Por Marcos Nebreda
Edward Hopper (Nyack, 1882 – Nueva York, 1967) es uno de los grandes maestros del realismo americano. Ignorado por el público y la crítica, Hopper comenzó su carrera como ilustrador para revistas y agencias de publicad, trabajos que consideraba alejados del ideal artístico del que se había impregnado el París de la Belle Époque. No fue hasta 1924 cuando alcanzó el éxito con su primera exposición en la Rehn Gallery de Nueva York y pudo dedicarse por completo a la creación artística. Su Casa junto a la vía del tren, vendida a Stepeh Clark, uno de los coleccionistas más importantes de Estados Unidos, cambio el rumbo de la trayectoria pictórica de Hopper. De pronto sus pinturas se convierten en un retrato de una Norteamérica emergente: de sus bares, hoteles, estaciones, trenes…escenas de una cotidianidad en la que la muchedumbre crea un vacío de luces y sombras que acentúan la soledad y el dramatismo del hombre moderno. La crítica se rinde a las pinturas de Hopper y coleccionistas y museos de todo el país pujan ansiosos por sus obras pese a las miserias que rodeaban la Gran Depresión. En menos de una década, Hopper pasó prácticamente del anonimato a convertirse en uno de los artistas vivos más valorados en Estados Unidos.
Sus inicios
Heredero de la tradición americana de Robert Henri y Winslow Homer, Hopper rompe con el academicismo dominante para retratar la incipiente sociedad estadounidense de comienzos del siglo XX. En 1906, siguiendo la costumbre de los artistas norteamericanos desde mediados del siglo XIX, Hopper se traslada a París donde entra en contacto con el impresionismo de la mano de lbert Marquet, Walter Sickert, y Félix Valloton. En este París impresionista forja su particular tratamiento de la luz y de la sensualidad antes de su vuelta a Estados Unidos donde se ve obligado a trabajar como ilustrar. Muchos de los temas que utilizará durante toda su trayectoria, como el ocio, el espectáculo o la burocracia tienen sus antecedentes directos en los dibujos que realiza para estas publicaciones, aunque el resultado sea radicalmente opuesto: mientras que las ilustraciones muestran imágenes positivas que apelan al consumismo y la diversión, los lienzos inciden en la apatía, el drama y la soledad de sus personajes.
El primer episodio importante para la evolución de la pintura de Hopper es el descubrimiento del grabado. Pese al reducido número de piezas que firma, su formato y técnica, que las sitúa a medio camino entre la imagen multiplicada de la ilustración comercial y la unicidad del lienzo, hacen que ocupen un lugar esencial en su obra. Figuras solitarias, como en Viento de tarde (1921), arquitecturas imponentes, como en La casa solitaria (1922), o espectaculares encuadres, como el picado de Sombras nocturnas (1921) avanzan motivos que aparecerán en obras posteriores. En 1923, Hopper realiza sus primeras acuarelas en la ciudad costera de Gloucester (Massachusetts), utilizando como tema principal las casas victorianas. Su encuentro con esta técnica marca el segundo momento destacado que determinará el desarrollo posterior de su obra.
La madurez
A partir de 1925, la obra de Hopper cobra definitivamente su fuerza formal y poética. “Casa junto a la vía del tren” anuncia ya un estilo inconfundible. “Sin pretender ser otra cosa que un retrato simple y directo de una casa fea, consigue ser una de las más conmovedoras y desoladoras manifestaciones de realismo que hayamos visto jamás”, dijo de ella del crítico Lloyd Goodrich.
La evolución temática de Hopper viene marcada por su propia madurez personal. La vida en la ciudad (Desde el puente Williamsburg, 1928); la intimidad, el aislamiento y la melancolía (Habitación de hotel, 1931; Habitación en Nueva York, 1932); el presagio de malos tiempos (Ground Swell, 1939); la complejidad de las relaciones interpersonales (Verano en la ciudad, 1949)…Hopper sabe retratar como nadie el paradigma capitalista de Max Web en escenas en las que los personajes se muestran ajenos a los demás, incomunicados entre sí. Habitación en Nueva York (1932) La ciudad (1927) o en El Loop del puente de Manhattan (1928) son composiciones aparentemente sencillas que esconden una narratividad implícita heredada de su inicios como ilustrador.
