Seleccionar página

Por Verónica Lorenzo

poesia-calle-revista-achtung

Sigfredo Ariel. Lo conocí a través de Wendy Guerra cuando, durante su conferencia “Promiscuidad: memoria colectiva” en Casa de América[1], citó a este poeta de Santa Clara, Cuba. Además citó unos versos de un poema que a mí me impresionó mucho en una primera lectura y aprovecho la mínima ocasión para recitarla. Me van a permitir que lo incluya aquí, este poema, llamado A Many Splendored Thing, incluido en su poemario Manos De Obra (Letras Cubanas, 2002).

Que has sido o eres el amor
el gran amor de dos o tres personas
te lo han dicho en momentos
suficientemente graves
esas dos o tres personas

en un momento se excusan y miran su reloj
o te preguntan qué hora es
y casi siempre es tarde, los esperan o no
eso no importa

se despiden mirándote a los ojos
peinándose hacia atrás con los dedos tranquilos
y el gran amor cierra la puerta
cuando salen, con cierta culpabilidad

y una vez que bajaron la escalera
se pregunta qué hacer con sus dos o tres
grandes tesoros, ahora mismo qué.

Y quiero hablarles de Sigfredo Ariel porque es un traductor de impresiones, algo que va más allá de ser poeta. Porque un poeta puede ser una persona cualquiera que coloque unas cuantas oraciones en más o menos versos, que responda a un tema, con una sonoridad especial (el arte de colocar palabras en el orden adecuado),… y terminar siendo poeta porque ha escrito una suerte de poema más o menos bonito, más o menos decente. Pero un poeta de verdad no es un poeta al uso, sino un traductor de impresiones con una habilidad para colocar las palabras adecuadas, cargadas con semanticidad, con emociones, y que juntas forman versos, y éstos estrofas, y éstas un poema. Y el poema se reconstruye con cada lectura, y si es un buen poema, se quedará en ti, rumiarás sus versos, te buscarás en ellos y dirás finalmente: yo soy como tú, poeta, pues en el momento que te escribes, me escribo yo, en el momento que terminas el último de los versos, termino yo, y me quedo sin respiración porque, oh poeta, yo soy como tú y tú tienes algo de mí que ya no sueltas más.

Y así te digo, Sigfredo. No me sueltes más, sólo agárrame más fuerte y déjame leerte más. Alimenta este infinito poema de la vida, del amor, de Cuba. Recógeme en el último recital y llévame contigo pues, como tú mismo dices: la calle no se hizo para que tomes cerveza y hables de poesía.

 @PantuflasdeCor

música cine libros series discos entrevistas | Achtung! Revista | reportajes cultura viajes tendencias arte opinión




Share on Tumblr

Comparte este contenido