El Teatro Central de Sevilla presenta dentro del programa Circula! la obra de Carmen Muñoz, Bailes de Histéricas. Circula! posibilita que las piezas de diversos profesionales se ofrezcan en comunidades autónomas diferentes de las que proceden, siendo esto coordinado, por asociaciones de danza distribuidas en diferentes puntos de España.
El diccionario de María Moliner en su edición de 2007, define histeria como: “Una enfermedad nerviosa crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, generalmente funcionales, como convulsiones, parálisis, o sofocación”. Lo anterior, nos da una pista de cómo se ha considerado como algo que no merece ser exhibido, dado que es visto como un tabú. Y precisamente, si la histeria es vista partiendo de la idea de “enfermedad” (aquello que pone en duda la capacidad de maniobra de quien la padece), entonces lo que en realidad limita a esa persona señalada como “histérica”, es que en el imaginario colectivo que compartimos, no toma como posible ese tipo de reacciones, o dicho de otra manera: los “ataques de histeria” son visto como son vistos, dado que confundimos lo posible con lo que se ha acordado como “normal”; hasta tal punto que se le cuestiona que ocupa un “lugar en el mundo”.
Al menos estéticamente las artes escénicas contemporáneas, se pueden permitir abordar el tema sin ser sospechosas de hacer “apología” de la histeria, y justo desde esa “grieta”, se le puede dar mayor visibilidad a este tipo de temas, sacándolos a debate en el “foro público” que compartimos. He allí, que todo aquello que se lleve a un escenario es un acto político (así me lo inculcó Piermario Salerno en una de sus clases de teatro físico-gestual), dado que concentra un alto grado de responsabilidad al ser llevado al “espacio de lo público” (así como lo definió en la “Condición Humana”, Hannah Arendt), para así hacerse legitimo si quiera hablar de un tema. Y si la “histeria” es vista como algo negativo para así mantenerlo en el tabú, entonces no estamos hablando de ella como tal; sino más bien, estamos asentando tercamente el sistema disciplinario que nos rige, el cual nos marca los parámetros en los que nos guiamos para saber qué es aceptable, y que no.
Ya autores judíos como Primo Levi o Viktor Frankl (con sus testimonios sobre sus experiencias en campos de concentración nazis, durante la Segunda Guerra Mundial), consiguieron que sus testimonios adquirieran un peso epistemológico, transcendiendo con los mismos, que ellos no fuesen calificados como “opiniones” o “impresiones”, de lo que vivieron. Lo cual se ha traducido en que los historiadores hayan revalorizado el peso de un testimonio de una persona concreta, cuando están en medio del análisis de la incidencia que tuvo un hecho, que ha sido calificado como histórico. O qué decir de la tradición que ha hecho posible la historia de los feminismos, esto es: Simone de Beauvoir en el segundo tomo del “Segundo Sexo”, se va valiendo de diversos testimonios que van dando “rostro” y “voz”, a muchas mujeres que se estuvieron “haciéndose mujeres” en el transcurso de sus vidas (recordad esa frase que da inicio a dicho tomo: “no se nace mujer, uno se hace…”. Hecho que trata de demostrar Simone de Beauvoir en cada una de los capítulos, que se despliegan desde la infancia de una mujer hasta adoptar roles como el de ser madre, u otros tantos que no son equiparables con los de la vida de un varón). Lo cual ha sido un germen necesario, para que se haya apropiando en la tradición de los feminismos, esa frase que sentencia: “lo personal es político”.
Dicho lo anterior, conviene adentrarse en la pieza “Bailes de Histéricas” de Carmen Muñoz, esto es: la periodista Sara Esteller publicó en este año en su blog, una entrevista que le hizo a Carmen Muñoz sobre esta pieza, en la cual esta intérprete comenta que la misma fue fruto de su trabajo de fin de grado de sus estudios superiores en el Institut de Teatre (Barcelona); como también, que la misma remite a lo que le ha inducido a Carmen Muñoz las bailaoras: Fanny Elssler, Manuela Vargas, Carmen Mora y La Chana; sin olvidar, que hizo referencias a bailarinas de la Modern Dance, como lo fue Martha Graham. Ello con el fin de ir dilucidando que tienen común todas estas mujeres cuando se les ha llamado “histéricas”, o bien, para investigar distintos modos de abordar sus danzas, para así dotarse de recursos suficientes que le llevase a un estudio retrospectivo, ahondando en su “propia histeria”, que es lo que le dio pie a mucho lo que podemos ver en “Bailes de Histéricas”.
Por supuesto que hay más cosas que merecen mención sobre el proceso de creación de esta pieza; sin embargo, prefiero decantarme por comentar que Carmen Muñoz apostó por una puesta en escena sobria, elegante y diáfana. Permitiéndole, darle más peso a su expresión corporal mientras pasaba de un “cuerpo a otro”, como si estuviese abducida (incluso, puede que también haya sucedido cuando ella interpreta sus propios movimientos): una suerte de danza que invocaba a todas esas mujeres que han sido desacreditas con el calificativo de histéricas, para así dignificar su recuerdo, mientras representaba algo que no hay modo de apartar la vista.
Lo cual no significa que todo haya sido “hermoso” de ver ¡No, eso no ha de entrar en este debate! Porque sino seguiríamos siendo cómplices de aquella idea platónica que confundía el bien con la belleza, el bien con lo armonioso, y demás cosas por el estilo. A donde quiero llegar con esto, es que la narrativa de la que se ha valido Carmen Muñoz plantea la conexión entre todas esas mujeres que cita de algún modo u otro, de forma de constelación más que en forma de línea ascendente, de tal manera que una mujer enlaza con otras al margen de la época en la que vivió, el lugar de procedencia, etc…, por tanto, estamos hablando de que “Bailes de Histéricas” se nos presenta como un estudio bailado sobre la condición de la mujer, en tanto ésta se “descarrila” de lo que se supone que es aceptable de su parte.
Y precisamente eso es lo que le provee de más valor y sentido a esta pieza, es decir: si esta intérprete se hubiese limitado a hacer un texto que exponga de forma genealógica, la idea de la histeria en la mujer, entonces difícilmente hubiese llegado a muchas personas, que siendo presentada en un escenario; y por otra parte, su mensaje correría el riesgo de quedarse en los ámbitos de “lo intelectual”, en sentido de que muchas veces se teoriza sobre algo que nos interpela a todos nosotros en tanto seres humanos, y no se termina de dar el paso de repensarnos a nosotros mismos como individuos, una vez que se han alcanzado ciertos avances al respecto. He allí que considere a esta pieza como una inspiración y una referencia a la cual se ha de acudir, si algún intérprete pretende aventurarse a la composición de una pieza que aborde cosas que han sido estigmatizadas e invisibilizadas.
“Bailes de Histéricas” es una pieza arrolladora y madura, porque nos demuestra lo lejos que se puede llegar si los coreógrafos tomasen como algo prioritario, ponerse en diálogo a ellos mismos con lo que se han documentado para hacer una composición. Si no, nos podemos encontrar trabajos donde esos coreógrafos hablan más de sí mismos, que de algo que involucra a cada ser humano. Recuérdese: salir a un escenario supone una responsabilidad política.