Por Marcos Rodríguez Velo
El lanzamiento de Whorehouse, canción que abre el segundo disco de ceo, como single fue poco menos que suicida. Habría sido uno de los mejores singles del año pasado de no haber sido publicado cuando ya todas las listas de todos los medios habían sido publicadas.
Whorehouse es la canción emblema de Wonderland un poco porque su “érase una vez”, extraído de un documental sobre el financiamiento secreto de Al Qaeda, dice “I felt like I opened Pandora’s Box”, estableciendo unos antecedentes para el resto del disco y sobre todo porque pone sobre la mesa los elementos que dan forma a todas las demás canciones: sintetizadores suaves como el Conejo Blanco, ciertos aires rave bálticos (lo cual no es novedad en los lanzamientos del sello Sincerily Yours), voces distorsionadas creando un rango de detalles amplísimo mimetizando una serie de criaturas de dudosa sexualidad, redundancias rutilantes y una línea general situada entre los Animal Collective de Fireworks y la Madonna de True Blue.
Pero Whorehouse es, a su vez, la excepción en Wonderland. El resto del disco abusa de los ganchos y de los coros de apoyo a la narrativa y todo parece creado en base al hedonismo (para que nos entendamos: la mente de quien proclama ser el alma gemela de Zlatan Ibrahimovic no puede sino generar lo más surreal del País de las Maravillas). El resultado es un fracaso a la hora de afinar el álbum como un todo pero un acierto total a la hora de ofrecer un álbum no excepcional, pero sí único en su género.
Wonderland es un disco que funciona de manera sensorial, que exalta la superficialidad de la diversión. Encontrad algo parecido, si podéis.
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