#Cine en Achtung! | Por Ignacio Prados
Hay veces que las cosas salen mal cuando parece que te van a salir bien. En la cocina se suele echar la culpa a que no tenemos la mano de una madre para los fogones y que es imposible que salga algo como les sale a ellas. En ocasiones en el cine pasa algo parecido, se tienen todos los ingredientes para hacer un taquillazo aceptable y lo único que consigues es un bodrio que paradójicamente llenará las salas. Algo parecido ha sucedido con Ira de Titanes, segunda parte de la saga que comenzó con Furia de Titanes y que tiene de protagonista a Sam Worthington. Tiene los ingredientes pero algo no cuaja y queda todo descafeinado.
Ahí va la receta: Un héroe “de verdad”: es decir, un héroe sencillo, altruista y que caiga simpático. En este caso está Perseo (Sam Worthington) que de tan bueno, honorable y buen padre que es odiamos cada una de sus apariciones en pantalla, que son unas cuantas.
Un graciosete: en este caso tenemos a Agénor (Toby Kebbell), un personaje de la mitología helena que está irreconocible (como todos, la verdad) que es una versión de Jack Sparrow a la Grecia clásica. Socarrón, irresponsable e irónico, es al personaje al que le toca decir las bromas con las que arrancar carcajadas al respetable. Da igual lo malas que sean, hay que reírse porque es lo que toca hacer y hasta da pena no hacerlo por lo irrelevante que es para la trama el personaje si no lo haces.
La chica: y si sabe empuñar un arma, mejor. En esta película tenemos a Andrómeda (Rosamund Pike), una reina que sabe disparar flechas y pelear con espadas. Además, gracias a que estás en la Grecia clásica, puede ir enseñando cacho con un vestido corto a lo Xena, princesa guerrera. Da igual que ella sea la única mujer que aparece luchando, ella puede liderar un ejército formado únicamente por hombres y nadie hará preguntas.
Los malos: por un lado está Kronos, que se da un aire al hombre de jengibre gigante que sale en Shrek 2, y por el otro lado los dioses Ares (Edgar Ramírez) y Hades (Ralph Fiennes). Ares es el típico hijo que se venga de su padre pero no tiene más chicha, mientras que Hades es un hermano con problemas de envidia. Lo único interesante es ver a Ralph Fiennes encasillarse en papel de sucedáneo de malvado oscuro tras interpretar a Lord Voldemort en la saga de Harry Potter y de paso comprobar que realmente su cara no es muy expresiva y no todo es culpa del 3D.
Muchas peleas: las hay. Con bichos como quimeras, minotauros, cíclopes… incluso peleas entre dioses con rayos, martillos y fuego, mucho fuego. Que haya momentos en los que no sepas quien esté ganando y quien perdiendo es lo de menos. Vienes a ver una peli de acción.
Diálogos no muy interesantes: es posible desconectar un momento, incluso varios momentos. Realmente no interesa mucho lo que pasa entre pelea y pelea. Unos paisajes espectaculares: en esto sí funciona, los exteriores grabados entre Tenerife y la Gomera, en las Islas Canarias, lucen maravillosamente bien y cumplen su función.
En definitiva, que la película podría haber salido aceptable, pero hay algo en la historia que no cuadra, y sobre todo en la creación de personajes. Ni Liam Neeson como Zeus está creíble ni mucho menos Sam Worthington haciendo de un humilde Perseo (sí, humilde y Sam Worthington es un gran oxímoron), lo único creíble es el agujero que deja en el bolsillo del público, que seguirá llenando las salas para ver peleas entre actores y especialistas entrenados y bichos creados por ordenador que ni siquiera echan mano de una historia consistente para justificarse. Especialmente si uno se decanta por el 3D.
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