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Uno de tantos retos a los que se habrán enfrentado las integrantes de esta compañía andaluza, es que cómo abordar la realidad de las mujeres que están o han estado en situación de sinhogarismo sin que las mismas queden infantilizadas, como víctimas, etc… He allí que ellas ponen el foco en su condición de supervivientes, al margen de que aún estén lidiando con los estragos de haber pasado o estar pasando, dicha experiencia.

 

Si bien es cierto que pocas personas consiguen mantenerse en pie después de haber vivido lo que se expone en esta pieza de teatro documental, en ningún caso hemos de pasar de la deshumanización, la exclusión de individuos pertenecientes a este colectivo…, a reacciones propias de personas que han tenido la “resiliencia para ser capaces de actuar en el Teatro TNT dentro de la edición del ciclo Ético del presente año”.  Esto es: Si nos dejamos llevar demasiado por la emotividad contenida en los testimonios de las intérpretes y otras personas que han estado involucradas durante el desarrollo de este montaje, estaremos diluyendo el hecho de que dichas experiencias salen a relucir por un problema estructural, más que porque “han habido personas que han tenido mala suerte, o se han equivocado y su castigo ha sido más cruel del que merecían”.

Aún con todo, todos estos testimonios se les ha de revalorizar epistemológicamente, en tanto y cuanto, que aquí no sólo se trata de poner voz y rostro a tantas personas a las que no se le han aplicado sus Derechos Humanos y los contemplados, en especial, en el artículo 47 de la Constitución Española de 1978 (que versa: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”). Sino que además, son un potente vehículo de visibilización de una realidad que sigue presente, aunque numerosas políticas de las Instituciones Públicas de España se afanen en velarlas, para que no se vea afectada la imagen de esta país mediterráneo de cara a la promoción de la “Marca España” en el exterior; a los millones de turistas que lo visitan; planteamientos que alegan “motivos de seguridad en la vía pública” con el fin de “proteger” al resto de los ciudadanos de un colectivo en el que son excepcionales los casos de personas violentas; y demás cosas por el estilo.

 

Informes como el que se encargó durante la alcaldía de Manuela Carmena de la ciudad de Madrid (2015-2019), o uno que se hizo en 2018 por parte de la entidad Hogar Si/Rais, nos revelan que muchos de los estereotipos a los que se les asignan a las personas sin hogar en España, no nos permiten comprender que si alguien se hace adicto a las drogas es tras llegar a la situación de sinhogarismo, no al revés; que unos de los perfiles que más aumentado en los últimos años, es el de mujeres que ha sufrido violencias machistas y ante la tesitura de quedarse con recursos insuficientes para atender las necesidades básicas de sus hijos, éstos les son arrebatados por los servicios sociales; que más de la mitad de las personas sin hogar de la ciudad de Madrid tienen estudios superiores; etc.…

Por tanto, yo extraigo de Callejones Sin Estrellas que, nosotros sus espectadores, deberíamos centrarnos en ahondar en las implicaciones sociales, demográficas, sanitarias, legislativas, etc.… Porque no vaya a ser que tras haber presenciado este maravilloso trabajo de Mujereando, uno deje el teatro “trastocado”, pero sus efectos se nos vayan por el inodoro la próxima vez que hayamos acudido al baño (por así decirlo). De lo contrario, estaremos perpetuando los dispositivos que obstaculizan que esta emergencia social no esté entre las prioridades de las políticas públicas, y mucho menos, de la agenda mediática reflejada en todos los medios de comunicación.

 

Con lo anterior, no quiero decir que tengo todas las soluciones a semejantes problemáticas (ni mucho menos), pero si me gustaría señalar que lo que ha estado haciendo Carmen Tamayo y su equipo con mujeres sin hogar durante más de diez años en Sevilla, no sería tan aplaudido y tan necesario ¿Será posible que es más cómodo decir qué bien está el proyecto Mujereando, que asumir parte de nuestras responsabilidades como ciudadanos que vivimos en el marco de unas legislaciones y reconocimiento de derechos vigentes? De cualquier modo, Callejones Sin Estrellas es una pieza que ha sido tan bien dirigida por Carmen Tamayo junto a su ayudante de dirección, Almudena Blanco, que la verdad latente en las intérpretes se apropiaba del escenario. Hasta el punto, de que es irrelevante que las mismas tengan más o menos experiencia en el arte de la interpretación, porque lo que ellas traían entre sus manos valía por sí mismo para que el público las humanice y las considere como unas ciudadanas más, no como “parte del mobiliario urbano”.

En esta línea, la escenografía, la iluminación y demás elementos de los que se valieron a lo largo de esta pieza, fueron tan inteligentemente usados, que las palabras de las intérpretes transcendía en su significado, al hacerlas universales desde lo particular ¡Este es uno de los valores del teatro social! En fin, Callejones Sin Estrellas es un trabajo que no hubiese sido posible sin que detrás haya habido un equipo humano y de profesionales que han entendido que aunque las repercusiones a nivel mediático y político de esta obra serán casi imperceptibles en la totalidad de los ámbitos en el que nos desenvolvemos en nuestro cotidiano, el caso es que se ha demostrado que con constancia, creatividad y vocación de servicio público, esta situación es transformable desde fórmulas que pasan por hacer activismo desde todos los frentes (incluyendo, por supuesto, las artes escénicas), y nos menos importante, de que el arte nos puede ayudar a reencontrarnos con nosotros mismos en lo individual y en lo colectivo.

 

 

 

 

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