, guardias de una tumba sagrada comiendo los cacahuetes que se supone que deben proteger. Podríamos reírnos de esta sociedad imaginaria que adora un objeto tan banal, sin embargo, este juicio se basa en nuestras propias interpretaciones de lo que significa sagrado, y al provocar este tipo de preguntas, el artista nos invita a reflexionar sobre nuestras propias creencias y contradicciones culturales.
Se trata de interpretar el mundo a través de metáforas, explorando las verdades ocultas detrás de las imágenes.
Los contrastes y las contradicciones están en el corazón no solo de las imágenes de Ana Barriga, sino también de sus procesos creativos. Si bien sus obras de arte pueden clasificarse como pinturas, su enfoque como pintora no es convencional en la forma en que combina diferentes texturas y fisicalidades. Esto resalta nuevamente el deseo de experimentar y disolver los límites artísticos, lo que permite una expresión fluida y espontánea. De manera similar, el uso del humor permite al artista explorar más libremente cuestiones históricas y culturales.
Me gusta cómo interactúan los materiales opuestos. La pintura al óleo es física, tiene un aspecto grosero, mientras que el esmalte se siente artificial en su brillo y la pintura en aerosol hace referencia al arte callejero y al vandalismo. Jugar o ironizar son formas de abordar la realidad de una manera diferente e inesperada, de romper patrones comunes, Las situaciones impredecibles nos atraen porque no se ajustan a los modelos preestablecidos.
Como espectadores, nos seduce el vibrante y travieso mundo de Maní, precisamente por su originalidad y sobrenaturalidad. Las escenas surrealistas brindan la rara oportunidad de sumergirse en la imaginación de otra persona y es a través de esta forma de escapismo, que nos liberamos de las formas convencionales de ver para encontrar nuevas perspectivas. Maní es una celebración de cómo la creatividad y la experimentación pueden inspirarnos y motivarnos para lograr un cambio.