Tercera novela de Gregorio Muelas, tras El primer tetrarca, ambientada en la Roma de la Tetrarquía de finales del siglo III d. C. impuesta por Diocleciano, y La demència, un thriller situado en la España del reinado de Fernando VI, y escrita íntegramente en valenciano. En esta nueva novela, escrita tras una década de investigación, Muelas recupera la figura de Constantino (que ya aparecía en su primera novela) para recrear la figura de un emperador apodado el Grande, convertido al cristianismo al final de su vida, al que Muelas sabe poner voz para describir perfectamente la época que le tocó vivir
ya conoces nuestra turbulenta historia, manchada por la sangre de las muchas luchas externas …,
pero no han sido menos las intestinas.
Por una vez quiero destacar el continente del libro: encuadernado en tapa dura, con la imagen del fresco de Giulio Romano, discípulo de Rafael, que reproduce la batalla de Puente Milvio, que muestra al propio Constantino en el fragor de la batalla, y con una tipografía destacable por sus colores y su relieve en portada. Un libro bonito, a mi juicio, de los que entran por los ojos. Aunque, por supuesto, no es lo más destacable.
Sobre un tema muy complejo, con profusión de emperadores (legítimos y usurpadores), augustos y césares (alguien me comentó bromeando que para estudiar la época había necesitado “un diagrama con flechas”), Muelas presenta una narración amena y esclarecedora (resulta de gran ayuda el “dramatis personae” inicial y el glosario de términos latinos y los mapas y planos finales), a la vez que muy ágil con alternancia de escenarios y personajes en el mismo plano temporal, en capítulos cortos que me han llegado a recordar, en algunos pasajes, al estilo, muy cinematográfico, de los policíacos de Carmen Mola, aunque sin los matices “gore” de esta/os última/os . La sucesión rápida de episodios en el tiempo motiva a continuar la lectura para descubrir todos los acontecimientos que se van sucediendo sin descanso. El autor destaca no solo los personajes masculinos (quizá más conocidos), sino también unos personajes femeninos de gran relevancia para la historia: Helena, Fausta, Prisca, Valeria, Begonia, Hortensia, imprescindibles para la narración.
A destacar también los matices poéticos que introduce el autor en su prosa (muy rica, por otro lado), que aparecen a lo largo de todo el libro (“su níveo corcel”, “las cerúleas aguas del Danubius”, “el torvo sigilo de las sombras”) pero que destacan más cuando se encuentran en medio del fragor de una batalla (“sus pulmones se fueron llenando de la pureza del líquido elemento del Tíber”), como la de Puente Milvio, que Muelas relata de forma exhaustiva y con toda crudeza, o durante la desgarradora agonía de uno de los personajes (“una lluvia pesada repiqueteaba en los tejados, una cadencia triste que parecía expresar el dolor del cielo por la inminente muerte de …”), durante la cual el autor también incluye algún detalle de humor (“ese matasanos … no sabe cómo curar; hispano tenía que ser”; humor negro, evidentemente). Termina el autor esta primera parte de la trilogía con un elegante punto y seguido, al poner en boca de Fausta, esposa de Constantino, una reflexión que invita a la segunda parte de la trilogía: “Fausta supo pronto … de nuevo su esposo debía enfrentarse a un peligro latente y ante un adversario … que, como su esposo, aspiraba a gobernar sobre todos los territorios del lmperio”. Un CAOS II que esperamos pronto.