El Festival Esprim en San José de la Rinconada (provincia de Sevilla), programó Ceremonia de despedida de la compañía andaluza SilencioDanza. Una de esas piezas que te hacen suspender tus mecanismos de defensa, aunque parezca que te ponen un espejo a un metro de distancia.
El pasado 19 de mayo tuve la gran oportunidad de ver en el Parque de los Pintores de San José de la Rinconada, Ceremonia de Despedida. En un primer momento parece que sus intérpretes van a rozar el cliché (dado que abordan un tema muy fácil de recurrir a la hora de elaborar un montaje de danza contemporánea, esto es: las relaciones entre dos personas que han tenido un fuerte vínculo, y es hora de la despedida) pero al final pasaron de largo. Ya que no buscaban aferrarse a fórmulas que de algún modo u otro son de gusto de todos; más bien, trabajaron desde una defensa férrea al trabajo que hicieron en conjunto, más el aval de sus respectivas trayectorias profesionales.
Por eso entiendo que es un trabajo valiente, un trabajo hecho desde la convicción de que no se estaban equivocando. Lo digo, porque supieron articular una serie de elementos, que por separado, se hubieran quedado en un suspiro, o buenas intenciones. O dicho de otra manera, lo que han interpretado Nieves Rosales y Raúl Durán, es un buen ejemplo de lo que es una composición en artes escénicas, en donde quedan ensambladas una serie de ideas y modos de ejecutarlas, con el fin de que sea una unidad que valga más que la suma de sus partes. Basta atender a los movimientos de ambos, para descifrar que los mismos pudieron haber estado ubicados en cualquier otra pieza (y no es que no merezcan reconocimiento); pero sin embargo, el cómo los enlazaron y cómo con ellos pudieron emitir el mensaje de Ceremonia de Despedida, es lo que los hacen imprescindibles para que la pieza funcione tan bien.
O qué decir de la interpretación, pues que esta colaboración entre las compañías SilencioDanza y Raúl Durán Compañía de Danza, nos ha desvelado lo bien que se complementan (los personajes que interpretaron en escena, y como artistas), ya que no en todos los casos en necesario que en el escenario se vean dos bailarines haciendo los mismos movimientos, siguiendo el mismo pulso de la música, y demás cosas por el estilo. Porque la armonía y el equilibrio de una pieza, puede entenderse desde localizar y materializar la unidad desde la multiplicidad. No hay que negar que de allí puede nacer un trabajo muy barroco (y esta pieza no es una excepción), sin embargo la dramaturgia de Ceremonia de Despedida, estaba tan bien hecha que todo quedaba equilibrado. Es decir: por más que resulte, estéticamente, un montaje denso por la enorme riqueza de matices que había en cada movimiento que hacían, en cada instante en el que se entrecruzaban las miradas…. El caso es que todo ello iba configurando un contexto en el que no había manera de apartar la vista, porque parecía que a uno se le escaparía algo que estará resonando en uno mismo, al menos por unos días.
Si es que este tipo de trabajos no se deberían hacer si uno no ha vivido experiencias que le hayan inspirado, localizando así el sentido y el significado de cada movimiento que se hace. De haber sido de otra forma, estos profesionales hubieron actuado como si hubiesen reproducido algo propio de una tarea, de una asignatura de repertorio de un conservatorio de danza. Se nota que han hecho una profunda indagación corporal y teórica, dado que sus intérpretes se han implicado hasta las últimas consecuencias: no me sorprendería que bailar la misma, les deje removimos de pies a cabeza.
Escenifican el rechazo, la duda, el vértigo de arriesgarse por algo que parece un imposible, entre otras cosas, que se enmarcan en la relación entre dos personas que comparten un intenso pasado en común. No sabría decir con precisión de qué tipo era ese vínculo (y en mi caso, no me es del todo relevante), pero si estoy seguro que la interpretación de estos bailarines nos llevaron a los que integramos el público, a reencontrarnos con recuerdos y sensaciones de cosas que teníamos en suspensión por la vorágine de nuestras rutinas, o bien, avivó “fuegos internos” que nos remitían a temas que nos hacían entregarnos como nadie más a la pieza.
A veces resultaba duro ver la pieza, otras era tierno y esperanzador. No me cansaré de decir que las artes escénicas, es de esas disciplinas que nos hacen sentirnos directamente interpelados en tantos seres humanos, y en nuestros foros internos (aunque plantearlo puede resultar paranoico y egocéntrico). Más no quiero que se queden con la idea de que la misma es susceptible de ser usada como terapia. A lo que quiero llegar, es que nos hace enfrentarnos sin previo aviso, a nuestras cuentas pendientes con nosotros mismos. Y se me ha hecho providencial que justo esta pieza, en el poco texto que tiene, se emita un mensaje que a todos nos es familiar, pero aún sigue siendo vigente, y más aún, si Nieves Rosales lo transmite a través de su personaje, con ansias de seguir avanzando, a pesar de un dolor acumulado de años por desengaños, y sueños que no fueron cumplidos.
El personaje de Nieves Rosales decía:
Cada minuto cientos de personas estarán recordándose, muchas seguramente a la vez.
Otras están entre los brazos de personas equivocadas, por puro agobio.
El miedo a equivocarse, el miedo a ser valiente. Es de las cosas más bonitas de la vida. Y equivocarse, también es de esas cosas.
La ilusión por esa sonrisa nueva, que llega de la nada.
Aunque seguramente lloraremos más de lo que llegaremos a sonreír, siempre, siempre… habrá valido la pena arriesgarse, que quedarse con la duda, que ella sí que quema.
Lo dicho, son cosas que de alguna manera nos habrán llegado, o las hemos pensado, pero al haber sido emitidas de la forma en cómo lo hicieron en esta pieza, lo hace único e irremplazable. Por eso pienso que Ceremonia de despedida, es una pieza que nos representa el cómo vamos pasando de un desengaño al duelo, donde pesa tanto el dolor que se sufre por lo que se está viviendo en común con el otro, tras haberse compartido algo que pudo ser y no fue, y algo que era pero no pudo continuar.
Da igual el motivo que fuere que separó a estos dos personajes interpretados por Raúl Durán y Nieves Rosales, lo importante es dilucidar el cómo es el proceso de desarraigo de una persona que se hizo con una parte de nosotros hasta el fin de nuestros días. Aquí no se trata de melodramas o de no aceptar los hechos, la cuestión está en cómo reconducimos nuestras vidas, después de situar a esa persona en un lugar, que ya no la hace imprescindible en nuestro día a día. He ahí que anime a programadores y espectadores seguir con atención a esta pieza, en la agenda que tienen durante lo que nos queda de año.