A lo largo de su trayectoria el manejo de la luz es uno de los elementos diferenciadores de la pintura de Hopper. La luz del sol cuando es de día, o la luz eléctrica cuando es de noche, entra por las ventanas e ilumina la escena moldeando cada detalle del lienzo. A ella se dedican más de la mitad de sus últimas veinte obras, como en Mañana en la ciudad (1944), en la que una mujer se expone desnuda al sol matinal, en Conferencia por la noche (1949), bañada por los neones del exterior, o en Sol de la mañana (1952), donde la figura femenina parece buscar algo en la luz que recibe sentada en la cama.
Pese a ser uno de los autores más valorados su obra ha sido expuesta en Europa en escasas ocasiones. Este verano el Museo Thyssen-Bornemisza y la Réunion des musées nationaux de Francia presentan la exposición Hopper una selección de 73 obras en la que procedentes de prestigiosas instituciones como MoMA y el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Boston, la Addison Gallery of American Art de Andover o la Pennsylvania Academy of Fine Arts de Filadelfia.
En ACHTUNG! hemos hablado con el comisario de la exposición Tomàs Llorens:
Revista Achtung: La exposición de Hopper se ha convertido en una de las de mayor éxito del Thyssen y de España de los últimos tiempos. Es la mayor selección de sus obras mostrada hasta ahora en Europa. ¿ Cómo ha sido este proceso y con qué criterio fundamental se eligieron los cuadros que la integran?
Tomás Llorens: Hacía mucho tiempo que el Museo Thyssen pensaba hacer una exposición de Hopper. Estábamos en la cola, ya que las obras de Hopper son siempre muy solicitadas. Finalmente surgió un hueco, después de que la Tate Gallery hiciera una gran retrospectiva en 2005 y la National Gallery de Washington (junto con el Museo de Bellas Artes de Boston y el Art Institute de Chicago) otra retrospectiva (diferente) en 1906 y 1907. Al poner en marcha el proyecto nos dimos cuenta de que la Réunion des Musées Nationaux estaba empezado a preparar también una retrospectiva de Hopper para el Grand Palais de Paris, así que nos pusimos de acuerdo para hacerla conjuntamente. De lo contrario hubiéramos tenido que esperar quizá otra década. Tras su presentación en Madrid la exposición irá a Paris.
Hasta 1925 Hopper no pudo vivir de su pintura. “Casa junto a la vía del tren” ¿ supone una inflexión, una metáfora, un punto y seguido?
Hopper pintó el cuadro en 1925 y lo vendió en los primeros meses de 1926 por medio de su nuevo galerista, Frank Rehn. Esa venta supuso un cambio profundo en su carrera artística, ya que el adquirente, Stephen Clark, era uno de los más destacados coleccionistas del país y otros coleccionistas y museos norteamericanos siguieron su ejemplo. Pero ocurrió también, al mismo tiempo, que algunos críticos muy influyentes empezaron a comentar la pintura de Hopper en términos cada vez más positivos. En realidad se trataba de un cambio de tendencia en la manera de entender el arte moderno que se estaba produciendo en los EEUU en la segunda mitad de los años Veinte.
Europa, París y el expresionismo, ¿fueron tan decisivos para forjar la personalidad y la impronta en su obra posterior?
Paris fue decisivo, no sólo porque Hopper vivió allí unos meses, sino porque a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX Paris fue la capital artística del mundo. Hopper, como los demás artistas de su generación, estaba atento a todo lo que viniera de allí. Aunque hay que decir que a Hopper (al revés de lo que ocurría con la gran mayoría de sus contemporáneos) no era la actualidad lo que le interesaba, sino algunos maestros del pasado próximo, especialmente Degas.
Cómo entendía Hopper el realismo?, de qué manera lo trabajaba en sus cuadros?
Esa es una pregunta compleja. Hopper se empeñó en crear un tipo de realismo que era al mismo tiempo muy personal y muy moderno, y esto último, para él, implicaba que fuera extremadamente objetivo. Esos dos criterios (uno enraizado en la subjetividad y el otro en la objetividad) son en parte contradictorios y en todo caso difíciles de conciliar. Más aún si se es un artista muy exigente en cuanto a calidad pictórica y coherencia de lenguaje, como era su caso. Por eso le costaba tanto pintar. En los últimos años, a pesar de que era muy trabajador y pasaba muchísimas horas en su estudio, apenas si lograba terminar un cuadro por año.
