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Por Marcos Rodríguez Velo

Jillian Banks ha quemado etapas en este último año y medio: su primera canción apareció en la red en febrero de 2013 de un modo anónimo en lo que concernía a la información personal sobre ella. El primer directo llegó algunos meses después, en julio, mientras en noviembre ya estaba de gira abriendo las actuaciones de The Weeknd. El resto ya es historia reciente, con un consenso en constante crecimiento y el debut bajo el auspicio de Harvest.

Un galimatías particular para una chica que durante años ha escrito y grabado canciones para sí misma, asustada por el escenario y por el juicio de los demás. Proveniente de una familia bien de California, Banks utilizó la música como un diario en el que volcar todos sus pensamientos sin filtro tras el divorcio de sus padres, en lo que ella ha definido como el periodo “oscuro” de su vida. La carrera artística no llamaba especialmente la atención de Jillian, que de hecho se inscribió en la universidad como tantas coetáneas suyas. Pero es difícil esconder las propias pasiones de tus amigos, sobre todo si Lily, la amiga en cuestión, tiene por apellido Collins y algo más que un par de contactos en el mundo de la música. Las grabaciones de Banks llegan a las manos de Yung Skeeter, que se ofrece inmediatamente a ser su manager y la dirige hacia el sello londinense Good Years. Allí encuentra a otra figura importante en su carrera, Seb Chew, que la orienta hacia un grupo de jóvenes e innovadores productores, casi todos ellos en la rampa de lanzamiento. Es en este periodo donde nace el sonido de Banks tal y como lo conocemos ahora, gracias a las ideas de Lil Silva, Justin Parker, Shlohmo, SOHN, Orlando Higginbottom, Tim Anderson, Al Shux y Jamie Woon. Una especie de all-star team de la música neo-soul y PBR&B.

Con este equipo a sus espaldas, Banks se presenta a su debut en la larga duración con un gran conocimiento, sensación que transpira durante la escucha de las catorce canciones, todas firmadas por la propia cantante, que componen Goddess. El disco suena, como era previsible, impecable y, a pesar de las muchas manos que han contribuido a su creación, placenteramente homogéneo. Lo que menos se espera uno son esas baladas guitarra/piano y voz como Someone New, donde Banks muestra un estilo cercano a Fiona Apple, alejado de los visionarios que la querrían como estandarte de esta nueva ola de artistas de R&B contemporáneo tan de moda en este momento. Son episodios esporádicos, la verdad. No estamos delante de una nueva Lana Del Rey, a pesar de que canciones como You Should Know Where I’m Coming From puedan hacernos creer lo contrario.

La verdad es que Goddess es otra cosa, difícil de etiquetar bajo las clasificaciones habituales: no es electrónica porque las líneas de sintetizadores son demasiado oscuras y marcadas, no es dark-pop porque los beats trip-hop son una de las señas del disco. Los singles publicados – Someone New es el último en haber salido de los cinco que hemos escuchado antes de la salida del álbum – pueden ayudar a hacernos una idea. Brain se mueve con pasos rítmicos, vagamente lujuriosos hasta la explosión synth ideada por Shlohmo. Goddess es fría, dura, marcada por un beat minimal y con los efectos electrónicos reducidos a su mínima esencia. Al Shux es la sombra que se alza sobre Drowning, una canción de sabor cuasi industrial. Begging For Thread muestra el lado más agresivo de Banks, capaz de enseñar las uñas aumentando el ritmo con respecto al resto del disco. Sin duda ésta última es la canción más radio friendly que podemos escuchar en Goddess.

Del EP London han sido repescadas This Is What It Feels Like y Waiting Game. En la primera, la elección de Jamie Woon y Lil Silva es la elección de sumergir todo bajo una cavernosa capa de sintetizadores ligeros y reverberantes para sostener la intensa emotividad que transmite la canción. La segunda, por su parte, goza de ese aire cinemático y dilatado característico de las producciones de SOHN, con la voz profunda y frágil de Banks rodeada por una catarata de afilados sintetizadores. Chris Taylor mete las manos en Alibi, que abre el disco, donde la artista californiana hace emerger los aspectos más límpidos de su propia potencia vocal, mientras Fuck Em Only We Know es el peaje a pagar a sus inspiraciones, tales como Aaliyah o Lauryn Hill.

Los textos son un intrincado viaje entre relaciones sentimentales, complicadas por su propia naturaleza. No es Banks la diosa del título, o más bien lo es sólo en parte, aunque el punto de vista es siempre y exclusivamente femenino. Son todas historias con un final complicado o al menos poco feliz, donde la protagonista no siempre acaba con la cabeza alta. A veces Jillian baja al terreno de juego en persona exponiéndose a las críticas morales (Waiting Game habla de una relación con un hombre casado/comprometido), en otras ocasiones es simplemente la jueza de la miopía masculina (Goddess). El punto es que hay una absoluta transparencia a la hora de afrontar las consecuencias que este tipo de decisiones conllevan. Una honestidad que no es propia de una diosa, sino que es síntoma de una gran sensibilidad artística.

En un año en el que tantos artistas están emergiendo con potencia gracias a talento y dedicación, escalando en las preferencias tanto del público alternativo como del mainstream, Banks tiene todas las papeletas para quedarse durante bastante tiempo en la cima. Voz, sonoridad, presencia y medios no le faltan: podemos ser optimistas en lo que respecta a su futuro.

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