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Antonio Ruz ha dado lugar a una obra que se transforma y es transformada en cuanto va a ser representada. Eso sí, siempre sus cimientos y columna vertebral se mantienen intactas, con la idea de que no se convierta en una suerte de “sesión pautada de improvisación avanzada”, sino un acto escénico hecho para un público.

 

A poco que uno se ponga a investigar la trayectoria de este proyecto, cae en la cuenta que ha tenido diversas traducciones que, entre otras cosas, le han permitido evolucionar a un plano donde no ya no se reproduce Recreo.03, sino que se vuelve a “despertar” a un ser vivo. Dicho esto, para esta representación Antonio Ruz y un equipo de profesionales de su compañía estuvieron cuatro días preparando a un grupo de alumnas de quinto y sexto de la especialidad de danza contemporánea del Conservatorio Profesional de Danza Luis del Río (Córdoba), para que terminen de conformar el elenco de esta función. Lo cual es capital para que las mismas se vayan haciendo una idea de por dónde van las creaciones profesionales, y que hay otros modos de entender a la danza más allá de lo estrictamente académico/convencional.

Sobre todo, porque cualquier estudiante en esa fase de su formación precisa pasar por una serie de experiencias que impulsen a la emisión de preguntas que, o no da tiempo o no hay recursos para abordarlas con todas sus consecuencias, durante su estancia en la formación reglada. He allí que me gustaría señalar este ejemplo con el fin de que las programaciones de los conservatorios profesionales españoles aspiren a más, confiando de que sus estudiantes sabrán reaccionar a contextos en los que se ha de ser resolutivos y versátiles. Claro que los mismos en este punto, aún tiene mucho que trabajar en una barra de danza clásica, seguir buscando su propio movimiento en el ejercicio de interpretar las coreografías que le marcan sus docentes o, cómo no, en las clases de improvisación. No obstante, si uno como alumno no es testigo y protagonista de este tipo iniciativas, está tentado a creer que para bailar basta ser un buen “ejecutante de una sala ensayo con espejo”.

 

Foto: marcosGpunto

 

Desde luego que, se distinguía con claridad quiénes eran las estudiantes de los profesionales en el elenco de bailarines. Pero aún así, me resultaba fascinante cómo las estudiantes del conservatorio de Córdoba se las ingeniaban para camuflarse, para “tomar la palabra”…, entre profesionales de primerísimo nivel. En fin, cosas que, de un modo u otro, dan signos de que lo que han superado hasta ahora en su formación, es trasladable a ámbitos en los que hay margen a darle un sentido y un significado a sus respectivos recorridos, en la práctica de una disciplina en donde suelen tardar mucho en aflorar aquello en lo que uno ha invertido tanto tiempo, anhelos y esfuerzos.

Volviendo a Recreo.03 de este profesional andaluz, cabe detenerse en el hecho de que es difícil descifrar (en tanto espectador) qué es propio de la “obra originaria”, de lo que fue incorporando/adaptando para con esta función. Ello envolvía de un halo de misterio a todo que se hacía en escena, a pesar de que, básicamente, nadie del público conocía la obra con anterioridad. Así, esta obra se perfila como una referencia a la cual consultar, a la hora de investigar sobre el cómo hacer sentir a los integrantes del público personas que asisten a un hecho único e irrepetible.

Asimismo, los bailarines se apropiaron de un espacio un tanto irregular, lo cual les ponía ante el reto de bailar siendo vistos desde lugares de lo más dispares. Supongo que ese fue uno de los motivos de que todos ellos se desenvolvían teniendo presente que no había un único frente y, en consecuencia, Recreo.03 debía ser visionada en tres dimensiones. Posibilitando de que cualquier cosa que pasase en cualquier punto del espacio escénico, cobraba algún tipo de importancia. Es decir: daba igual que quiénes daban el pie a cada escena o los que adquirían cierto protagonismo proviniese de alguno de los profesionales de la compañía de Antonio Ruz, porque lo que se estaba representado es a un grupo de individuos enfrentándose a un espacio inmenso desde sus correspondientes experiencias y puntos de vista. Estando dentro de un grupo de individuos que se percibían como tal, en tanto cuanto que eran miembros indisolubles de un colectivo, y a su vez el colectivo fue lo que fue, gracias a que estaba constituido por la unión de los que lo integraron.

 

Foto: Maria Alperi

 

Por tanto, considero que Recreo.03 es un trabajo que facilita a que, nosotros los espectadores, nos preguntemos cosas como: ¿Qué hace que un cuerpo de baile sea entendido como tal? ¿Hasta qué punto el diseño de la “caja negra” limita a los creadores, intérpretes, diseñadores de iluminación, etc.… a la hora de contar una cosa en concreto a través de una obra escénica? ¿El espacio escénico es el que altera la obra, o es la obra es la que altera al espacio escénico? Sea como fuere, parece que Recreo.03 nos insinúa que todas las repuestas a las que nos hemos debido (en el campo de la dirección, la interpretación, diseño de iluminación, etc.…) son cuanto menos provisionales, e incluso puede que estén destinadas a satisfacer a unas demandas muy concretas.  

Por esto y muchas más cosas, Recreo.03 es uno de los pocos trabajos que han conseguido que, durante su visionado, dejase de analizar in situ. Empezando porque todo era tan hermoso, delicado y elegante, que me parecía un desperdicio no poner la mente en blanco para disfrutar de algo que me había dejado embelesado desde primer minuto. Ya que pienso que Recreo.03 se aproxima a temas que involucran a la condición humana desde una perspectiva más equiparable con la filosofía, que con la literatura.

 

 

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