Entonces el doctor soltó la bomba, tienes una enfermedad rara, tan rara que eres el único paciente diagnosticado en España, tú esperanza media de vida es de unos cinco años.
Tenía veinticinco, lo máximo serían treinta, no podía creerlo, ¿Que hay de mis sueños, ilusiones, metas?,
Salí de la consulta y lloré, lloré tanto que llegó un momento en el que de mis ojos no salía absolutamente nada. Como lo que me quedaba de vida nada.
Cuando reaccioné decidí que el tiempo que estuviese vivo, lo dedicaría a lo que realmente importa.
No lo creo, desde que nacemos nos enseñan que todo es aplazable, entre otras cosas porque creemos que somos los dueños de nuestro tiempo, y en cierto modo es así, hasta que la vida nos enseña los dientes y dejamos de tener esa certeza. Creo que para que una persona viva el momento tiene que pasarle un hecho traumático que lo haga despertar de golpe de este sueño monótono y adsurdo en el que vivimos, pero incluso así, es posible que normalicemos esa situación y volvamos a nuestras costumbres. No sé quien dijo eso de “Tenemos dos vidas: la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una” pero así es.