El DJ y productor alemán Boris Brejcha consiguió hacer bailar con su high-tech minimal la Plaza de España en ICÓNICA Sevilla Fest.
La música electrónica y la música dance han recorrido un largo camino desde sus inicios. A principios del siglo XX, pioneros como Karlheinz Stockhausen y Pierre Schaeffer sentaron las bases dentro de un evidente ambiente de experimentación. Extraños aparatos como el theremín comenzaron a dar forma al género. Estos cacharros y su sonido experimental acabaron saliendo del laboratorio para subirse a un escenario. En los años 60, la invención del sintetizador Moog revolucionó la música. A finales de esta década, Alemania se convirtió en un epicentro de estos cambios con el krautrock. Kraftwerk destacó en la escuela de Düsseldorf, que siguió pavimentando el camino de la música de baile. Junto a los himnos mecánicos de Kraftwerk, un segundo hito importante fue la publicación de «I Feel Love» de Donna Summer en 1977, bajo la batuta de Giorgio Moroder. Luego llegaron el house y el techno. En los 80, brilló el synthpop con Erasure, New Order, Pet Shop Boys y Depeche Mode. En los 90, mientras el eurodance (Haddaway, Ace of Base, La Bouche) ganaba popularidad, crecía la escena rave y la cultura de clubes con Prodigy, Underworld y Chemical Brothers.
Este periodo fue crucial ya que llevó la música dance a una audiencia masiva, mezclando elementos de la música pop con ritmos electrónicos accesibles. La energía de las raves y la euforia del eurodance ayudaron a solidificar la aceptación de la música electrónica en la corriente principal, preparando el terreno para la explosión del EDM (Electronic Dance Music) y otros géneros y artistas electrónicos en las décadas posteriores.
En este contexto aparece Boris Brejcha. Conocido por su estilo único que él mismo denomina «high-tech minimal», Brejcha ha ganado reconocimiento por sus producciones sofisticadas y energéticas. Su álbum Space Diver (2020) y temas como Gravity han sido aclamados tanto por la crítica como por el público. Brejcha es conocido por sus actuaciones en vivo en festivales de todo el mundo, donde su distintiva máscara veneciana y su mezcla de sonidos continúan fascinando a los aficionados de la música electrónica.
La velada de DJs de ayer comenzó puntualmente a las 19:00, inaugurada por Dhuna bajo un sol implacable. Su set fue elegante, con una selección de temas de no muy altos BPM, adecuada para ese momento de la tarde. Le siguió Gonçálo, cuya actuación fue más convencional, pero igualmente disfrutable. Un punto destacado de su sesión fue el remix de Fade Out de Radiohead, que dejó a más de uno con la boca abierta.
Con puntualidad apareció Brejcha, sumergido en su Another Dimension Tour 2024, dándolo todo desde el principio y con un poderoso halo de carisma. La mencionada máscara veneciana oculta un rostro que lleva las cicatrices de un accidente aéreo ocurrido en un día y lugar fatídicos cuando Boris tenía seis años. Las quemaduras le obligaron a usar una máscara de reconstrucción facial durante un tiempo. Actuando con tal máscara, parece reírse de aquello, y sin embargo, también refleja que no tiene por qué hacerlo, porque hacia el final de la actuación se la quitó. Más de un asistente la llevaba aquella noche entre el público.
Pero dejando lo casi anecdótico atrás, vamos a lo importante; mientras retorcía los mandos de la mesa de mezclas como si fuera un científico loco en su laboratorio, no paró de marcar el ritmo de principio a fin con todo su cuerpo. Sus movimientos eran seguros y cada uno de estos estaba sincronizado con la música que alumbraba el espectáculo visual de la Plaza de España y de la pantalla que había tras él. Estaba claro que disfrutaba, y no es para menos, porque los temas que Brejcha pincha son propios. El alemán parecía recibir las vibraciones del público y de su música y así lo transmitía. Esto no es un asunto nimio porque poder llegar a crear una sinergia así es crucial para adelantar al pelotón de músicos y DJs de su categoría. Sin embargo, esta magia podría haberse perdido. Detrás de él en el escenario, un buen número de asistentes pudieron disfrutar de la actuación. No obstante, estaban más ocupados hablando entre ellos o tomando fotos que en bailar. Hubo que hacer un esfuercito para ignorar su presencia.
El estilo de Brejcha refleja cierta ausencia palpable de melodía, y de este modo producía un enorme contraste en momentos en los que emergía una melodía tarareable que no fuera el de un bajo potente. Su creación es casi puro ritmo, y estos retazos melódicos quedaron bien arropados de otras atmósferas, ya fueran más oscuras, más robóticas o más envolventes. Así retumbó la casi centenaria Plaza de España. BPM sin piedad, transiciones misteriosas, picos altos, una experiencia casi hipnótica, a veces sin lo de casi.
Boris Brejcha transformó el escenario en una sinfonía de beats y pulsaciones que resonaron después de que se apagaran las luces. Su actuación fue un testimonio vivo de cómo la creatividad puede convertir una noche ordinaria en una celebración épica de sonidos y emociones. Más que un concierto, fue un recordatorio de que el arte de mezclar sonidos puede ser poderoso y evocador, dejando a la audiencia con la sensación de haber sido testigos de algo realmente electrificante. En resumen, una noche que encapsuló la esencia del EDM en su máxima expresión, dejándonos con el deseo de más minimalismo. Paradojas eléctricas.