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#Cine en Achtung! | Por Javier Vayá

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Hace ahora veinte años que una película se paseó por todos los festivales cosechando tantas buenas críticas como ciertas dosis de polémica. Esa película se llamaba Reservoir Dogs y supuso un punto de inflexión y una nueva forma de concebir el cine moderno, sobre todo el llamado de género. En España el éxito llegó un poco más tarde y Reservoir Dogs fue convirtiéndose poco a poco y gracias al boca oreja en toda una película de culto, despertando mayor interés con el estreno de la siguiente película de Quentin Tarantino, Pulp Fiction.

En estos momentos se acaba de editar en DVD/Blueray la película Drive, dirigida por el danés Nicolas Winding Refn, más que establecer comparaciones entre la obra de Tarantino y esta película, este artículo pretende descubrir algunas de las claves de Drive, cinta que como Reservoir Dogs, puede ser considerada una obra maestra con el riesgo de pasar desapercibida por una gran parte del público y rescatada a posteriori, o lo que es lo mismo, Drive tiene todos los elementos de convertirse en una Cult Movie que despierte el entusiasmo de muchos y el bostezo o la indiferencia de otros tantos.

Las raíces profundas de Drive

Mal estrenada en España, con pocas copias y lastrada por el efecto Oscar de muchos de los títulos que simultáneamente compartieron cartelera con ella, Drive pide a gritos ser descubierta por quienes no la vieron en cine o revisitada por quien salió del cine arqueando las cejas.

Lo primero que queda claro tras el visionado de la película es que el director no esconde sus referencias cinematográficas, al contrario, y también como Tarantino, las muestra orgulloso desde el principio con esos títulos de crédito fucsia que son toda una declaración de intenciones. Mucho cine se da la mano en estas referencias y guiños, claramente está el Melville de El silencio de un hombre, mezclado con el buen cine de los ochenta; Vivir y morir en Los Angeles de William Friedkin o Driver de Walter Hill, pero también de forma extraña, podemos encontrar aromas de La chica de rosa o Dieciséis velas, pasados por un tamiz de locura y violencia.

Sin embargo el mayor referente es sin duda el del Western clásico. El personaje protagonista, magníficamente interpretado por Ryan Gosling, no tiene nombre, y desconocemos por completo su pasado, que se adivina violento, pero del que no existe una sola pista en todo el metraje. En la línea de El jinete pálido de Clint Eastwood y mayormente Raíces profundas, el forastero solitario cuyo único medio y manera de entender la vida es la violencia, verá todo su mundo tambalearse al conocer a una mujer (la encantadora Carey Mulligan) sola con su hijo.

Gracias a la relación que establecerá con ellos, el anti-héroe sentirá por primera vez la sensación de pertenecer a algo o a alguien. Sin embargo el destino trágico y violento volverá a perseguirle cuándo se vea obligado a ayudar y proteger a lo único que conoce como familia.

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La forma

¿Nos cuenta Drive algo nuevo, lo hacía Reservoir Dogs? Depende de lo que entendamos por contar, lo primero que se nos ocurre responder ante esta pregunta es que no, que se trata de una historia tan trillada como vista mil veces. La cuestión entonces reside en la manera de contar, tan importante en el lenguaje cinematográfico, o más, que lo que nos es contado. Nicolás Winding Refn consigue crear una atmósfera tan sombría como estilizada, tan fría a veces, en la mejor tradición del Polar francés o del Noir, como arrebatadoramente hermosa. Cada plano, cada movimiento de cámara o utilización de la música está perfectamente estudiado para dar a la cinta esa exquisitez en su aspecto formal. A veces los personajes parecen ser meros objetos que completan un encuadre perfecto, o aparentan simplemente posar para una fotografía. Uno de los grandes méritos del director es su forma de decidir lo que es importante o lo que no, acostumbrados a un cine, sobre todo americano, en que la verborrea innecesaria y los detalles obvios son el pan de cada día, Nicolas Winding Refn sabe priorizar de manera magistral. No le importa recrearse en un plano de la icónica chaqueta del protagonista o en el coche recorriendo la ciudad por la noche, pero nos ahorra detalles obvios. Por ejemplo en una escena en la que la policía interroga a Carey Mulligan jamás vemos el rostro del consabido policía de turno y lo resuelve en un plano rápido y sencillo. Lo que no importa para lo que quiere contar no está en la película.

Escenas como la atípica persecución inicial que sirven para demostrar la pericia del protagonista como conductor o la del ascensor, tan maravillosa como brutal, ponen de manifiesto que nos encontramos ante un director de precisión milimétrica, sino un artista, un artesano capaz de devolver al cine su máxima expresión.

El fondo

Ese envoltorio de tremenda exquisitez hubiera bastado por sí solo para aupar a Drive como una de las películas más interesantes de los últimos tiempos, sin embargo rascando en él si no dejamos que nos abrume, encontramos el fondo de la película.

Ese fondo nos habla del destino, del honor, de la redención por medio del amor y de manera un poco moralista pero certera de la imposibilidad de detener la violencia una vez desatada. Precisamente otro punto fuerte es precisamente la manera en que es tratada la violencia. Esta estalla en un momento preciso de la película subiendo en una espiral imparable, y lo hace por sorpresa y de manera explícita. Seguramente  lo que más separa a Drive del cine de Tarantino es la forma de tratar esa violencia, de forma real y sucia.

Hay mucho más en Drive, mucho por descubrir, cierto sentido del humor escondido como en la genial frase en la que Gosling choca la mano del mafioso Albert Brooks o en esa metatextualidad en la que este mismo mafioso dice que hacía “películas violentas y con sexo, la crítica decía que eran europeas, pero lo que en realidad eran era una mierda”.

No sabemos si dentro de veinte años se  habrá prohibido el cine al ser una manifestación cultural y educativa, pero lo que si sabemos es que, en algún lugar, alguien estará siendo maravillado por Drive.

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