Dani García con su quinto y más personal trabajo, nos demuestra que ha llegado a una nueva etapa de madurez como intérprete, que está llena de vitalidad y vigorosidad. Con Cabaret de las Sirenas toma el turno de la palabra, y deja en pie al público de la sala TNT.
Tras ver el Cabaret de las Sirenas, uno ve un ejemplo paradigmático, de que la totalidad supera a la suma de sus partes. En contraposición diría, que cuesta apartar la mirada a cada una de las cosas, que suceden en el escenario: las personas del público que tenía alrededor, apenas han “parpadeado”, entonces ¿Cómo posicionarse a la hora de definir, qué se ha visto en la sala TNT de Sevilla?
Tras la pieza uno termina agotado de la cantidad de información que nos aporta, de la intensidad, de la entrega, la generosidad (al fin al cabo); que emite Dani García. Pero seamos claros, lo que hemos visto en el escenario es él mismo: apostando por transcender los límites de pasar una tarde a solas a través de un trabajo de teatro contemporáneo, que se centra en escenificar un guión basado en sus experiencias y reflexiones personales. Si es que, este trabajo no encaja en los moldes a los cuales estamos más acostumbrados.
Desde luego cumple lo que promete en la sinopsis: nos “lleva de la mano” de un lugar a otro (y añadiría), mientras el público se olvida que está en el teatro. Lo cual lo considero como síntoma de que lo que vimos fue un libro de memorias, un libro que aspira ser una síntesis de lo que hasta ahora ha sido y es a lo largo de su vida. De tal modo, de que en el proceso de representarla varias veces, seguro que Dani García, llegará mucho más lejos en sus reflexiones sobre quién ha sido y quién es, gracias a la devoluciones y consecuencias, que suponen sacar algo a un público.
No hace falta conocerlo como persona para identificar su valentía y tenacidad, resulta secundario si se está de acuerdo con los contenidos concentrados en el guión (que fue escrito por él, de puño y letra), o si en el montaje se tomaron las mejores decisiones; más bien me centraría, que ver el Cabaret de las Sirenas es comprobar que su intérprete, confía en el público y los avatares que les conducirá.
Nosotros como público deberíamos asumir la tarea de ponernos en su lugar, e incluso en un momento dado, recorrer sus pasos para saber qué es estar en un escenario mientras se habla de sí. No tanto como un producto de un “hábil plan de tener un auditorio entero atento de lo que dices”, para así alimentar un ego “desatendido”; sino que en realidad, esta pieza abre el debate sobre lo mucho que se pueden proteger los intérpretes en artes escénicas, a la hora de estar haciendo algo que no tiene nada que ver con ellos. Y este tipo de planteamientos no carecen de verdad, pero llevarlos a un extremo, dejan el papel del intérprete como un ser ajeno a lo que hace, no un artesano que se ensucia las manos para darle vida y rostro, a un guión que habla de nosotros los seres humanos (con todo lo que ello implica).
Dani García nos abre su corazón: nos confiesa sus puntos flacos, el partido que le ha sacado a sus tropiezos en la vida. Sin olvidar, que uno de los impulsos para emprender este proyecto, fue darle una salida creativa a varias de las sesiones que tuvo con su sicodramatista: lo anterior, nos advierte que si uno no lo conoce como persona, es difícil saber qué es literalmente verdad de lo que dice en el ejercicio de su interpretación en escenario, que está adornado de su innegable carisma, o que si sencillamente, se tomo una legítima licencia, de tomar como propio, cosas que aunque no le hayan sucedido, el guión lo pedía para consumar y consolidar, puentes con el público consiguiendo que cada uno se identifique con lo que dice. No es vano que él diga, que todos hemos desempeñado el papel de la protagonista del cuento clásico de “la Sirenita”, en algún momento de nuestras vidas.
En esa línea destacaría, como Dani García asume como propias varias de las reivindicaciones del colectivo trans, durante la representación de su homenaje al vídeo musical Vogue de Madonna; mientras se proyectaban en el fondo del escenario, imágenes de figuras célebres de dicho colectivo como Silvia Rivera, o Lili Elbe. De tal manera, que este intérprete da un golpe en la mesa, para hacer lo que quizás Madonna no se atrevió a materializar del todo en dicho vídeo. Esto es: es conocido que este gran éxito dirigido por David Fincher, aparecen diversos bailarines racializados, dando luz incluso, a ciertos pasos del voguing: estilo que recreaba poses de las modelos de la revista Vogue, y que hasta aquél momento, no habían salido de los ambientes de los balls. Que ni más ni menos, eran espacios donde cualquier persona podía bailar, manifestarse como así le naciera (lo que hace alusión, en algunas frases, la letra de esta canción); formando parte de un modo u otro, del imaginario y de la cultura LGTBI+ de la época.
Ahora bien, Dani García representa el videoclip Vogue como él lo hubiera hecho: sí que lo homenajea, seguro que ama ese vídeo y lo que ha significado…; pero él no se conformó, dio un paso al frente y nos muestra que cualquiera que se lo proponga teniendo sus herramientas bien afiladas, estará a su alcance aportar algo que mejore al mundo.
En definitiva, en Sevilla hemos visto su estreno (que está por aterrizar a Palma de Mallorca, los próximos el 1 y 2 de febrero en el Auditorium), hemos visto un trabajo que derrocha todo lo que ha querido hacer, y por un motivo u otro, justo ahora se han dado las condiciones para que sea en este 2020, cuando lo desarrolla. No obstante, diría que es tal la diversidad de temas, de registros (la versatilidad de este actor es desbordante: canta diferentes géneros, nos lleva al drama, a lo cómico, nos cuenta cuentos antes de dormir –esto lo entenderéis cuando asistáis a este espectáculo-, etc.,), que me atrevería a decir, que en la misma hay material suficiente para sacar una o dos obras más. Pero este intérprete ha tenido la habilidad de hacer una unidad, de una serie de cosas tan múltiples y dispares, que aunque podríamos dedicar tiempo a criticarlo, o aconsejar ir a otra dirección este montaje; el hecho es que ha confeccionado un bloque sólido, y arrollador.