Como ilustrador desarrolló un trabajo importante en revistas y publicidad que siempre desdeñó. ¿ Por qué?. ¿ Qué importancia tiene este legado ilustrativo?
Hopper fue un excelente ilustrador y fue siempre reconocido como tal mientras trabajó en ello. Su rechazo de la ilustración se debe a razones teóricas. La ilustración era incompatible con la dimensión crítica y trascendente que él exigía de la pintura.
Las imágenes de Hopper están en el imaginario colectivo y en la profundidad de la cultura popular americana. Nadie mejor que él supo retratarlo pero ¿crees que más allá de esto hay en sus cuadros un aire mágico o una interpretación a otro nivel de sus escenas cotidianas?
La relación de Hopper con la cultura popular norteamericana de mediados del siglo XX es compleja. Otros artistas de su generación buscaron su inspiración en la cultura popular, pero la pintura de Hopper es radicalmente diferente. Aunque las escenas de sus cuadros se sitúan siempre en la vida cotidiana, su intención artística no es propiamente descriptiva. Parodiando a Santa Teresa podría decirse que, si estaba fascinado por la cotidianidad de la cocina, era porque “buscaba a Dios entre los pucheros”. Hay en efecto una larga tradición mística -no necesariamente vinculada a ninguna religión en particular- que busca la trascendencia en el seno de lo cotidiano. Otros grandes artista y creadores del período central de la modernidad novecentista adoptaron en esto posiciones parecidas a la de Hopper. Los poetas norteamericanos Robert Frost y, en la generación siguiente, William Carlos Williams son buenos ejemplos de ello.
También su obra retrata la sociedad de una época deprimida, la posterior al crack del 29. Sus personajes tristes y solitarios tienen que ver con esta circunstancia o más con su personalidad? ¿Ves alguna similitud con el escenario actual deprimido europeo y el arte que puede estar surgiendo desde aquí?
Desde el punto de vista de la cultura -”tal como la hemos entendido hasta ahora”, como dice Vargas Llosa- el mundo actual me parece mucho más preocupante y angustioso que el de los años Treinta. Hay que tener mucho coraje (o pocas luces) para creer que el arte -“tal como lo hemos entendido hasta ahora”- tiene futuro. Hopper ilustra el esplendor de su pasado.
Hopper y el cine constituyen también una comunión perfecta, ¿qué destacarías de su influencia en el séptimo arte y por qué crees que su obra conecta tan fácilmente con la narrativa y estéticas cinematográficas?
Desde la época de Giotto una de las funciones más importantes de la pintura -quizá la más importante cuando hacemos un balance de los siete u ocho siglos transcurridos desde entonces- ha sido la de narrar historias. La pintura de Hopper se alimenta de la nostalgia de esa función. (Es también esa nostalgia, fundamentalmente, lo que Hopper busca en Courbet, Degas, Homer o Eakins, los grandes pintores del XIX a quienes considera sus maestros). El cine es una forma de narrar historias por medio de imágenes que le interesaba porque se inscribía en la cultura popular de su tiempo.
¿Por qué crees que el espectador se identifica tan fácilmente con la obra de Hopper? Y cómo hombre misterioso que fue ¿ cuál crees que fue su verdadero misterio o secreto de su vida y de su trabajo?
Es fácil sentirse atraído por la obra de Hopper, pero muy difícil penetrar en ella. Su misterio es, sencillamente, el de querer ser uno de los grandes genios de la pintura. La pretensión de inscribirse conscientemente y con todas las consecuencias en una tradición cultural que cuenta con figuras como Giotto, Piero della Francesca, Caravaggio, Rembrandt, Vermeer…
Título | Hopper |
Organiza | Museo Thyssen-Bornemisza y Rmn – Grand Palais (París) |
Fechas y sedes | Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, del 12 de junio al 16 de septiembre de 2012. París, Rmn – Grand Palais, del 10 de octubre de 2012 al 28 de enero de 2013 |
Comisarios | Tomàs Llorens, Director honorario del Museo Thyssen-Bornemisza, y Didier Ottinger, Director adjunto del MNAM / Centre Pompidou |
Coordinadora | Leticia de Cos, Área de Conservación Museo Thyssen-Bornemisza |
Número de obras | 73 |
Publicaciones | catálogo, edición en español |
Actividades paralelas | Simposio internacional Edward Hopper, el cine y la vida moderna, del 19 al 22 de junio. Ciclo de cine, del 23 de junio al 1 de septiembre |
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